Secuestros

Periodismo se escribe con A de Ángel

Ángel Sastre, en una imagen de su perfil de Twitter.
Ángel Sastre, en una imagen de su perfil de Twitter.larazon

Ángel Sastre nació en Extremadura, pero siempre soñó con contar historias. No historias comunes, como las que aparecen en los libros, sino lo que ocurría en el mundo, en su entorno. Todavía no sabía que aquel impulso temprano por narrar lo que sucedía tenía un nombre propio: periodismo. Desde que conoció cómo se llamaba su profesión, no ha dejado de entregarse a ella. Hoy en día, Ángel Sastre escribe, relata y cuenta lo que ve. No le importa el medio: radio, prensa o televisión. Lo importante para él es que el público esté informado y la única manera de informar es estar en los lugares. Esta entrega decidida se vio reconocida en 2010 con el Premio Larra a la mejor trayectoria profesional para reporteros jóvenes. Su manera de trabajar es muy sencilla. La dicta la curiosidad. Intentar averiguar cómo vive la gente, qué sienten los pueblos, cuáles son las necesidades de los desfavorecidos. Cuando le invitaron este año a Qatar para impartir unas conferencias, no lo dudó. Mientras otros aprovecharon para acomodarse por unos días, él salió en busca de la realidad. El resultado de esa incursión fue un reportaje sobre los esclavos del siglo XXI: trabajadores del sureste asiático que desarrollaban sus tareas en condiciones deplorables.

Eligió la ciudad de Buenos Aires como corresponsalía, donde reside en la actualidad. A partir de ahí, viajó por el continente americano. No sólo le gustaba las posibilidades que ofrecía aquel sitio para sacar buenas noticias, sino que sentía un vínculo especial con la forma de vivir y sentir de aquellos países. Eso ocurrió hace casi una década. Ahora, ejerce ahí su profesión. Lo hace con vitalidad, sin conceder espacio a la duda o el temor que, en ocasiones, pueden asaltarle cuando va a cubrir un acontecimiento arriesgado o tiene que internarse en esos territorios marcados en rojo. Ángel Sastre no es de los redactores que se quedan a distancia de donde está el foco de atención. Él prefiere sumergirse en los acontecimientos para conocer mejor a las personas con las que habla. Un ejemplo es su magnífico reportaje sobre «La bestia», ese tren infame de mercancías en el que los que sueñan con un futuro mejor se hacinan para lograr un pase hasta Estados Unidos. O, también, su hábito de acudir cada año a Costa Rica para la «misión Tiburón», que consiste en marcar a los escualos para conocer más sobre ellos y sus costumbres. Tiene un blog, «Machetada», donde reflexiona sobre la profesión que tantas alegrías y disgustos da. Ese blog refleja perfectamente cómo es él y de qué le gusta informar. Ángel es de esas personas que no conciben la vida sin el periodismo. Y, en vacaciones, cuando la mayoría huye a la playa buscando un momento para descansar, él se embarca en un nuevo proyecto periodístico que le permita ahondar en nuevas realidades. Entre sus preferencias están los lugares envueltos en diferentes conflictos, bélicos o sociales, para informar después sobre ellos en largos y amplios reportajes. Oriente Medio, el este de Ucrania y este verano tocaba volver a Siria.