Guerra de Ucrania

«Los niños ucranianos se culpan de la muerte de sus padres»

Los sanitarios del hospital infantil de Okhamdyt en Kiev no solo detienen hemorragias y curan heridas de bala, sino que tienen que consolar a los huérfanos de la guerra

Nastya Kuzyk,de 20 años, es confortada por su madre en un hospital tras ser herida en un bombardeo ruso en Chernihiv
Nastya Kuzyk,de 20 años, es confortada por su madre en un hospital tras ser herida en un bombardeo ruso en ChernihivRodrigo AbdAgencia AP

Para los médicos de Okhamdyt, el hospital infantil de Kiev, la batalla por las vidas de las pequeñas víctimas de la guerra empezó el 24 de febrero. El primer paciente, un niño de 7 siete años, llegó al hospital en estado crítico. Inconsciente y con una pérdida de sangre significativa por las heridas de metralla en el cuello, con una laceración en la cabeza y una conmoción cerebral. Al principió, los médicos no sabían cómo se llamaba y le pusieron el nombre «Desconocido 1». Luego descubrieron que toda su familia murió. A pesar de todos sus esfuerzos el pequeño Semen fue el primer paciente perdido en esta guerra, y uno de los 135 niños ucranianos muertos desde el inicio de la guerra, según los datos de la Fiscalía General.

Dima, uno de los pacientes más recientes de Okhmadyt, escapó de Chernigiv junto con su familia que no quiso abandonar la ciudad hasta el último momento porque el hijo mayor está en el Ejército protegiendo la ciudad. Estaban escondidos en un trastero: allí pasaron dos semanas sin gas, luz y calefacción. Dima cuenta que en el trastero «estaba muy oscuro, había solo una lámpara y no tenían comida».

Cuando estaban huyendo, un misil golpeó el coche de al lado y toda la familia quedó herida. La metralla alcanzó la pierna del niño. En el camino hacia el hospital, Dima decía a su madre todo el rato que no «sentía dolor». Los médicos de Okhmadyt hicieron las operación y sacaron las metrallas. Ahora la familia está a salvo y les espera un proceso largo de rehabilitación física y emocional.

Valeriy Bolkunov, el cirujano microplastico de 41 años, desde hace un mes ha cambiado de especialización. Ahora se dedica al cierre de hemorragias y a la renovación de la circulación sanguínea, curando las heridas de balas o causadas por explosiones. Reconoce que los primeros días incluso los médicos estaban un poco perdidos. Pero ahora junto a sus compañeros vive en el hospital «para estar siempre dispuesto ir a cualquier sitio incluso por la noche después del toque de queda».

Aunque su profesión requiere un cierto grado de estabilidad emocional, Valeriy contó varias historias de sus pacientes que le impactaron mucho. «Aguantamos porque tenemos que ayudar a otros pacientes. ¿Qué emociones predominan? Básicamente son dos. La tristeza porque sufren los niños, e ira contra la gente que hace sufrir a los pequeños», comenta el cirujano.

Así, uno de los pacientes de Valeriy, un niño de 9 años, antes de la guerra estaba viviendo en las afueras de Kiev junto con su familia. Cuando una columna de tanques entró en su ciudad, un soldado ruso atacó al padre: le había roto la mandíbula con una culata del rifle. La familia pasó unos días sin luz y agua en una zona controlada por los rusos que no le permitieron al hombre obtener asistencia médica. El pequeño decidió ayudar a su padre y fue a cortar leña para calentar un poco la casa. Como el hacha pesaba demasiado, el niño se amputó los dedos. Solo después de este incidente los soldados rusos les permitieron acudir al hospital, y aquí, en Okhmadyt, los médicos cosieron los dedos al niño y curaron a su padre enfermo.

La terapia de hablar

Para Olga, psicóloga de 35 años, Okhmadyt se ha convertido en su casa. Siempre está allí para los que la necesitan: los niños y sus padres, médicos y los soldados, que últimamente también se encuentran entre los pacientes del hospital ucraniano. «Los cirujanos no siempre quieren contarme lo que a ellos les preocupa, así que estoy allí en la sala de emergencia para que puedan hablar con alguien. No lo llamo terapia. Sin presión», comenta Olga.

Los soldados que acuden al hospital a veces también necesitan ayuda psicológica, especialmente los que no tuvieron una experiencia previa en el Ejército.

«Hay que explicarles que no están solos, y que no les han abandonado aquí heridos. Ellos pueden volver luego si quieren. También siempre se puede luchar por tu país estés donde estés. Les doy ejemplos de la gente que ayuda sin estar en el ejército», cuenta Olga a LA RAZÓN.

La psicóloga explica que el espectro de emociones de los niños que han perdido a sus padres es muy grande y depende de la edad de los menores.

«Los niños pequeños a veces no entienden que pasó, y los que son un poco mayores muchas a veces se culpan a sí mismos, o dicen que deberían morir ellos en vez de su madre, su padre o su hermano o hermana», añade.

Olga reconoce que la guerra también se ha convertido en un examen emocional para los psicólogos del hospital. Recuerda la historia de un niño de Bucha que llegó a Okhmadyt hace unos días junto con su hermana y su padre: la niña pequeña necesitaba asistencia médica urgente y el niño físicamente estuvo bien, pero vio como un proyectil había matado a su madre.

«Para mi fue un momento muy duro, porque tenía el mismo nombre que mi hijo y era un año menor que él. Este pobre niño me decía todo el rato que me parezco mucho a su madre, tengo su voz y las manos de ella», comenta Olga.