Análisis

Los nazis como una coartada inventada

El presidente ruso vincula su ataque con su discurso nacionalista anclado en la URSS

Los nazis como una coartada inventada
Los nazis como una coartada inventadaplatón

Putin ha invadido Ucrania hablando de «desnazificación». El uso de este término tiene una doble utilidad: interna y externa. Por un lado sirve para vincular el ataque con su discurso nacionalista, anclado en la Rusia de los zares y en la Unión Soviética de Stalin. Vladimir Putin se presenta así como el continuador de una tradición patriótica con misión universal. Aquí parece contradictorio, pero no lo es para el nacionalismo de aquel país, porque el zarismo y el comunismo, ambos expansionistas, se muestran como dos manifestaciones políticas de un mismo espíritu: la búsqueda de la grandeza rusa.

Stalin convirtió la guerra contra el nacionalsocialismo en el elemento fundador y justificador de la revolución y la dictadura. El comunismo habría salvado a Rusia, al proletariado y al mundo del peligro nazi. De ahí que instituyera toda una mitología en torno a la lucha contra los alemanes y Stalingrado, y estableciera el Día de la Victoria como fiesta nacional. Del mismo modo la derrota de la Alemania nazi reforzó un nacionalismo en Rusia que hasta cambió el himno oficial, pasando de «La Internacional» al actual. Por otro lado, el uso de «desnazificación» está dirigido también a los occidentales. En la Unión Europea y en Estados Unidos se ha instalado una doble vara de medir. El comunismo está blanqueado en el uso cotidiano, y tiene un halo de bondad intrínseca que no se corresponde con la realidad.

La condena por parte del Parlamento Europeo y su equiparación con el nacionalsocialismo no han servido para nada. Tampoco la multitud de libros y documentos sobre los genocidios cometidos por los comunistas, porque las intenciones -el paraíso igualitario en la tierra- parece que legitiman todo. Al mismo tiempo, Putin sabe que ese mismo lenguaje occidental se tilda de «fascista», «nazi» y «ultraderecha» a cualquiera que no sea progresista. Es más; tenemos a ministros que se ponen la etiqueta de «antifascistas» a pesar de que el fascismo no exista desde 1945, y que los «intelectuales» de la izquierda lo quieran resucitar hablando de «neofascismo».

En Ucrania no hay fascismo ni nacionalsocialistas. El relato de Putin basado en que la minoría rusa está en peligro es una mentira propia de la guerra híbrida que inició contra Ucrania en 2014. Invadió Crimea y provocó una guerra civil y separatista en el Donbás, que incluye las provincias rusohablantes de Donetsk y Lugansk. La Rusia de Putin, que declaró que el error de la disolución de la URSS fue dejar escapar a los Estados satélite, ha ido sustituyendo la ocupación, que es costosa, por gobiernos títeres. Esa fue la característica de Yanukóvich, presidente ucraniano, que suspendió la firma de un acuerdo con la Unión Europea. Esto supuso un movimiento de protesta que acabó con su dimisión y huída a Rusia, y la elección del presidente Poroshenko, pro-europeo, en mayo de 2014. Ese mismo mes, las provincias del Donbás, que habían votado a Yanukóvich, se alzaron en armas apoyadas por Putin contra el Gobierno ucraniano.

Los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015, firmados entre Ucrania, Rusia y las dos provincias no sirvieron para mucho, ya que el Gobierno ucraniano es pro-occidental y pretende su ingreso en la Unión Europea y en la OTAN. Es una maniobra defensiva, para proteger su territorio y su democracia frente a la agresión rusa, un régimen autoritario.

La pregunta es si ese Gobierno es nacionalsocialista, como quiere dar a entender Putin, o hay partidos fascistas en Ucrania. Volodímir Zelenski, el presidente, es el líder de «Servidor del Pueblo», una formación centrista sin ideología marcada, europeísta y demócrata. Además, Zelenski es judío de origen ruso, por lo que dificilmente puede ser un nazi antirruso. No hay partidos nacionalsocialistas en Ucrania, salvo algún grupúsculo, como en cualquier país.

La apelación a la «desnazificación» es un recurso retórico, mentiroso de Putin, que tiene varias lecturas. Quiere que las repúblicas ex soviéticas sientan que nunca serán completamente independientes de Moscú, además que Occidente sepa que no va a permitir la inclusión de estos países en su órbita, y, por último, un mensaje para su país: Putin es el nuevo Padre de todas las Rusias, que no se arruga ante nadie.

Es falso que haya minorías rusas en peligro. Es un recurso que usó Hitler para su Lebensraum, la satisfacción del «espacio alemán» con la defensa de esos grupos etnolingüísticos, y lo mismo hizo Stalin en la URSS. Ucrania es una democracia que resuelve sus conflictos a través de la ley, y que no contempla «genocidios» de etnias. El problema ucraniano no es de comunidades nacionales enfrentadas, sino de formas distintas de ver la política, donde la Rusia de Putin ha sabido moverse incentivando la confrontación en beneficio propio. El conflicto, por tanto, es entre demócratas que defienden la libertad y nacionalistas autoritarios que, con la excusa lingüística, orbitan alrededor del dictador ruso.