Coronavirus
Una ventana hacia la singularidad belga
Cuando Feixa comenzó a inmortalizar estos objetos, pensó que tenía que haber una historia detrás de cada uno de ellos
Si en algo nos ha cambiado la pandemia es en el modo de observar las ventanas y balcones de nuestros edificios, barrios y ciudades. La falta de vida social nos incita a mirar a través de las cristaleras para saciar nuestra curiosidad. Quizá no seamos conscientes, pero nuestras ventanas cuentan mucho de nuestras vidas. Plantas bien cuidadas o secas, cortinas o persianas, salir a aplaudir o a cacerolear e incluso si los sábados realmente somos de Filmin o de Sálvame Deluxe.
Después de 50 días, desconocemos el nombre de nuestros vecinos al otro lado de la calle, pero hemos resuelto pequeños misterios que antes nos pasaban desapercibidos.
El fotógrafo francés Jean-Luc Feixa ha hecho de la observación de ventanas un arte. Cuando se mudó a Bruselas, se percató de la gran diferencia entre las ventanas de su sur de Francia natal y las belgas. Esta curiosidad terminó en un libro: «Strange Things Behind Belgian Windows» (Luster), publicado el año pasado. Y es que los belgas tienen costumbre de dejar extraños objetos, desde legos hasta bustos egipcios, en los alféizares.
Durante años, Feixa ha retratado ventanas como si fueran escenas del costumbrismo belga. Lo más raro a lo que se ha enfrentado su objetivo son los zorros disecados. «Encontré estos animales en tres o cuatro casas de Bélgica. También me llamó mucho la atención un ventanal decorado como si fuera Halloween, con monstruos y todo, solo que se quedó así durante años».
Cuando Feixa comenzó a inmortalizar estos objetos, pensó que tenía que haber una historia detrás de cada uno de ellos. Muchas veces, después de fotografiar la ventana, llamaba al timbre para resolver el misterio. «Algunos sí tenían algo que contar, querían expresar sus pasiones o hacer que la gente reflexionara sobre algo. Pero para muchos, eran simplemente objetos olvidados detrás de la cortina».
Al iniciar su proyecto, le decían que «no era llamativo» porque los belgas estaban acostumbrados a este tipo de instalaciones. «“Es algo muy común”, me advertían. Pero como francés me fascinaba, nunca lo había visto antes». Pues bien, desde que Feixa lo destacó, ahora los propios belgas se vuelven a fijar en los objetos tras las ventanas. «Incluso ya hay una comunidad en redes sociales, la gente hasta me manda fotos desde otros países cuando ven objetos extraños...».
Y es que en cierta manera, Feixa cree que se está evolucionado de los «objetos olvidados» a los «objetos colocados».
En Charleroi, una ciudad con menor poder adquisitivo, un vecino le contó que él venía de una familia de mineros. Montó un bodegón en la ventana para compartir su amor por la minería. Otra pareja, seguidores incondicionales de Elvis Presley, dispusieron un extravagante museo en su honor. «Las ventanas realmente pueden ayudarte a comunicar tu pasión», reconoce Feixa.
Aún hoy sigue realizando instantáneas durante los paseos permitidos en las calles de Bélgica a pesar del coronavirus. Las ventanas se han llenado ahora de mensajes de gratitud hacia la Policía, el personal sanitario o los bomberos. Asimismo, las hay con mascarillas y un teléfono, a modo de anuncio. Porque ya sea para ver o ser vistos, «las ventanas son una fuente para expresar información».
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