Alicante

El pueblo del misterio

La Razón
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Hace sólo unos días que se descubrió un horrible asesinato en Alfaz del Pi (Alicante). Una menor de 17 años fue hallada en su cama, muerta de dos tiros de escopeta en misteriosas circunstancias. Pero recuerdan la desaparición de otra menor de la misma edad, Gloria Martínez, de una clínica mental de la misma localidad en la madrugada del 30 de octubre de 1992.En Alfaz del Pi, los familiares de la asesinada se unen en su dolor a Álvaro e Isabel, padres de Gloria, que llevaron a su hija a la clínica Torres de San Luis, un centro de tratamiento de trastornos mentales dirigido a personas con alto poder adquisitivo. Ambos fueron a consultar a la psiquiatra de su hija, María Victoria Soler, quien estimó necesario internarla, pese a que los padres creían que se trataba de un problema leve.Quizá se trate del clima, del viento o de la gente que se aposenta en sus acogedoras tierras, pero Alfaz del Pi ha demostrado una facilidad para lo oscuro. Primero fue Gloria, que se esfumó sin dejar rastro. A los dos años se encontró ropa suya en un rincón del recinto, pero la versión oficial sigue siendo que escapó hacia la 1:30 de la mañana. Para el juzgado que investigó los hechos no hay indicio de delito en la desaparición de una niña bajo custodia de una clínica que no permitía entrar ni salir a sus trabajadores si no tenían llave. Inoperancia investigadoraEl suyo es uno de los episodios más inoperantes de la investigación criminal. Entre las indagaciones fragmentarias que les han llegado se afirma que Gloria sufrió un episodio de rebeldía violenta que tuvo que combatirse con haloperidol, sinogán y lagarctil, fármacos que dejan hecho polvo a cualquiera. No obstante se aceptó la versión de que se liberó de la cama a la que estaba atada con tiras de toalla, saltó por una ventana y corrió hasta la valla. A simple vista se observa que se ha permitido que prevalezca el mundo alucinante de las declaraciones oficialistas en vez de dar forma a las sospechas. Los padres no tienen culpa de nada, pero no pueden evitar un cierto sentimiento de culpa. Creen que nunca debieron llevarla allí, aunque se trataba de un centro en el que ejercía la doctora que la había tratado desde los 14 años. No, ellos hicieron bien: son las autoridades las que han dejado abierto, profundo y negro el agujero de Alfaz del Pi. Si tampoco progresa el último misterio y no son capaces de hilar la joven muerta, el tiroteo, la vivienda desordenada y la funda del arma abandonada sobre la cama, habrá que buscar donde sea especialistas en misterios criminales. Por el momento, como es normal, la investigación tiene en el punto de mira al círculo íntimo de la muchacha muerta: parientes, allegados y compañeros de trabajo, que desfilaron por el cuartelillo de Altea. La chica, al parecer, tenía novio, que igualmente ha sido interrogado en calidad de testigo. Estaba sola y desapareció de la vida rodeada del mayor de los misterios.