Nigeria
Elecciones en Nigeria: "El sábado se derramará sangre"
Este sábado se celebran los comicios presidenciales en Nigeria, donde la mayoría de los agentes implicados temen un brote de violencia que marchite el proceso electoral
La violencia política es real en Nigeria. Pero esta no consiste en amenazas y pataletas en el Congreso, la violencia política en Nigeria no es un arma dialéctica porque aquí trata de una violencia real, física, letal. Ejemplo: un senador del Partido Laboralista fue asesinado este jueves junto con otras cinco personas en el Estado de Enugu. La policía sospecha de los separatistas Biafra como perpetradores del ataque. Otro ejemplo: en mayo de 2022, un líder local del PDP fue asesinado a la edad de ochenta años en la ciudad de Ekparakwa. Y otro más: en julio de 2022, el convoy en el que viajaba el presidente saliente, Muhammadu Buhari, fue asaltado por una banda de hombres armados en el Estado de Katsina. Suma y sigue. Los observadores internacionales hace décadas que alertan sobre la peligrosa estrategia seguida por los principales partidos políticos, donde un elevado número de armas son entregadas a sus seguidores más radicales a lo largo del proceso electoral.
Religión y etnicismo, dos claves a considerar
La violencia política permuta en Nigeria y cobra nuevas formas, a las que cabría añadir la violencia generada por la etnicidad, la religión y los motivos económicos que arrastran a esta nación de 220 millones de habitantes cuyo PIB es ligeramente inferior al de Bélgica. Lo confirma Seyi Ogundele, líder de la banda Eiye Confraternity y conocido como Spartacus entre amigos y enemigos: “Si Peter Obi llegase a ganar las elecciones, es de sobra conocido que nunca podría gobernar. Saldríamos todos a la calle, todos, sería la revolución, la guerra civil, ¿me has oído? Nunca permitiremos que un Igbo gobierne Nigeria”. Uno de sus lugartenientes asiente con gravedad y opina que “Nigeria no está preparada para que gobierne nadie de la etnia Igbo”.
Spartacus, el azote de los pacíficos, no es el único que piensa así. Otro miembro destacado de los Yoruba Agitators, un grupo secesionista de la etnia Yoruba y sin vínculos conocidos con el hampa nigeriana, opina exactamente lo mismo: nunca dejarán que gobierne un Igbo.
De la misma manera que el etnicismo afecta a estas elecciones, el factor religioso tampoco debe dejarse de lado. El país sufre una grave crisis de seguridad en el norte y el centro del país debido a la amenaza del grupo yihadista Boko Haram, que secuestra, mata y extorsiona a quien les plazca. La dificultad de trasladar observadores a los Estados del norte ha hecho saltar las alarmas de los organismos encargados de vigilar la legalidad del proceso electoral, y veinticuatro horas antes de los comicios todavía no se ha garantizado que todas las localidades puedan ejercer allí su derecho a voto.
Los detractores del APC señalan con preocupación que tanto el candidato a presidente, Bola Tinubu, como su candidato a vicepresidente, Kashim Shettima, pertenecen a la religión musulmana. Lo habitual en Nigeria es que se presenten un cristiano y un musulmán para cada una de las posiciones, siempre con el fin de mantener el equilibrio religioso en el plano político. Un “ticket” de dos musulmanes despierta recelos. Recelos que desembocan en rumores peligrosos. Un joven universitario que votará a Peter Obi señaló al ser interrogado que “todos saben que Shettima es el banquero de Boko Haram y que tiene vínculos con los terroristas”, habiéndose generalizado este rumor hasta el punto en que también lo utilizan personajes como Spartacus y sus compañeros.
Una mayoría pacífica
Quede claro que la inmensa mayoría de nigerianos reniegan de la violencia electoral, pero también que la densidad poblacional de este país implica que bastaría que un 1% fuera radical para tener a dos millones de radicales asolando las calles de las principales ciudades durante la jornada electoral y los días posteriores. La gente tiene miedo. Hope, una conductora de autobús que vive en el barrio lagosense de Ebute Metta, tiene claro lo que hará el sábado y el domingo, puede que también el lunes: “Quedarme en casa y esperar a que todo acabe”. Lo que debería ser el sueño de un africano, la democracia, la libertad, la independencia, es para gente como Hope una pesadilla que solo quieren que termine para volver a respirar.
La policía ha restringido los movimientos de la población civil entre las doce de la madrugada y las seis de la tarde del sábado. Las ciudades principales han amanecido este viernes con el furioso ir y venir de vehículos de la policía y del ejército, mientras los grupos radicales del PDP y del APC han dedicado los dos últimos días a organizar una sucesión de reuniones donde determinarán la manera de saltarse esta medida y enfrentarse a sus contrincantes políticos. Los nigerianos entrevistados aseguran que votarán, no les cabe duda, pero luego se irán a casa a esperar a que todo termine. Las panteras de Nigeria andarán sueltas ese día en la jungla de cristal, al acecho de víctimas y oportunidades, y nadie quiere llevarse un zarpazo de recuerdo con la papeleta.
Libertad, credibilidad, transparencia
El presidente Buhari ha rogado a los candidatos que respeten los resultados electorales, que no inciten a sus seguidores a tomar la vía de la violencia. En un evento celebrado este miércoles en Abuja y al que atendieron miembros de Naciones Unidas, representantes de la CEDEAO y diversos embajadores europeos, entre otros, recordó a los nigerianos que no tienen otro país fuera de Nigeria. Pidió a los agentes de seguridad que fueran “firmes y valientes a la hora de cumplir las leyes y las previsiones constitucionales durante la jornada electoral” y recordó al Comité de la Paz (que no cuenta con financiación pública) que fuera “independiente”.
Los candidatos también se han prestado a cumplir con los resultados, que serán anunciados en un plazo no superior a siete días. Setenta y dos horas antes de la apertura de las urnas, los 18 contendientes firmaron un segundo pacto de paz (el primero fue firmado en septiembre de 2022) que aseguraría “el desarrollo libre, justo creíble, transparente y verificable de las elecciones”, para también “anteponer el interés nacional por encima de los personales”.
Pero muchos tienen miedo. Las palabras y los actos chocan de frente en Nigeria, quizás más de lo que deberían. Un entrevistado a pie de calle llegó a afirmar muy acalorado que “el sábado se derramará sangre en Nigeria”. Un vaticinio con tintes funestos que, de cumplirse, sería fatal para la mayor democracia de África.
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