Testimonio
La profesora de Kiev que sigue con sus clases de español pese a las bombas
Alla Martynova asegura que en la capital la vida es “más o menos tranquila” gracias a la defensa de los “heroicos” soldados ucranianos
Puede que la guerra le haya privado muchas cosas, pero no de un envidiable buen humor. Alla Martynova, de 64 años, profesora de español en Kiev y rusa de nacimiento, es alegre y optimista. También luchadora. Esta mujer enamorada de la cultura española no está dispuesta a abandonar su país por muchas bombas que lancen los rusos. “Amo Ucrania y no me pienso marchar. Los rusos no me van a echar de mi país”, explica a LA RAZÓN en una conversación telefónica mientras, dice, suenan de fondo explosiones registradas al norte de la capital. “La última noche no han parado de sonar las sirenas, hemos estado muy intranquilos, pero yo personalmente confío en que todo esto acabará con una victoria de nuestro ejército”.
Cada noche, Martynova baja al sótano del bloque de vecinos en el que vive en Kiev. En un aparcamiento de coches han improvisado un refugio contra las bombas del enemigo. “Muchos vecinos se han ido desde que comenzó la invasión el 24 de febrero, pero siguen quedando bastantes en el bloque. Cada noche nos juntamos unas 200 personas, niños incluidos. Las condiciones no son muy buenas que se diga”.
Nacida en la ciudad rusa de Taganrog, en la región de Rostov, a las orillas del mar de Azov, Martynova se ha dedicado toda la vida a la enseñanza. Se enamoró de España y del español y durante años lo enseñó en colegios de secundaria de Ucrania y actualmente en una academia de Kiev. Sus clases, ahora online, no ha parado con la guerra. Eso sí, cada vez tiene menos alumnos. “Entiendo que la prioridad de los estudiantes es salvar su vida y la de su familia, pero seguimos con las clases. Hay que estar activo ¿no?”. En sus clases enseña gramática y difunde obras de la literatura española y en español. “Ahora estamos están leyendo Una venganza, a Isabel Allende, pero también leemos obras de Lorca, Unamuno, Blasco Ibáñez, Cela, Unamuno, Machado y Bécquer”.
Esta es la segunda guerra que Martynova sufre en sus carnes en menos de ocho años. En 2014, vivía en la ciudad de Lugansk, en el este de Ucrania, donde rebeldes ucranianos prorrusos autoproclamaron una república apoyada por Moscú. Aquel año cientos de tropas enviadas por el Kremlin entraron en la ciudad donde Martynova vivía decentemente, hasta que decidió trasladarse a Kiev. “Tuve que abandonar mi casa, mi trabajo y empezar desde cero en la capital. Me fui de Lugansk porque no quería vivir bajo la amenaza y en esa república. Mi país es Ucrania y es donde quiero seguir”.
No tiene miedo ahora de la guerra, pero sí lo tuvo los primeros días del conflicto. Entre suspiros reconoce que la situación en Kiev es relativamente tranquila. “No es comparable con el martirio que están viviendo Mariupol Jarkiv o Chernigiv”, dice. “Las autoridades kievitas intentan hacer la vida aceptable, tenemos todos los alimentos necesarios aunque claro que no hay tanta variedad como había antes. Pero es que estamos en guerra. Contamos con electricidad, agua y calefacción. En Kiev la vida es más o menos normal”. Gran parte de que la vida en la ciudad sea “soportable” se debe -dice- a la defensa de las tropas ucranianas. “Son una auténticos héroes. Gracias a ellos podemos vivir más o menos seguros. Muchos políticos decían que en tres o cuatro días Ucrania iba a caer, pero nuestros soldados, con menos recursos y menos potencia, están haciendo lo imposible por mantener al país en pie”.
Como otros muchos ucranianos, Martynova tenía antes de la guerra contacto con rusos. Eran conocidos, pero ahora esas relaciones se han roto: “Discutimos en cuanto empezó la invasión. Es muy duro saber que la mayoría de los rusos apoyan la guerra”. En cuanto a Putin.... “Dicen que no es bueno odiar, que el odio destruye la mente de las personas, pero en estos días Putin no me provoca más que odio porque es el origen de todo el dolor y la destrucción que está sufriendo mi país”. No se imagina esta profesora una Ucrania dividida como resultado de un acuerdo que ponga fin a la guerra: “Ucrania es un país soberano y un país europeo y no creo que se parta en dos porque nuestros soldados no lo permitirán. Se dice que los ucranianos creen más en sus fuerzas armadas que el papa en la existencia de Dios”, comenta entre risas.
Martynova no pide la intervención de Estados Unidos ni de países europeos en la guerra, pero sí el envío de armas y más sanciones para Rusia. “Hay que agradecer la ayuda de la OTAN, de Europa y de España. España me encanta y a mis compatriotas también. España es un tesoro, su arquitectura, su literatura, sus ciudades... Existía un gran interés en Ucrania hacia España y seguro que después de la guerra se mantendrá. Los españoles son gente increíble, abiertos y acogedores”.
✕
Accede a tu cuenta para comentar