Sucesos
El triple crimen satánico que inspiró la cuarta temporada de “Stranger Things”
La serie de Netflix ha querido recuperar un caso que fue paradigmático de cómo era la sociedad norteamericana en las décadas de los 80 y 90
La batalla en el centro comercial Starcourt, que llevó el terror y la destrucción a Hawkins hizo que los protagonistas de la serie se separaran por primera vez. Como no podía ser de otra manera, los creadores de la serie prepararon una nueva lucha épica contra una amenaza sobrenatural, que mantiene a los espectadores pegados a la pantalla desde su estreno el pasado 27 de mayo.
La serie estrella de Netflix ha batido todos los récords de la plataforma desde su estreno en 2016, con más de 65 premios y 175 nominaciones, incluyendo las de los Premios Emmy, los Globos de Oro, los Grammy, los SAG, DGA, PGA, WGA, BAFTA, un premio Peabody, Programa del Año de AFI, los premios People’s Choice Awards o los Teen Choice Awards.
Y de momento, parece que sigue estando muy viva a pesar de estar ya en su cuarta temporada. La tercera acumuló 40,7 millones de cuentas familiares en sus primeros cuatro días en el servicio, más que cualquier otra película o serie de Netflix en ese período, y 64 millones de hogares en sus primeras cuatro semanas en Netflix.
A pesar de que todos los monstruos de la serie son imaginarios, hay mucha parte de verdad en ella. Por un lado, la música, elegida de forma exquisita y que recupera temas míticos de los años 80; y por otro, traslada al espectador a la época, donde el esoterismo influía mucho en el comportamiento de las personas y que en ocasiones terminada de forma trágica. Uno de estos episodios es el de Damien Echols, que pasó 18 años en el corredor de la muerte por un ritual satánico en el que murieron tres niños de forma salvaje a pesar de que nunca se pudo probar su implicación. El caso, conocido como los asesinatos de West Memphis (Arkansas), aterriza en la serie a través Eddie Munson (Joseph Quinn), inspirado en Schols, líder del club West Memphis Three.
Eddie es un amante del Rock Metal, un traficante de drogas incomprendido, considerado como un monstruo por los deportistas del instituto de Hawkins y tiene una particular rivalidad con Jason Carver (Mason Dye), el capitán del equipo de baloncesto.
Sin embargo, eso no impide que se haga amigo de la novia de Jason, la animadora Chrissy Cunningham (Grace Van Dien), cuando ella le pide drogas que acaben con sus pesadillas. Eddie está acusado de asesinar a Chrissy después de que Vecna (Jamie Campbell Bower) la matara en su tráiler. Jason irrita a una multitud enfurecida para que lo localice, convencido de que es el líder de un culto satánico.
La trama es un guiño al “pánico satánico” de la vida real que se apoderó de EE UU en las décadas de 1980 y 1990, donde se multiplicaron los grupos que adoraban al diablo y cometían terribles sacrificios y abusos a niños de corta edad. La cuenta frikie de Netflix confirmó la relación entre el personaje de ficción y el real.
¿Qué ocurrió exactamente en el West Memphis Three?
En 1993, tres niños de ocho años, Michael Moore, Steven Branch y Christopher Byers, fueron encontrados muertos cerca de un arroyo en West Memphis. Sus cuerpos estaban mutilados y atados con los cordones de sus propios zapatos.
Los investigadores enseguida determinaron que se trataba de un crimen relacionado con un culto satánico y se centraron en Echols, de 18 años, que practicaba Ouija, tenía el pelo largo, leía libros de Stephen King y le gustaba el heavy metal. Los agentes sabían que había abandonado los estudios porque era un habitual en comisaría por hurto y robo. También tenía antecedentes de problemas de salud mental y depresión.
A pesar de que tanto los agentes como los medios de comunicación lo declararon culpable antes de que se celebrara el juicio, Echols negó por activa y por pasiva cualquier implicación en tan abominable crimen.
