EEUU
Los republicanos, atrapados entre el trumpismo y la moderación
Uno de los 7 senadores que votó en contra ha sido censurado por el partido local en Luisiana
El sábado, cuando Donald Trump recuperó intactas sus perspectivas políticas, el partido republicano puso sobre el tapete las suyas. Los próximos dos cursos serán claves para saber si el tren del gran partido conservador pasa por el trumpismo conocido o si, por el contrario, triunfa la vía republicana a la moderación. Este segundo camino lo marcarían congresistas como Liz Cheney, así como por los 7 senadores que finalmente unieron su voto al de los demócratas para condenarlo. Mitt Romney, Pat Toomey, Susan Collins, Lisa Murkowski, Ben Sasse, Richard Burr y Bill Cassidy, en efecto, tomaron partido contra Trump y, sobre todo, tuvieron el valor de romper con el sentir de una buena parte de su electorado.
Uno de ellos, Bill Cassidy, senador de Luisiana, fue el sábado «censurado» por el Partido Republicano de su estado, en lo que se considera uno de los mayores castigos que puede aplicar una formación local.
Cassidy y otros temen que esa ala más radical les haga perder votos en el centro y apuestan por volver a los valores tradicionales de la formación. Una vía arriesgada, la de enmendar la plana a tus clientes, que algunos analistas consideran factible.
Quizá existe una veta suficiente de votantes republicanos cansados de sobreexcitación demagógica, espantados con la sarta de acusaciones puramente disparatadas sobre un teórico fraude electoral que haría de Estados Unidos el equivalente septentrional de Nicaragua, Cuba o Venezuela, horrorizados por que su partido haya podido ser asociado con la ultraderecha supremacista y con los exaltados, radicales, que asaltaron el Capitolio.
Pero también es muy posible que ni Romney ni el resto tenga el carisma necesario para armar una alternativa solvente a un Trump arrollador. No en vano en política no hay propuesta o programa capaz de sobrevivir y triunfar si no cuenta con la intensidad y la capacidad de irradiación que siempre procura un líder más en los consejos de administración de las grandes empresas mediáticas y culturales de nuestro tiempo.
Contra ese activismo radical, reaccionario, woke, hablan un puñado de intelectuales cercanos al viejo partido republicano con nula capacidad para llegar o hacerse entender con las masas. De ahí que lo primero que Trump hizo nada más conocer su victoria fue emitir un comunicado donde condenó la disposición de los demócratas a «difamar a las fuerzas del orden público, animar a las turbas, excusar a los alborotadores y transformar la justicia en una herramienta de venganza política, y perseguir, poner en lista negra, cancelar y reprimir a todas las personas y puntos de vista con los que no estén de acuerdo».
Si Donald Trump logra que los demócratas sean representados más por los antisistema de antifa o los antisemitas del movimiento Black Lives Matter, y si el propio Joe Biden no es capaz de conjurar el peligro de estos elementos, no habrá fuerza capaz de evitar una polarización en la que elementos como el citado Romney tienen muy poco que hacer.
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