Sucesos

Escenario a prueba de reproches

La Razón
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Madrid- Entrar ayer al funeral de Estado por Fernando Trapero no fue tarea fácil. La puerta principal de la escuela de Guardias Jóvénes «Duque de Ahumada» estuvo fuertemente custodiada por agentes que filtraron el acceso, por órdenes superiores. Sólo se dejó pasar a familiares directos de Fernando Trapero y a agentes vestidos de uniforme.

Rodríguez Zapatero no quería volver a vivir ayer momentos tan duros como los que sucedieron el pasado domingo en el funeral de Estado por Raúl Centeno, el primer guardia civil fallecido en el atentado de Capbreton. El funeral de hace una semana se celebró en el recinto de la Dirección General de la Guardia Civil, en Madrid, y el acceso fue entonces menos restringido.

Al final del funeral, familiares de Raúl Centeno y amigos reprocharon a Zapatero su política antiterrorista e incluso llegó a escuchar frases como «tú pactas porque no es tu hijo el que va en ese féretro». Además, en la calle le esperaban numerosas personas que tampoco comparten la política antiterrorista del Gobierno de Zapatero.

Ayer fue otra cosa. El escenario estaba pensado a prueba de reproches. Fuera de la capital y el acceso más difícil y más controlado. Además, entrada para autoridades por un sitio y para el resto por otro.

Mientras se esperaba a que los periodistas fueran acompañados al lugar del funeral, en la entrada al recinto del colegio de la Guardia Civil pudimos ser testigos del enfado de numerosas personas que no pudieron dar su último adiós a Fernando Trapero.

«Mire, soy la mujer del comandante y me ha dicho mi marido que venga al funeral», explicaba una señora ataviada por la ocasión al agente que pedía la documentación en la entrada. «Lo siento, señora, no puedo dejarle pasar, son órdenes superiores».

Esas órdenes de la superioridad fueron el argumento esgrimido hasta la saciedad por los guardias que custodiaban la entrada. Intentaron en todo momento que no se crearan situaciones violentas, ante la insistencia de personas que, casi entre lágrimas, imploraban el permiso para asistir al funeral. Con mucha amabilidad y paciencia cumplieron con lo ordenado. El frío también ayudó a evitar concentraciones en los alrededores.