Israel

Bennet lucha por apuntalar su frágil coalición

El aún primer ministro Netanyahu corteja a los diputados derechistas antes de la votación en el Parlamento del «Gobierno del cambio»

Naftali Bennett entra en una sinagoga antes de reunirse con simpatizantes en Tel Aviv
Naftali Bennett entra en una sinagoga antes de reunirse con simpatizantes en Tel AvivRonen ZvulunREUTERS

En un movimiento que decantó finalmente la balanza para que el «bloque del cambio» recibiera los apoyos necesarios para formar coalición, Naftali Bennet(Yamina) priorizó aliarse con sus rivales ideológicos como último recurso para evitar la postergación de la parálisis política en Israel. En su dramático anuncio del pasado domingo, en que el líder ultranacionalista dio marcha atrás en su compromiso de evitar un Gobierno con fuerzas de izquierda y árabes durante la escalada bélica en Gaza, Bennet dio alas a la coalición transversal. Tras la firma in extremis de este miércoles, ejercerá inicialmente como primer ministro, donde rotará en el cargo con Yair Lapid (Yesh Atid) en 2023. Para que sea definitivo, todavía falta la votación definitiva en la Knesset, el Parlamento israelí, donde una sola deserción derechista podría dinamitar todos los planes.

«La crisis política israelí no tiene precedentes a nivel global. Podríamos ir a quintas, sextas o hasta décimas elecciones, y desmantelar los fundamentos del país hasta que se venga abajo. O podemos detener esta locura y ser responsables», declaró el líder de Yamina para justificar su apuesta. Si finalmente asume el cargo, tendrá una compleja tarea: salvaguardar las diferencias entre partidos de izquierda, centro y derecha, y proyectarse ante el mundo como un líder sólido y creíble.

Una frágil coalición
Una frágil coaliciónMiguel Roselló

Bennet fue jefe de gabinete de Benjamin Netanyahu hasta 2008, y en 2012 pasó a liderar la facción «Casa Judía» del sionismo religioso. Bajo esta marca y la posterior Nueva Derecha, estuvo al frente de los ministerios de Economía, Asuntos Religiosos o Educación entre 2013 y 2019, bajo gobiernos de «Bibi».

Nacido en Haifa en una familia de inmigrantes judíos estadounidenses (1972, 49 años), sirvió como combatiente en unidades especiales de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) durante la segunda guerra de Líbano (2006). En el terreno profesional, destacó en el ámbito de la alta tecnología: en 2015 dio el pelotazo al vender la compañía anti fraude que fundó por 145 millones de dólares.

El flanco de centro izquierda del Ejecutivo naciente, así como los palestinos, ven cómo «Bibi» será reemplazado por un perfil todavía más halcón. Si bien en los últimos meses moderó su discurso, Bennet es un férreo opositor de un Estado palestino independiente. En el pasado, lo catalogó como una amenaza demográfica y de seguridad para el Estado judío. Pero ahora es blanco de las críticas entre los «suyos»: en el sionismo religioso lo acusan de «mentiroso», y el servicio secreto Shin Bet reforzó su seguridad ante el torrente de amenazas que recibe. No comprenden cómo un político que hasta la fecha abogó por la anexión definitiva de buena parte de Cisjordania apueste ahora por un ejecutivo transversal, donde no queda claro cómo se defenderá la agenda de los colonos judíos. Más todavía con la entrada del islamista Ra’am a la coalición.

Por ahora, desde el tándem de Bennet y Lapid aseguran que el foco se centrará en reparar asuntos internos del país, relegando el conflicto palestino-israelí a un segundo plano. Pero es una «patata caliente» que puede estallar imprevisiblemente, como sucedió recientemente con la tensión en Jerusalén y la posterior apertura del frente en Gaza.

Mientras tanto, desde el Likud lanzan toda la artillería para que la iniciativa del bloque opositor fracase. Primero, con llamamientos a manifestarse frente al domicilio privado del diputado Nir Orbach (Yamina), de quien esperan que se convierta en el tránsfuga necesario para forzar unas quintas elecciones. Luego, Netanyahu reunió en su despacho a los líderes de los partidos ultraortodoxos y del «Sionismo Religioso» –hasta la fecha socios de Gobierno–, para explorar cómo precipitar el fracaso de sus adversarios.

«Todos los miembros de derecha de la Kneset deben oponerse a este peligroso Gobierno de izquierdas», declaró Netanyahu en su primera reacción pública por Twitter tras el acuerdo de los partidos opositores. En caso de hacerse realidad, la «coalición del cambio» le derrocaría como primer ministro, después de quince años en el cargo, los últimos doce seguidos.

Pero cabe recordar que este acuerdo es solo político y no tiene validez legal, ya que la materialización del Ejecutivo queda pendiente de una votación final en una ceremonia de investidura donde la oposición podría quedarse sin la mayoría de 61 escaños en caso de haber algún tránsfuga que decida oponerse al denominado «Gobierno del cambio». De hecho, Netanyahu está invocando esa posibilidad con mensajes como el de ayer, que busca presionar a diputados de partidos derechistas del bloque opositor como Yamina o Nueva Esperanza, más afines a la ideología de su partido, el Likud, para que cambien de bando.

Conscientes de que «Bibi» no tirará la toalla, desde el «bloque del cambio» intentan avanzar la votación para validar el Gobierno. Para ello, pretenden forzar el relevo del actual portavoz de la Knesset, Yair Levin (Likud). Aparentemente, la Lista Unificada Árabe –que se mantiene fuera de la coalición–, dio su apoyo a la iniciativa. De confirmarse, medios locales especulaban que el voto final podría llegar ya este próximo lunes. Pero a última hora de la tarde, fuentes de Yamina y Yesh Atid parecían desestimar el apoyo de esta facción. Las distancias ideológicas vuelven a hacer mella en los frenéticos contactos de las últimas jornadas.

Otro rifirrafe llegó a primera hora de la mañana. El líder del izquierdista Meretz, Nitzan Horowitz, afirmó en una entrevista radiofónica que el acuerdo de coalición con Yesh Atid «incluye un compromiso para avanzar en los derechos de la comunidad LGTBI, y aprobar el estatus legal de las parejas de mismo sexo como casados». Pero desde el islamista Ra’am alegan que en sus cláusulas acordadas consta el veto a avanzar medidas favorables a los homosexuales. Su diputado Walid Taha remarcó que «no apoyaremos a nadie que nos imponga valores en los que nuestra comunidad no cree».

Precisamente este jueves, se celebró la «Gay Parade» en Jerusalén, con la participación de unas 7.500 personas conmemorando a la joven Shira Banki, muerta a cuchillazos a mano de un extremista judío en la marcha de 2015. En los próximos días se redoblarán las concentraciones y presiones desde las bases del Likud para torpedear el cambio, con previsibles promesas de cargos por parte de Netanyahu a quienes consideran potenciales detractores.