Literatura

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Joaquín «Browne» Sabina

La Razón
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Durante muchos años el maravilloso Joaquín Sabina se dedicó a hacer un montón de cosas que le llenaron de prestigio sin preocuparse en absoluto de medir las consecuencias, hasta que un día, supongo yo, comprendió que su cuota de sacrificio y autodestrucción estaba de sobra cumplida y había llegado el momento de mirarse con detenimiento en el espejo y convencerse de que en la vida de un hombre llega tarde o temprano un momento en el que las cosas que producen prestigio son menos importantes que aquellas otras que simplemente producen grasa. Supongo que pasó por la cabeza del formidable Sabina algo parecido a lo que sintió aquel pianista al que una madrugada en el Savoy le escuché una reflexión que sirve para establecer cierta higiénica distancia entre el Arte y la vida: «Tengo cincuenta años y he tardado treinta en darme cuenta de que en todo este tiempo sólo he despertado la mitad de las veces que a duras penas recuerdo haberme dormido». Puede que me equivoque, pero supongo que Joaquín Sabina echó cuenta de lo que había ocurrido con otros y decidió que había llegado el momento de tomarse un respiro, así que, harto de los destrozos que le causaba hurgar en el interior de su alma, creyó oportuno darle un giro a su vida y echarle un vistazo al interior de la nevera. Aquel tipo del Savoy lo tenía claro: «Resulta irónico, pero lo cierto es que mi prosperidad como músico en realidad sólo me ha servido para ganar la mitad del dinero que necesito para pagar las deudas que por lo general suele acarrear un éxito tan estrepitoso». Para Ben Browne la elección no ofrecía duda alguna y decidió apearse a tiempo de ser vecino de alguna parte y morir en una cama en la que se hubiese acostado conscientemente más de cuatro veces. Los últimos años de su vida los dedicó a llevar la existencia de un hombre corriente. La noche que se despidió de su oficio con una actuación recopilatoria en el Savoy me dijo: «¡A la mierda el prestigio! En realidad las cosas que producen prestigio, muchacho, no son en absoluto más agradables que aquellas otras que sólo sirven para engordar... Ahora me dedicaré a visitar todos esos sitios en los que alguna vez actué pero en los que en realidad juraría que jamás estuve»...