En crisis

La dictadura cubana se queda también sin el turismo

Díaz-Canel ha tomado decisiones que han desalentado a los viajeros extranjeros

Un automóvil estadounidense clásico transita con turistas por las calles de La Habana (Cuba)
Un automóvil estadounidense clásico transita con turistas por las calles de La Habana (Cuba)Yander ZamoraAgencia EFE

Tenía que ser el salvavidas, pero, como tantas otras cosas en Cuba, también se hunde. Se trata del turismo, una de las principales fuentes de ingresos para la dictadura castrista, que no levanta cabeza tras el golpe devastador de la pandemia. Cuba recibió hasta octubre del año pasado 319.852 viajeros, según los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), lo que supone una caída drástica respecto a los 4,2 millones que llegaron en 2019, el último año antes de la aparición del coronavirus. Se trata del peor dato desde que empezó a haber registros en la década de 1990. Para Emilio Morales, presidente de la consultora Havana Consulting Group, el sector «está empantanado» por «el caótico manejo de la pandemia» y las «malas estrategias económicas» de las autoridades cubanas.

El Gobierno de Miguel Díaz-Canel ha tomado decisiones que han contribuido a desalentar a los viajeros durante la pandemia, como la imposición de cuarentenas en centros estatales de dudosas condiciones a los recién llegados, o la apuesta por vacunas locales de las que muchos desconfían, en detrimento de las autorizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Después de muchos meses de dudas y algunos pasos aparentemente contradictorios, acuciado por el malestar popular, el Gobierno se decidió el pasado noviembre a reabrir de nuevo sus fronteras al turismo

El descontento latente cristalizó en las protestas masivas del 11 de julio, a las que se llegó por una crisis económica sin precedentes desde la caída de la URSS, el gran patrocinador de la Cuba castrista en la escena internacional, y el Gobierno sabe que muchos cubanos tenían en los visitantes extranjeros lo único parecido a una mínima fuente de ingresos estable, por lo que permitir su regreso podía aliviar la presión y de paso, echar algo las famélicas arcas del Estado.

Pero, al contrario de lo esperado, el turismo sigue en mínimos históricos y el régimen cubano ve cómo destinos más abiertos a la inversión privada, como República Dominicana y sus más de 4 millones de visitantes en 2021, atraen ahora a quienes han descartado a Cuba como opción. El plan pasaba por abrir el país cuando se hubiera avanzado lo suficiente en la vacunación. Según las cifras del Gobierno, más del 90% de los 11,2 millones de habitantes de la isla han recibido ya la pauta completa de alguna de las tres vacunas desarrolladas por científicos cubanos: Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus. Pero quizá la falta de confianza en estos sueros fuera de la Cuba castrista sea uno de los factores que explican porque cada vez menos gente quiere pasar sus vacaciones en Cuba.

El turismo es un sector estratégico para Cuba y antes de la pandemia aportaba cerca de un 10% de su Producto Interior Bruto (PIB). La apertura al turismo en los primeros años del siglo permitieron a la dictadura castrista aliviar su precaria situación tras la desaparición del padrino soviético. Su control ha estado siempre en manos del consorcio de empresas estatales Gaesa, controlado por el alto mando militar. Gaesa es uno de los conglomerados más ricos e influyentes de la isla. Solo con los hoteles del Grupo Gaviota se calcula que ingresaba 700 millones de dólares anuales en los buenos tiempos Al frente de Gaesa se encuentra el general Luis Alberto Rodríguez López Callejas, un oscuro personaje, ex yerno de Raúl Castro y sancionado por Estados Unidos por blanquear fondos para la dictadura.

López Callejas, que rara vez se deja ver en público, es oficialmente uno de los asesores del presidente Díaz-Canel y también el hombre clave en la estructura empresarial cuidadosamente diseñada para canalizar todos las remesas que envían a sus familias en la isla los miembros de la diáspora. Es toda una red que se ha convertido en una de las principales fuentes de captación de divisas para la dictadura y un cuello de botella que obliga a que los cubanos emigrados que quieren ayudar a su gente en la isla tengan que financiar indirectamente al régimen que los oprime. A eso se sumaban los pingües beneficios del negocio de turismo, ahora bajo mínimos.

Pero si bien la cúpula militar ha sabido todos estos años colocarse como principal beneficiaria de uno de los pocos rubros rentables de la anquilosada economía cubana, hay serias dudas de que sea capaz de reflotar al sector ahora que naufraga. Y es que no hay que remontarse muy lejos para encontrar ejemplos de incompetencia en las autoridades cubanas. La llamada Tarea Ordenamiento, el plan de reformas anunciado a bombo y platillo por Díaz-Canel para sanear la economía es hoy poco más que un enunciado vacío y las únicas medidas que se llevaron a efecto provocaron un aumento de la inflación y el consecuente enojo de la población.

Así que, mientras el sector turístico mundial se apresta a continuar con la senda de su recuperación, Cuba ve como sus principales mercados, Estados Unidos y España entre ellos, se orientan ahora hacia otros destinos. Y pocos en Cuba apuestan a que los mismos planificadores que la llevaron a su situación actual vayan a ser capaz de enderezarla.