Reino Unido
Superabundancia de harina, escasez de turistas
El milenario molino de Sturminster Newton ha vuelto a moler granos de trigo en plena pandemia de covid-19
Una de las actividades más practicadas durante el confinamiento ha sido hornear. Esos bizcochos que en marzo terminaban secos, con una textura más propia de una piedra arenisca que de un postre suculento, en mayo ya no tienen secretos de cocción en ninguna de sus versiones.
El apetito mundial por la repostería ha hecho que en los supermercados, a lo largo y ancho del planeta, los estantes de harina se quedaran yermos. La cadena de producción, tal y como estaba establecida hasta la llegada del coronavirus no daba abasto para satisfacer la voracidad global por preparar nuestra propia masa madre. Ante la escasez, el coqueto milenario molino de Sturminster Newton ha vuelto a moler granos de trigo para abastecer de harina a sus vecinos de las orillas del río Stour, en Dorset, Reino Unido.
Hay evidencias de que en 1016 ya estaba construido. El famoso Domesday Book o Libro de Winchester (el primer registro de Inglaterra) deja fe de su existencia en el año 1086. Desde entonces, muchos poetas británicos le han dedicado sus versos. También atrae a pintores que lo inmortalizan en lienzos. Mientras, hay quienes solo lo observan en busca de inspiración.
Esta aceña, que ha sobrevivido a pestes, plagas y todo tipo de epidemias a lo largo de los siglos, dejó a un lado su función fundamental en los años setenta para convertirse en atracción turística y museo de la localidad. Con todo, a los visitantes se les ofrecía la posibilidad de comprar harina molida tradicionalmente.
Cada quince días, durante la temporada turística, se desviaba el caz del agua y se ofrecía la harina a los viajeros como un sugerente recuerdo del pasado. Por eso, el molinero Peter Loosmore, de 79 años, y la aprendiz Imogen Bittner, de 63, ya contaban con trigo almacenado en su silo. Bittner, artista y vecina de Sturminster Newton, lleva 18 meses aprendiendo este oficio para así suceder a Loosmore, nieto de molinero, cuando se jubile en 2021. La temporada turística suele comenzar a finales de marzo, pero ante el cierre del país por el covid-19, el confinamiento de los turistas y viendo las carencias de harina en los supermercados, pusieron la rueda hidráulica a funcionar.
Según informa «The Dorset Echo», en tan solo diez días molieron una tonelada de trigo, la cantidad que suelen producir en todo un año. Con esta superabundancia de harina, están logrando compensar la escasez de turistas y nula venta de entradas al museo. Loosmore y Bittner comercializan después los sacos de harina –de 1,3 kg– a precio de coste a las tiendas y panaderías de la zona. Así, los británicos tienen la suerte de poder seguir horneando sus propios bizcochos, con olor a historia. Y entre todos, mantienen en pie este patrimonio milenario.
Han tenido lluvia de solicitudes de paquetes de harina a través de internet, pero Loosmore y Bittner insisten en que sólo lo harán mientras dure la crisis. Mil años no son nada.
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