
Tribuna
El doble rasero de la ONU con Israel
El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha emitido más resoluciones contra Israel que contra todas las dictaduras del mundo

Escribo estas líneas a pocas horas de comenzar el Año Nuevo Judío. La entrada del nuevo año en el judaísmo se asocia, entre otras cosas, con comer manzanas sumergidas en miel. Esto representa el símbolo de la dulzura y la esperanza de que el nuevo año sea placentero y lleno de satisfacción. Rosh Hashaná es uno de los momentos más importantes para nuestra comunidad, dado que dejamos atrás otro año y recibimos con los brazos abiertos el que esperamos que sea un mejor año aún. He de reconocer que esta es de las pocas y primeras veces que recibo la entrada del nuevo año con mucha preocupación y tristeza al ver que, mientras las familias judías de todo el mundo se preparan para el Séder (cena festiva) de Rosh Hashaná, Naciones Unidas estarán recompensando al terrorismo yihadista de Hamás con un reconocimiento ficticio del Estado palestino. De los más de 120 conflictos abiertos que hay en el mundo actualmente, apenas habrá una palabra en esta cumbre en la Asamblea General. El mensaje no puede ser más claro: se conmemoran los 80 años del aniversario de la ONU, mientras se institucionaliza el antisemitismo, esta vez enmascarado a través de su vertiente más moderna y sofisticada, es decir, a través del antisionismo.
Esto se puede demostrar muy fácilmente con números y estadísticas. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha emitido más resoluciones contra Israel que contra todas las dictaduras del mundo juntas. Entre 2006 y 2024, el 30% de las resoluciones condenatorias fueron contra Israel. Es decir, 108 resoluciones contra el Estado judío. En ese mismo período, dictaduras como Siria, Irán, Rusia o Venezuela fueron condenadas, de forma conjunta, un total de 74 veces (Fuente: UN Watch). Sí, han oído bien y no, no es ninguna broma.
¿Qué legitimidad internacional puede tener un organismo como la ONU que permite que los Estados más totalitarios y sanguinarios del mundo tengan voz y voto en algo tan importante como es la defensa de los derechos humanos mientras ellos mismos los violan de forma sistemática en sus respectivos países todos los días?
¿Cómo puede ser posible que un país como Siria, que hasta hace bien poco con Asad a la cabeza gaseaba a sus propios conciudadanos con gas sarín, haya sido condenado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU menos que Israel? ¿O Rusia con su salvaje e ilegal agresión de forma unilateral contra otro Estado soberano como es Ucrania? ¿Qué derecho tienen estos países a dar lecciones a la única democracia de todo Oriente Medio que lleva casi dos años luchando por su propia supervivencia? Bienvenidos al mundo al revés.
Aprovecho esta ocasión para agradecer una vez más a Estados Unidos su claridad moral en estos tiempos tan oscuros que vivimos, sin dejarse llevar por los nuevos vientos que soplan por las capitales de París, Londres, Lisboa, Ottawa o Canberra. No he mencionado a España en esa lista porque nuestro país merece capítulo aparte. Nuestro país adoptó formalmente en 2020 la definición de la IHRA en la lucha contra el antisemitismo. La definición de la IHRA especifica de forma muy clara y concisa qué constituye antisemitismo en los tiempos modernos y qué no. El Gobierno de España está vulnerando e incumpliendo de manera sistemática varios principios de la definición de la IHRA. Seguramente en nada veremos a Sánchez salir a decir que, como siempre, él nos dice toda la verdad y que no incumple o miente, dado que claro está, solo cambia de opinión. Dicho esto, quiero recalcar que la mayor parte del pueblo español no es antisemita. Es importante diferenciar al actual Gobierno social-comunista liderado por Pedro Sánchez de la mayoría de la ciudadanía española.
Hagamos un corto repaso de los últimos meses para entender por qué y cómo el Gobierno de Pedro Sánchez se ha posicionado a través de sus múltiples acciones como uno de los mayores altavoces del antisemitismo en Europa. En declaraciones recientes desde la Moncloa, Sánchez lamentaba no tener armas nucleares para detener la ofensiva israelí. Palabras que perfectamente podría haber vertido la República Islámica de Irán, con el pequeño matiz de que ellos sí que disponen de armamento nuclear para cometer un nuevo holocausto contra el pueblo judío, como llevan expresando de forma abierta desde hace más de 46 años, ante el silencio y la complicidad de gran parte de la comunidad internacional.
Mientras la organización terrorista Hamás perpetraba la mayor matanza de judíos desde los tiempos de la Shoá, la actual ministra de Juventud, Sira Rego, tuiteaba que «Palestina tiene derecho a resistir tras décadas de ocupación, apartheid y exilio. La única solución es el fin de la ocupación». Poco después le seguía la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en un vídeo publicado en sus redes sociales diciendo que «Palestina será libre desde el río hasta el mar». En otras palabras, llamadas a la desaparición y al exterminio de la mitad del pueblo judío que habita entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. ¡Qué gratis sale hacer una proclama llamando a la aniquilación de un Estado y más si ese Estado es el único Estado judío del mundo!
En estos momentos, no dejo de pensar en países como Taiwán y lo mal que me sabe que gobiernos como el Ejecutivo liderado por Sánchez no puedan reconocer a Taiwán como Estado pleno, ya que los taiwaneses no han llegado a masacrar, mutilar, violar y quemar como lo hizo Hamás en aquel fatídico 7 de octubre de 2023. Imagino que esa será una de las nuevas condiciones para que a países como Taiwán se les pueda dar reconocimiento internacional. Ironías aparte, la posibilidad de que se produzca un éxodo masivo de gran parte de la comunidad judía europea ya es una triste realidad. Resulta irrisorio que, mientras la comunidad internacional se reúne esta semana en Nueva York para conmemorar los 80 años de la creación de la ONU coincidiendo con el final de la II Guerra Mundial, gran parte de la diáspora judía se esté planteando seriamente abandonar sus respectivos países de origen por un aumento de antisemitismo sin precedentes. Hoy más que nunca nuestros líderes necesitan tomar cartas urgentemente en el asunto. El momento de las palabras y las condenas firmes ha llegado a su fin. Se necesitan medidas concretas, como está demostrando Estados Unidos actualmente en su política de tolerancia cero al antisemitismo. Si Europa no hace los deberes, la vida judía desaparecerá más pronto de lo que la gente se imagina del Viejo Continente y con ello gran parte de su historia.
Juan Caldés es activista judío y experto en política de Oriente Medio
✕
Accede a tu cuenta para comentar