Armamento

Las nuevas tácticas bélicas de EEUU, China y Rusia para ganar “la guerra de las galaxias”

Los tres países intensifican el desarrollo de armamento antisatélite en un campo de batalla lleno de peligros y sin control

El Tratado INF es un acuerdo de desnuclearización que Estados Unidos y Rusia firmaron en 1987
El Tratado INF es un acuerdo de desnuclearización que Estados Unidos y Rusia firmaron en 1987larazon

Un barco en mitad del Océano Pacífico apunta con un láser de alta potencia a un satélite espía norteamericano, cegando sus sensores y negando a Estados Unidos la posibilidad de tener una visión crítica hacia la inmensidad del firmamento. Este es uno de los escenarios que los altos cargos militares y los líderes civiles temen que pueda conducir a una escalada y a un conflicto de mayor alcance, a medida que naciones rivales como China y Rusia intensifican el desarrollo y el despliegue de armamento antisatélite.

Podría decirse que el punto de ignición militar más preocupante del mundo no está en el estrecho de Taiwán, Afganistán, Irak o Ucrania. De hecho, no se puede localizar en ningún mapa de la Tierra, aunque es muy fácil de encontrar. Para comprobarlo, basta con mirar al cielo estrellado, a la tierra de nadie de la órbita terrestre, donde se desarrolla una carrera armamentística en toda regla.

El vacío del espacio exterior podría ser el último lugar donde se esperaría que los militares compitieran por un territorio en disputa, excepto que el espacio exterior ya no está tan vacío. Alrededor de 3.500 satélites activos cubren el mundo en un nido abarrotado de órbitas, proporcionando comunicaciones en todo el planeta, navegación GPS, previsión meteorológica y vigilancia planetaria.

Para los ejércitos que dependen de algunos de esos satélites para la guerra moderna, el espacio se ha convertido en el terreno más elevado, y Estados Unidos ya no es el rey indiscutible. Ahora, cuando China y Rusia tratan de desafiar a Estados Unidos en el espacio con sus propios y ambiciosos programas militares espaciales, la lucha de poder corre el riesgo de desencadenar un conflicto que podría paralizar toda la infraestructura espacial del planeta. Y, aunque comience en el exterior, este conflicto podría desencadenar fácilmente una guerra total en la Tierra.

Como si se tratase de la segunda parte de la película “Gravity” de Alfonso Cuarón, el 15 de noviembre, los siete astronautas de la Estación Espacial Internacional recibieron la orden de “refugiarse” en la nave que los había trasladado hasta ese lugar, pues una nube de escombros formada por unos 1.500 objetos les pasó zumbando, a 27.400 km / h en una órbita baja .

La razón no tardó en quedar al descubierto. Rusia había disparado un misil espacial contra uno de sus propios satélites desaparecidos, haciéndolo saltar en pedazos. A esto le siguieron las correspondientes protestas diplomáticas: “Moscú ha demostrado un desprecio deliberado por la seguridad, la protección y la estabilidad a largo plazo del dominio espacial para todas las naciones”, declaró EEUU.

El hecho se produjo tan sólo dos semanas después de que la Primera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas reconociera formalmente el papel vital que el espacio y sus activos desempeñan en los esfuerzos internacionales para evitar los riesgos que las actividades militares en el exterior suponen.

El uso de misiles para derribar satélites se remonta a 1958, cuando Estados Unidos emprendió la prueba de cohetes lanzados desde aviones de gran altitud. En la actualidad, EEUU, Rusia, India y China cuentan con capacidades de misiles antisatélite. Pero los lanzados desde tierra no son la única forma de derribar los satélites de la competencia: todas las grandes potencias espaciales están experimentando también con láseres, microondas, satélites de interferencia maniobrables y ciberataques.

De repente, la “guerra espacial” se ha convertido en una obsesión para los países con recursos suficientes para llevarla a cabo. El mundo actual es diferente al previsto por el Tratado del Espacio Exterior de la ONU, firmado en 1967, en el que el espacio era “libre” y los astronautas “enviados de la humanidad”. Sin embargo, todavía no hay satélites, que se sepa, armados con armas cinéticas.

Los esfuerzos chinos en el espacio tienen también un carácter cada vez más militar. China cuenta con 412 satélites en el espacio, sólo superada por Estados Unidos (con más de 1.800). Los chinos llevan casi dos décadas realizando pruebas antisatélite, incluyendo misiles y láseres. Han dedicado un esfuerzo considerable a perfeccionar las herramientas cibernéticas ofensivas que pueden ir tras los activos espaciales estadounidenses. También han lanzado más cohetes al espacio que cualquier otro país durante tres años seguidos.

A medida que Rusia y China se unan para operar en el cosmos, su cooperación militar y estratégica general también aumentará. Al parecer, los misiles hipersónicos que se están utilizando o ensayando en China y Rusia en la actualidad pueden transportar ojivas convencionales, dirigidas a barcos y otros objetivos militares pequeños, o nucleares, destinados a ciudades y centros gubernamentales.

Rusia y China se encuentran a años luz de Estados Unidos en el desarrollo de los recursos para destruir o inutilizar los satélites de los que depende el ejército estadounidense para todas sus actividades, desde la recopilación de información hasta el guiado de bombas de precisión, misiles y aviones no tripulados.

Se espera que Pekín cuadruplique su número de ojivas en la próxima década, y está mejorando sus capacidades nucleares con nuevos misiles, submarinos y bombarderos. Durante el pasado verano disparó un misil desde un vehículo de planeo hipersónico mientras probaba su sistema de bombardeo orbital fraccionado (FOBS), un avance técnico que, de ser cierto, implica que los chinos pueden atacar objetivos desde el espacio con armas nucleares.

La república popular está desarrollando además un potente reactor nuclear para sus misiones a la Luna y Marte. El reactor puede generar un megavatio de energía eléctrica, 100 veces más potente que un dispositivo similar que laNasa planea colocar en la superficie de la Luna para 2030.

El Pentágono está tratando de ponerse al día, invirtiendo miles de millones de dólares más en reforzar sus defensas contra las armas antisatélite, adiestrando a sus tropas para operar en caso de que su línea de vida espacial sea cercenada, y perfeccionando los medios para tomar represalias contra una nueva forma de combate que, según advierten los expertos, podría afectar a millones de personas, causar incalculables daños colaterales y extenderse a los campos de batalla en la Tierra.

Sin embargo, la desmilitarización del espacio sigue siendo un concepto. El 1 de noviembre, 180 Estados reunidos en la ONU aprobaron cinco proyectos de resolución sobre la desmilitarización del espacio, y Rusia, China y sus aliados votaron en contra del proyecto más completo, impulsado por el Reino Unido y Estados Unidos. La posición de Rusia sigue siendo que, hasta que Occidente no esté dispuesto a firmar un instrumento jurídico vinculante que desmilitarice totalmente el espacio (y renuncie así a décadas de ventaja de Estados Unidos en la carrera armamentística), se opondrá a los diversos acuerdos voluntarios y proyectos de transparencia que se ofrecen.