Proliferación

El aumento de arsenal nuclear de China pone en riesgo la estabilidad mundial

Pekín se pone al día a pasos agigantados para competir con la hegemonía militar de Washington y Moscú

Inventario nuclear global total
Vladimir Putin recibe a Xi Jinping en el KremlinTania NietoLA RAZÓN

En un contexto de crecientes tensiones geopolíticas, los arsenales nucleares de varios países, especialmente China, se multiplicaron el año pasado al tiempo que otras potencias atómicas han seguido modernizando los suyos, según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), con sede en Suecia.

El sistema nuclear bipolar ruso-estadounidense, que ha dominado el equilibrio atómico durante más de medio siglo, está evolucionando hacia un sistema tripolar menos estable que corre el riesgo de socavar los antiguos pilares de la disuasión y desencadenar una carrera armamentística nuclear.

De acuerdo al estudio sueco, se calcula que en el mundo están almacenadas 12.512 cabezas nucleares, de las cuales 9.576 se encuentran en arsenales militares listas para ser potencialmente utilizadas. Es decir, nada menos que 86 más que hace un año. Los arsenales difieren del inventario total, que incluye las ojivas antiguas almacenadas o pendientes de desmantelamiento. Y estas cifras están muy lejos de las más de 70.000 cabezas nucleares que se vieron durante el apogeo de la Guerra Fría, en la década de 1980.

Sin embargo, lo que resulta significativo es que 60 de esas nuevas cabezas nucleares son chinas. Se cree que el gigante asiático, la tercera potencia nuclear del mundo, ha incrementado su número de ojivas atómicas de 350 en enero de 2022 a 410 en enero de 2023. Aun así, hay estimaciones que lo superan con creces.

«Dependiendo del modo en que decida estructurar sus fuerzas, para finales de esta década Pekín podría tener al menos tantos misiles balísticos intercontinentales como Estados Unidos o Rusia», señaló el SIPRI.

En respuesta a dicho informe, Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, declaró que su país se adhiere a una estrategia nuclear defensiva y que sus capacidades nucleares se mantienen en el nivel mínimo necesario para la seguridad nacional, además de mantener su compromiso de salvaguardar sus legítimos intereses y defender la paz y la estabilidad mundiales, o de no dirigirse contra ningún país.

La doctrina nuclear china es el producto de cuatro escuelas de pensamiento diferentes: la doctrina nuclear autodefensiva, la de la disuasión nuclear mínima, la de la coerción contranuclear y, por último, una de disuasión limitada. Estas instituciones han influido en la creación de una doctrina centrada, entre otras cosas, en el compromiso de no ser el primero en utilizar este tipo de armamento, en la construcción de un arsenal eficiente y eficaz, y en el mantenimiento de una capacidad de segundo ataque.

La segunda economía mundial afirma además que jamás ha revelado públicamente su arsenal de cabezas nucleares, por lo que Song Zhongping, experto militar chino y comentarista de televisión, cuestionó la estimación del SIPRI «por carecer de pruebas concretas».

Ya en 1985, el líder soviético Mijail Gorbachov y el presidente estadounidense Ronald Reagan dieron un gran paso adelante al declarar conjuntamente que «una guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe librarse». Aquella afirmación ha perdurado, evocada por dirigentes de ambos países. En enero de 2022, el presidente ruso, Vladimir Putin, el presidente Joe Biden y los dirigentes de China, Francia y Reino Unido, todos ellos poseedores de armamento nuclear y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, la reafirmaron. Pero un mes después, Putin lanzó una invasión a gran escala de Ucrania, y Rusia utilizó amenazas nucleares en un intento de intimidar a otras naciones para que no intervinieran y recordó al mundo que su país «sigue siendo uno de los Estados nucleares más poderosos», con «cierta ventaja en varias armas de vanguardia».

Así pues, la diplomacia nuclear esta viviendo unos meses complicados, con el anuncio de Putin sobre la intención de suspender su participación en el Nuevo Tratado START, el último acuerdo de control de armas nucleares que queda entre EE UU y Rusia. La Administración Biden hizo lo propio posteriormente, proclamando que dejaría también de facilitar a Rusia información sobre el estado y la ubicación de sus misiles y lanzaderas, como exige el tratado.

Por ahora, ambas partes siguen respetando los límites sobre el número de cabezas estratégicas y misiles balísticos, lanzaderas y bombarderos nucleares asignados que mantienen. Pero esos límites desaparecerán en 2026, con la expiración final del Nuevo START, y dadas las tensiones por la guerra en Ucrania y el traslado de armas nucleares tácticas a Bielorrusia, hay pocas expectativas de diplomacia nuclear en el horizonte. Así como la geopolítica en torno al control de armas nucleares se está volviendo cada vez más compleja, también la tecnología que hay detrás del armamento. La invasión ucraniana ha reavivado el debate sobre el poder de los Estados poseedores de estas armas.

La situación es otro desafío al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), un compromiso contraído en 1968 por 191 Estados para no extender las armas nucleares más allá de los Estados que ya las habían probado. A pesar de ser signatarias del TNP, las superpotencias mundiales continúan aumentando la capacidad de sus armas nucleares: Estados Unidos ha invertido billones en su modernización, China ha ampliado sus ojivas y sistemas vectores, y Rusia ha puesto en alerta máxima sus fuerzas nucleares mejoradas.

Mientras tanto, Estados no pertenecientes al TNP como Corea del Norte, India y Pakistán determinan las relaciones regionales, junto con Israel, una potencia nuclear secreta con una política de ambigüedad deliberada. El resto del mundo está trazando sus propias líneas. Unos 86 Estados, cansados de la retórica vacía de desarme de los Estados nucleares, han firmado el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares de la ONU. Otros se ponen del lado de sus poderosos aliados nucleares: el pacto AUKUS de Australia con Estados Unidos y Reino Unido pretende equiparles con submarinos de propulsión nuclear en las próximas décadas. Mientras tanto, países que han confiado tradicionalmente en el paraguas nuclear de Estados Unidos para su protección, como Corea del Sur, Japón y Arabia Saudí, se plantean si ha llegado el momento de crear su propia infraestructura nuclear, por temor a que la capacidad de disuasión de Estados Unidos ya no sea suficiente para mantenerlos a salvo.

De acuerdo con informes estadounidenses, Pekín está empezando a construir su propia tríada de submarinos, misiles terrestres y bombarderos nucleares. Eso le daría más protección contra un primer ataque nuclear de Washington, al garantizarle que podría tomar represalias con un golpe atómico propio. Contar con su propia Tríada como póliza de seguro podría, a su vez, darle más confianza para lanzar operaciones militares convencionales, como una invasión de Taiwán, del mismo modo que Rusia pudo asaltar Ucrania, sin temor a ser contraatacada por Washington o Europa.

La dinámica más preocupante, según los estrategas nucleares, es la perspectiva de que China y Rusia colaboren en asuntos nucleares. Este mes de marzo, Rusia anunció la venta de combustible nuclear a la Agencia China de Energía Atómica, proporcionando a Pekín los materiales para construir más bombas. En las próximas décadas, ambos países podrían tener más armas nucleares desplegadas juntos que Estados Unidos, afirman los estrategas.