Somalia

La niña

La Razón
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En su día, durante una campaña electoral, fue la niña de Felipe González. Luego pasó a ser la estrella del gobierno de Rodríguez Zapatero, la encarnación de las Españas diversas y pacifistas… al mando de las Fuerzas Armadas. Al parecer, las y los feministas no tienen nada que decir sobre la carrera de esta mujer hiperprotegida por los hombres. Se mueve a golpe de efecto, incapaz de explicar y argumentar sus decisiones ante los periodistas. De vez en cuando, eso sí, suelta un navajazo, como el del otro día en los pasillos del Congreso, a cuenta de la tragedia del Yakolev 42. El obsesivo cuidado de la imagen no impide que la institución vaya siempre puesta al servicio de un proyecto personal y propagandístico. La ministra ha sido la protagonista del experimento de márketing político más artificial de los últimos años. Cada vez que tiene que hablar de algún aspecto técnico militar, la voz le vacila un poco. Está claro que se siente insegura: hasta hace pocos meses, no debía de saber nada del Ejército. Este desconocimiento se ha notado en algo más que en el temblor de la voz y en los muy estudiados silencios. Con tal de conseguir un titular con la retirada de Kosovo, comprometió un frente capital en la política exterior de su propio gobierno –apoyada, eso sí, por Rodríguez Zapatero–. En el asunto de la lucha contra la piratería en Somalia, consiguió enfrentar, por capricho, a todas las instituciones del Estado. Ahora, en el brote de gripe A del cuartel de Madrid, ha demostrado una vez más que está en otra cosa: la realidad de la enfermedad no le ha importado mucho, los protocolos de actuación aún menos, la coordinación y la transparencia…, bueno, ¿qué será eso? La ministra de Sanidad ha sido la última damnificada de una larga lista de agraviados. Se tendrán que tragar la bilis y seguir bailando al son de la niña de Felipe y ZP. Pero la brillante carrera que una vez se le prometía parece, un año después, algo más que tocada.