A pesar de ello, fue detenido junto a su amigo Jason Baldwin, de 17 años, que también negó los hechos. el problema fue que el miedo y la presión policial llevaron a Jessie Misskelley, de 16 años, a inculparles. Le dijo a los agentes que estaba con ellos cuando cometieron los crímenes pero que ella no participó. Misskelley fue interrogada durante 12 horas y sin la presencia de un abogado a pesar de ser menor de edad. Si declaración estaba llena de contradicciones, incluida la afirmación de que abusaron sexualmente de los niños, algo que no había ocurrido.
A pesar de las evidencias circunstanciales, Echols y Baldwin fueron declarados culpables de asesinato en primer grado en marzo de 1994. Baldwin fue sentenciado a cadena perpetua mientras que Echols recibió la pena de muerte como el líder del grupo.
En 2007, las pruebas de ADN, una tecnología que no estaba disponible cuando se cometieron los crímenes, demostraron que no había evidencia física que vinculara a ninguno de los tres con el crimen. El caso atrajo la atención mediática en Estados Unidos y personajes populares como Johnny Depp, o el líder de Pearl Jam, Eddie Vedder, salieron públicamente a pedir que fueran liberados.
No fue hasta 2011, cuando Echols, Baldwin y Misskelley fueron puestos en libertad después de que los fiscales reconocieran que durante el juicio no había pruebas suficientes para condenarlos. Echols publicó sus memorias “La vida después de la muerte” un año después. En 2014 coescribió con su esposa, Lorri Davis, a la que conoció en prisión, el libro “Yours for Eternity: A Love Story on Death Row”.
18 años de prisión y aislamiento
A pesar de saberse inocente, Echols tuvo que vivir día a día durante 18 años en una pequeña celda, lejos de sus amigos, de su familia, de su casa. A oscuras, sin saber qué hora era, sin interactuar con otros humanos, sabiendo que cada día estaba más cerca de morir ajusticiado por un crimen que no cometió.
Tal y cómo el mismo describiría, su vida en el corredor de la muerte trasncurría en una habitación de 8 por 10, 24 horas al día, 7 días a la semana. Durante los primeros 10 años tuvo contacto con otras personas, pero a medida que pasaban los años, fueron alejando a los internos y terminó solo en su celda, en la que sólo había una ventana y apenas entraba luz.
Sus interminables horas en la celda las pasaba pensando “tienes que hacer tiempo” porque sus compañeros se acababan volviendo locos y se quitaban la vida. Un prisionero se cortó el cuello con una cuchilla de afeitar y se tapó con una manta para que nadie se diera cuenta de lo que había hecho y diera tiempo a que se desangrara antes de ser descubierto. Otro afirmaba que el diablo estaba con él y se rompió la cabeza a golpes dentro de la celda,
Pero la vida de Echols no era sólo soledad y tristeza. También era dolor debido a las violentas palizas que le propinaban los guardias cada vez que iba a juicio para reclamar su libertad.
El único recurso que le quedaba era la magia, pero no la magia tradicional sino los rituales y prácticas para fortalecer la espiritualidad. Como él mismo definiría, “es el camino occidental hacia la iluminación”. “[Estamos] vagando sin rumbo fijo, eso es lo que hacemos a lo largo de la vida. No recordamos de dónde venimos, adónde vamos o por qué se supone que debemos ir allí. La magia hace que recuerdes algunas de estas cosas y le da un sentido a la vida’', explicó.
La magia que practicaba Echols consistía en técnicas de meditación, visualización y respiración, así como ceremonias y rituales, todo con el propósito de lograr un crecimiento espiritual que le ayudara a manejar el estrés físico y emocional durante tanto tiempo.
Y a día de hoy esa espiritualidad sigue jugando un papel fundamental en su vida porque adaptarse de nuevo a la vida real no fue fácil. Tenía 18 años cuando fue encerrado y salió 18 años después. Media vida después.
“No me había dado cuenta de que había perdido cosas como la capacidad de reconocimiento facial, la capacidad de reconocimiento de voz, mi vista estaba destruida. El precio mental, físico y emocional que he pagado ha sido altísimo”, explicó. Y estrés postraumático. No recuerda nada de los dos primeros años en prisión, que fueron un trauma para aquel joven inocente. Actualmente vive en la ciudad de Nueva York con su mujer,
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