Política

Referéndum en Escocia

Escocia desata una fiebre nacionalista en Reino Unido

Gales e Irlanda del Norte advierten de que quieren aumentar su autonomía

La Razón
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Las calles de Edimburgo se teñirán hoy de naranja y morado para pedir el voto a favor de la unión en el referéndum del próximo jueves. La marcha, sin embargo, no la ha convocado la campaña unionista. Tampoco lo ha hecho Westminster, sino la Orden Naranja, una histórica organización de Irlanda del Norte cuyos desfiles siguen creando a día de hoy grandes tensiones con la comunidad católica en el Ulster. Con 50.000 miembros y 600 oficinas en toda Escocia, la organización es más grande que cualquier partido político. La oficina de la formación en Glasgow asegura que más de 10.000 personas acudirán a la cita. En otras circunstancias la música y el colorido ofrecerían un espectáculo sin precedentes. Pero a tan sólo cinco días del plebiscito que podrá cambiar el destino de Reino Unido, el desfile plantea serias preocupaciones. No sólo por los enfrentamientos que pueden crearse con los independentistas ante la gran tensión generada por las urnas si no porque la marcha pone en evidencia el gran problema nacionalista al que se enfrenta David Cameron tras la consulta. En caso de ganar la unión, Londres tendrá que cumplir su promesa y tan pronto como el viernes se empezarán los procedimientos legales para otorgar más poderes al Parlamento de Edimburgo. En enero debería estar preparada la propuesta de ley para dar a los escoceses la autonomía fiscal que tanto anhelan.

En Cardiff y en Belfast se siguen muy de cerca los movimientos y los responsables políticos regionales ya han advertido de que si Escocia adquiere más derechos, ellos no van a quedarse atrás. La fiebre separatista no se queda ahí. Algunos diputados de Westminster, como el laborista Graham Allen, han exigido un «parlamento federal». Los secesionistas de Mebyon Kernow también han pedido la autonomía de Cornualles y una encuesta publicada esta semana ha señalado que uno de cada cinco londinenses considera que la capital debería separarse de Inglaterra. La pregunta es: si finalmente gana la unión en las urnas de Escocia, ¿cuál es luego el futuro que le depara a Reino Unido?

Jonathan Edwards, diputado en la Asamblea de Gales por Plaid Cymru –partido que aboga por la independencia–, señaló recientemente que cualquiera que sea el resultado del referéndum, si Westminster ignora la necesidad inmediata de dar más competencias al resto de las naciones, «sólo está jugando al avestruz». Por su parte, Martin Shipton, el redactor jefe de «Western Mail», difiere. «Es cierto que habría una sensación de que Gales está en desventaja. Pero aquí la gente sabe que la economía es relativamente débil y tiene una pequeña base tributaria. Así que estarían preocupados ante el hecho de que más autonomía significara más impuestos», recalca.

En caso de Belfast, el escenario es completamente distinto. En el Parlamento de Stormont es imposible ver algún día a un partido independentista con el control absoluto de la cámara (como pasa ahora con el SNP de Alex Salmond en Edimburgo). Tras el Acuerdo del Viernes Santo se establecieron unas normas para que legalmente no pueda haber mayorías absolutas. Católicos –a favor de ver una isla de Irlanda sin fronteras– y protestantes –devotos de la corona británica– gobiernan en coalición. Pero el viceministro principal de Irlanda del Norte, Martin McGuinness, señaló el jueves que la provincia espera tener más voz en materia de gasto en bienestar social si Escocia consigue una mayor autonomía.

Cuando faltan cinco días para el referéndum, las encuestas reflejan que todo puede pasar. Un sondeo publicado ayer por «The Guardian» otorgó a los partidarios de mantener la unión el 51% de apoyo frente al 49% del «sí», mientras que un 17% de los votantes aún están indecisos. Otra encuesta divulgada el jueves por YouGov colocó al campo unionista con un apoyo del 52% frente el 48% de los independentistas.