Yo creo en los Reyes Magos. Sé bien que ya no tengo edad, pero creo en los Reyes Magos, me caen bien, y aunque algunos años no son todo lo generosos que debieran, porque soy buena y lo merezco, no tengo tampoco motivos para quejarme. Mi infancia y mi adolescencia, incluso mi postadolescencia, etapas a las que vuelvo constantemente con mi imaginación, han sido felices, con momentos amables, divertidos y repletos de satisfacciones, las que la vida me ha ido regalando a lo largo de mi existencia. Por fortuna nunca me he sentido perseguida, ni he tenido necesidad de recurrir a alguna droga, porque la euforia la llevo adosada de forma cuasi permanente, ni he tenido que renegar de mi bandera, ni mucho menos de mi familia, o sea y resumiendo, que no me ha quedado más remedio que acatar la felicidad. Tampoco me he sentido discriminada por razón de sexo, religión u opinión, y he sido capaz de defender mis propias convicciones a base de coherencia, lo que me ha salvado de cantos de sirena o mandolina de trovador que quisiera enamorarme con sublimes melodías. Las utopías me producen bostezos y he conseguido llevar siempre los pies sobre la tierra y la vista al frente para evitar posibles tropezones. Con todo esto, y sin ánimo de molestar, sólo pido a los Reyes Magos libertad para quienes no la tienen, amor para el que lo necesite y salud para quien la tiene frágil.