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La mano tendida de Biden choca con el auge de la extrema izquierda en América Latina

El cierre de la Cumbre de las Américas en Los Ángeles subraya los límites de la influencia de Washington

Presidente de Estados Unidos, Joe Biden
Presidente de Estados Unidos, Joe BidenCAROLINE BREHMANAgencia EFE

El cierre de la IX Cumbre de las Américas organizada por Estados Unidos en el Centro de Convenciones de Los Ángeles sirvió para escenificar el aparente declive de su influencia en la región y los hasta ahora escasos resultados de las políticas del presidente Joe Biden para hacer frente a los gobiernos autoritarios y populistas que proliferan en ella.

Debía ser la gran cita continental y Biden esperaba sacar de ella compromisos concretos de sus vecinos del sur para el control de la inmigración irregular, pero estuvo marcada por las ausencias de algunos líderes latinoamericanos principales. Se esperaba una declaración conjunta en materia migratoria, principal resultado tangible de la cumbre, pero el hecho de que los gobernantes de algunos de los principales países implicados en este fenómeno declinaran participar invita al escepticismo.

Como ha sido habitual en los últimos años, Washington no invitó al venezolano Nicolás Maduro, el cubano Miguel Díaz-Canel ni el nicaragüense Daniel Ortega, dictadores con un sombrío currículo en materia de derechos humanos.

Pero, quizá para sorpresa del equipo de Biden, se sumaron después ausentes voluntarios. No estuvieron el boliviano Luis Arce, el guatemalteco Alejandro Giammatei, ni la hondureña Xiomara Castro. La ausencia más destacada fue la del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que, fiel a su estilo populista, rehusó participar en protesta por la exclusión de Maduro, Díaz-Canel y Ortega.

La diplomacia estadounidense trató de minimizar el fiasco ofreciendo encuentros bilaterales con Biden a algunos otros líderes que habían coqueteado con la posibilidad de no asistir y así aseguró la presencia del brasileño Jair Bolsonaro y el argentino Alberto Fernández, que como el chileno Gabriel Boric criticó el veto a Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Con México, cuya colaboración es clave para frenar a los inmigrantes clandestinos rumbo a Estados Unidos, Washington optó por tragarse el sapo del desplante de AMLO y confirmó una reunión con Biden en el Despacho Oval el mes que viene.

Biden ha centrado sus esfuerzos de cara a esta cumbre en la lucha contra el cambio climático y la inmigración irregular, cuyo volumen no ha parado de crecer y se ha convertido en uno de sus frentes más vulnerables ante las críticas de los republicanos. El expresidente Donald Trump insiste en que hay una “crisis en la frontera” provocada por la tolerancia de Biden con los sin papeles y los viajes a Centroamérica de la vicepresidenta Kamala Harris, que tuvo un gran protagonismo en la cumbre, no han dado hasta ahora el resultado deseado.

Juan González, el diplomático estadounidense encargado de los asuntos de América Latina, dijo en un encuentro con periodistas que Biden y las otras dos docenas de líderes asistentes a la Cumbre firmarían una declaración sobre migraciones, “enviando una fuerte señal de unidad y determinación para controlar la crisis migratoria regional”, un mensaje que pone de manifiesto la urgencia de Washington por implicar a sus vecinos del sur para combatir el problema en origen. Y Harris prometió 1.900 millones de dólares del sector privado para crear oportunidades en los países de origen, pero no parece que el dinero pueda solucionar un problema tan complejo si no hay voluntad política.

A la espera de conocer el alcance real de la declaración, todos los observadores coinciden en que el modesto desenlace de la cumbre revela los escasos resultados de la política menos agresiva que su predecesor que Biden ha adoptado ante las dictaduras cubana, nicaragüense y venezolana, un eje regional que se mantiene bien engrasado y sigue mostrando olímpico desprecio por los derechos humanos y las libertades públicas.

Pese a que Washington suavizó recientemente las sanciones aprobadas en la era Trump contra Caracas, permitiendo, por ejemplo, que Repsol y la italiana ENI reanuden sus tratos con la petrolera estatal venezolana, y contra Cuba, moderando los límites a las remesas y vuelos con destino a la isla, la respuesta no ha sido en absoluto amistosa.

Díaz-Canel proclamó desde La Habana que nunca participaría en una cumbre organizada por Estados Unidos aunque le invitaran y Maduro se permitió escenificar que ya no se siente tan aislado internacionalmente con una gira internacional que lo ha lleva a Turquía, Irán y Argelia. Ortega firmó ayer un decreto que autoriza la presencia de militares rusos en Nicaragua.