Australia

Nadal o el éxtasis en la Caja Mágica

El número uno, después de cuatro horas, levantó tres puntos de partido y superó a Djokovic. Rafa se medirá con Federer en la final

Madrid- El éxtasis llegó por fin a la pista Manolo Santana y quien lo llevó no podía ser otro que Rafa Nadal, el increíble, el incansable, el, por momentos, invencible. El número uno contó con la colaboración de otro coloso, Djokovic, para firmar una obra maestra de cuatro horas y dos minutos en las que el mejor tenista del planeta salvó tres pelotas de partido antes de tirarse al suelo ovacionado por el público, como en las grandes ocasiones. Y es que el triunfo de ayer fue uno de esos momentos. El serbio apareció cabizbajo poco después en la sala de prensa. Apenas pudo hablar, no tenía ganas. «Espero estar preparado para Roland Garros», acertó a decir. El partido permanecerá muchos días en su cabeza, pero así es Nadal. Destroza a sus rivales física y mentalmente, aunque ayer encontró a un oponente a su altura, el único que ha conseguido robarle un set sobre polvo de ladrillo. Lo hizo en Montecarlo y ayer en Madrid. De poco le sirvió. A Rafa le espera hoy Federer, que eliminó a Del Potro. El suizo ha estado a un gran nivel y afronta su primer duelo en tierra en 2009 contra su gran enemigo. Será la final perfecta, la esperada por todos. Uno de los espectáculos deportivos del momento con el recuerdo de las lágrimas de Federer en Australia. Rafa empezó el encuentro con los mismos problemas de las rondas anteriores. No tiene «feeling» con los botes de la pelota y comete más errores de los habituales. Fallos raros y gestos extraños en él como taparse la cara o dar un puñetazo a la raqueta. «Nole» no tardó en hacer un «break» y no tuvo problemas en conservar su servicio para llevarse el primer parcial. Sus golpes cruzados y profundos, tanto de derecha como de revés, hacían mucho daño. Djokovic aprendió a sufrir y por momentos parecía Nadal. Supo atacar y defenderse, corriendo de lado a lado, obligando al número uno a dar un golpe más. Vamos, lo que siempre hace el español. El serbio se tocaba la sien, pedía cabeza y si perdió no fue por falta de fuerza mental.Nadal se fue entonando. Sus problemas con la pista quedaron atrás. Estaban más en su cerebro que en su tenis. Ambos jugadores mantuvieron el saque. El manacorense no tuvo una pelota de ruptura hasta el undécimo juego de ese segundo set y el fisioterapeuta empezó a trabajar, primero con la rodilla de Rafa y después en el muslo de Djokovic. «Nole» salvó su saque y llegó la primera muerte súbita. Nadal supo resolverla. El partido ganó en intensidad y se igualó. El público jaleaba y el juez de silla animaba la faena con un tono de voz de feriante y con su «spanglish». «Nine iguales», dijo en plena tensión del segundo «tie-break». El partido llegó a ese épico final después de un tercer set entre dos monstruos. Djokovic supo contener la ansiedad y con una ruptura se puso 1-3. Nadal empató el choque. Dos horas y 56 minutos después logró su primer «break». La igualdad era máxima y los intercambios, largos. El set merecía un desempate. «Cómo nos haces sufrir», gritaban al balear desde la grada. Peor lo pasó él. Salvó tres puntos de partido. «¿Cuántos he tenido en contra?», preguntaba después desorientado. Desaprovechó su primera oportunidad, pero la siguiente fue definitiva. Se tiró al suelo, levantó las manos, y un niño saltó la valla para celebrarlo a su lado. «Lo tuve negro, pero he terminado haciendo un partidazo», aseguró cuando recuperó el resuello.