Estados Unidos
Así ignoró Trump los avisos de la pandemia
La Inteligencia advirtió a la Casa Blanca de la crisis sanitaria en China en enero. El presidente de EE UU ha pasado de rechazar las alertas del Covid-19 a presumir de haber dado una respuesta intachable
El presidente Donald Trump ha pasado de bromear con el coronavirus, afirmar que nunca llegaría a EE UU, etc., a negar cualquier tipo de responsabilidad, presentarse como el gran campeón de la respuesta sanitaria y económica y culpar de sus posibles insuficiencias a la Organización Mundial de la Salud, que no habría advertido a tiempo. O que estaría controlada por Pekín. Tiene en contra la hemeroteca, claro. Y un rastro indeleble de vídeos y entrevistas, conferencias y apariciones, en las que presumía de que no habría problemas. Así, el 30 de enero, Trump comentó que «Lo tenemos bajo control. Tenemos muy pocos casos en este país en este momento: cinco. Y todas esas personas se están recuperando con éxito». Ese mismo día la OMS advirtió de una «emergencia de salud pública de interés internacional».
Una semana antes, el 22 de enero, a preguntas de Joe Kernen, de la NBC, respecto a si EE UU estaba cerca de sufrir el embate de la pandemia, insistió que «no, de ningún modo. Y lo tenemos totalmente bajo control. Es una persona que viene de China, y lo tenemos bajo control. Va a estar bien». En realidad en aquel momento el coronavirus había llegado ya a media docena de países. Las noticias que llegaban de China resultaban muy poco alentadoras y el Gobierno del país asiático estaba ya cerca de decretar el confinamiento de la población en Wuhan. En EE UU destacados especialistas habían comenzado a dar la voz de alarma en fecha tan temprana como el 28 de enero, cuando en el «Wall Street Journal», Scott Gottlieb, ex comisionado de la Administración Alimenticia y Farmacéutica entre 2017 y 2019, Luciana Borio, ex directora de Políticas de Preparativos Médicos y Biodefensivos en el Consejo de Seguridad Nacional entre 2017 y 2019, escribieron que «la nueva epidemia de coronavirus en China tiene unas características que pueden hacerla muy difícil de controlar. Si las autoridades de salud pública no interrumpen la propagación pronto podría infectar a muchos miles de personas en todo el mundo, interrumpir los viajes aéreos, desbordar los sistemas de atención médica y, lo peor de todo, cobrarse más vidas». Sus advertencias cayeron en saco roto, por supuesto. Estaba en juego la reelección, que en el caso de Trump tenía una baza decisiva en la buena marcha de la economía.
Cualquier medida capaz de subvertir los espléndidos números de una bolsa disparada y unas cifras de paro espléndidas sería recibida con evidente e inevitable disgusto en la Casa Blanca. Pero desde luego que hubo avisos. De hecho las agencias de inteligencia de EE UU llevaban desde enero, si no antes, emitiendo continuas advertencias. Para cuando llegó febrero los informes sobre la mesa del presidente eran ya diarios y cada vez más alarmantes. Según un demoledor reportaje publicado por el «Washington Post» a finales de marzo, el espionaje hizo cuanto pudo para llamar la atención del peligro global que representaba el coronavirus, pero «Trump y los legisladores minimizaron la amenaza y no tomaron medidas que podrían haber frenado la propagación del patógeno, según funcionarios al tanto de los informes de los servicios secretos».
La pieza, firmada por un equipo en el que estaba entre otros Greg Miller, dos veces ganador del Pulitzer, explicaba que, tomados en su conjunto, «los informes y alertas ofrecían una fotografía temprana de un virus que mostraba las características de una pandemia que podría requerir que los gobiernos tomasen medidas severas de contención.
Hospitales colapsados
Pero a pesar del continuo flujo de informes Trump continuó minimizando en público y en privado la amenaza que el virus suponía para los americanos. Los legisladores tampoco asumieron lo que significaba el virus hasta este mes, cuando las autoridades comenzaron a pedir a los ciudadanos que permanecieran en sus casas mientras los hospitales sufrían una avalancha de enfermos».
También a finales de marzo un estudio de la universidad de Columbia, dirigido por Jeffrey Shaman, profesor de Ciencias de la Salud y Medioambiente, alertaba en el «New York Times» de que el país estaba «ante un acontecimiento catastrófico como no hemos visto desde 1918» y que requiriría de «unos sacrificios inéditos desde la II G M».
Tres semanas antes, el 6 de marzo, William Hanage, profesor de epidemiología y enfermedades contagiosas de Harvard, escribió en el «Washington Post» que «la batalla para evitar que el Covid-19 llegue a EE UU probablemente haya terminado sin disparar un solo tiro. No hemos sido engañados, superados o esquivados. Sabíamos lo que se avecinaba. Simplemente miramos para otro lado mientras el coronavirus entraba». Pero entró. En un país donde los medios de comunicación cercanos a la Casa Blanca, como la FOX, estuvieron varios meses tachando de locos a quienes advertían de la epidemia. Ahora, muchos miles de muertos más tarde, tanto el Gobierno federal como sus aliados mediáticos insisten en que hicieron todo lo que había que hacer, que siguieron las recomendaciones de los científicos y que la oposición,
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