Alianza Atlántica

La OTAN se replantea su retirada de Afganistán

La Alianza deja la puerta abierta a que las tropas permanezcan más allá del 1 de mayo si los talibanes no cumplen lo prometido

Fuerzas afganas participan en una operación militar contra los talibanes en Helmand
Fuerzas afganas participan en una operación militar contra los talibanes en HelmandWATAN YAREFE

La Alianza Atlántica camina sobre el alambre a la hora de enfrentarse al avispero afgano. La Administración Trump firmó un acuerdo el año pasado con los talibanes para retirar todas las tropas de los aliados antes del 1 de mayo, tras veinte años de presencia en el país. Pero el aumento de la violencia y el incumplimiento de lo acordado por parte de los talibanes aconsejan dejar en suspenso la decisión.

Los ministros de Defensa de la Alianza se reunieron ayer de manera telemática en el primer encuentro de este tipo tras la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y decidieron seguir analizando la situación con cuidado antes de dar un paso en falso. El Congreso de EE UU también ha encargado un informe para dirimir qué hacer. «El mensaje de esta reunión es que no hemos tomado la decisión final, pero hemos puesto la mayor presión posible sobre el proceso de paz y, especialmente sobre los talibanes, para asegurarnos de que negocian con buena fe», explicó el secretario general de la organización militar, el noruego Jens Stoltenberg, al término de la reunión.

Los peligros de un paso precipitado o erróneo son muchos. «Ésta es obviamente una decisión difícil. Nadie está diciendo que sea fácil. Nos estamos enfrentando a dilemas muy duros y difíciles porque si permanecemos más allá del 1 de mayo, nos enfrentamos a más violencia y ataques a nuestras tropas y nos arriesgamos a que esa continuación de la presencia en Afganistán sea difícil. Pero si abandonamos, también nos arriesgamos a que, a pesar de lo que hemos hecho, Afganistán pueda otra vez convertirse en una zona segura para los terroristas internacionales», constata Stoltenberg.

Además, ayer los aliados decidieron aumentar los efectivos en su misión en Irak que tiene como objetivo la lucha contra el terrorismo. Acordaron incrementar de 500 a 4.000 el personal.

Todo indica que la amenaza de no retirar las tropas se ha convertido en la mejor estrategia para que los talibanes cumplan lo acordado con Trump y cesen en sus actos violentos, pero nadie sabe cómo reaccionarán si se sienten traicionados. Como punto positivo ante una situación tan endiablada, los nuevos aires en Washington, mucho más proclives al entendimiento. La reunión de ayer sirvió para romper el hielo con el nuevo secretario de Defensa, Lloyd Austin, y todo indica que EE UU contará en esta ocasión con sus aliados y no impondrá decisiones unilaterales, tras el frenesí de la era Trump.

Después del acuerdo de Doha firmado entre el anterior inquilino de la Casa Blanca y los talibanes, EE UU emprendió una importante reducción de las tropas. Los aliados europeos, mucho más prudentes, no siguieron su ejemplo. Actualmente, continúan en el país centroasiático 10.000 efectivos, de los que tan solo 2.500 son estadounidenses.

«Doy la bienvenida al mensaje muy claro del secretario Austin, que dijo muy claro que Estados Unidos continuará consultando con los aliados de la OTAN asegurándonos de que estamos coordinados», se felicitó Stoltenberg. «Estamos preparados para consultar juntos, decidir juntos y actuar juntos», había proclamado Austin en una tribuna publicada en el «Washington Post» el miércoles, justo antes del comienzo de este encuentro.

Aunque la segunda sesión de la cumbre estuvo dedicada a las misiones en estos dos países, el día anterior sirvió para que Stoltenberg presentara su plan para modernizar la alianza, con un nuevo enfoque que le haga más eficaz a la hora de conjurar las nuevas amenazas del siglo XXI provenientes de Rusia y China. Tras las tensiones vividas con Trump y las quejas del francés Emmanuel Macron, que incluso llegó a declarar la «muerte cerebral» de la organización, el político noruego considera que la llegada de Biden a la Casa Blanca es el momento propicio para iniciar con sosiego esta reflexión.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca también mantiene la necesidad de que todos los socios de la Alianza aumenten al 2% su gasto en defensa para el año 2024, tal y como marca el compromiso suscrito en la Cumbre de Gales en 2014, pero está dispuesto también a contabilizar las contribuciones a las misiones.

Precisamente, Soltenberg propone un embrión de presupuesto que sirva para financiar de forma conjunta el despliegue de las tropas en los países fronterizos con Rusia y las operaciones de vigilancia aérea y marítima para que los gastos no sean sufragados tan solo por los países que participan de forma voluntaria en las misiones.