Japón
Aogashima, el pueblo japonés construido dentro de un volcán
La isla en su totalidad es un cráter volcánico, cuenta con algo más de 170 habitantes y es famosa por sus aguas termales
Situada a 358 kilómetros de Tokio y rodeada por las aguas del mar de Filipinas se encuentra Aogashima, una isla volcánica perteneciente al archipiélago japonés de Izu cuyos habitantes viven en el interior de un volcán activo.
La isla se originó a partir de fragmentos volcánicos de cuatro calderas submarinas con una superficie de aproximadamente 8 kilómetros. Su perímetro está formado por una gran caldera llamada Ikenosawa que mide un diámetro de 1,6 kilómetros y en su interior alberga el Maruyama, un cono volcánico de algo menos de 200 metros de altura y que aún se encuentra activo.
La totalidad de la isla es un cráter volcánico, dentro del cual se encuentra un volcán menor. Debido a lo cual, acantilados escarpados se elevan desde el océano por todos lados cayendo hacia adentro y creando un gran cuenco anillado. Las mejores vistas son, obviamente, desde el aire, sin embargo existen rutas para caminar con impresionantes miradores con los que poder admirar tanto el cráter como el paisaje marino. Uno de los mejores se encuentra en el Parque Oyamatenbo, situado a unos 45 minutos a pie del helipuerto de la isla, un espacio que cuenta con una vista panorámica desde uno de los puntos más altos de Aogashima. Sin embargo, si queremos disfrutar de estas vistas debemos ir preparados, según el “Portal oficial de turismo de Tokio”: “los vientos pueden ser fuertes y la hierba del sendero, de 1 kilómetro de largo, está alta, así que prepárese y vístase adecuadamente”, a lo que añaden: “En las noches despejadas la vista del cielo estrellado es espectacular, pero recuerde llevar una linterna para subir de noche”.
Aunque su última gran erupción fue en 1785, la implacable fuerza del volcán acabó con la vida de la mitad de la población e hizo que los supervivientes tuvieran que abandonar la isla durante 50 años. Hoy, a pesar de que la actividad volcánica es latente, los poco más de 170 habitantes de Aogashima llevan una vida tranquila. Aprovechan los beneficios del calor del volcán a través de aguas termales y saunas naturales convirtiéndola en una especie de isla paradisíaca. Asimismo, cuentan con una serie de respiradores hidrotermales con los que cocinan huevos y boniatos. Los pilares de la economía de Aogashima son la pesca, la agricultura y, lo que es más importante, la producción de sal, gracias a la planta situada en el borde exterior del cráter. La isla sigue siendo particularmente desconocida hoy en día en parte por la falta de puertos naturales, lo dificulta el acceso a la isla. El único modo de llegar a Aogashima es vía Hachijojima, una isla más grande situada a 70 km al norte, en la que deberemos optar por un ferry, cuando las condiciones del mar lo permiten, o un helicóptero.
La isla es parte de Tokio, pero en comparación con el ritmo de vida, las luces brillantes y el bullicio de la metrópolis, Aogashima es un mundo aparte. La vida en la isla respira un ambiente mucho más calmado. Solo hay una tienda, una oficina de correos y dos bares. El alojamiento se limita a unos pocos hostales y a un camping gratuito, que cuenta con una sauna geotérmica donde poder ducharse y relajarse.
Por último, respecto a su gastronomía, se pueden disfrutar multitud de platos locales y el Aochu, una bebida similar al vodka que se elabora con boniato.
La catástrofe de 1785
Para los residentes de Aogashima, 1785 fue un año inolvidable. Aunque no estaban vivos para presenciar el evento más mortífero en la historia de la isla, saben muy bien lo que sucedió, aunque eso no les ha hecho cambiar de opinión acerca de vivir en la cima de un volcán. Han escuchado las historias sobre cómo, el 18 de mayo, el suelo comenzó a temblar y gigantescas columnas de gas y humo salieron de la boca del volcán de la isla, arrojando rocas, lodo y otros escombros al cielo. Días más tarde, el 4 de junio, los 327 residentes de la isla no tuvieron más remedio que evacuar, pero solo la mitad lo logró.
Aquellos que viven en la isla, con un volcán registrado como activo por la Agencia Meteorológica Japonesa, la agencia gubernamental responsable de monitorear los 110 volcanes activos de la nación nipona, saben que siempre existe la posibilidad de que la historia se repita, pero están dispuestos a correr el riesgo.
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