Cuba

España y la transición en Cuba

La Razón
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Si una cosa enseña la transición española es que un vez que las fuerzas democráticas empiezan a manifestarse en un país autoritario es muy difícil contenerlas. En Ciudad de Panamá se ha escenificando en los pasados dos días el pistoletazo de salida de un proceso que quizá lleva años fraguándose y que a partir del esperado saludo ante las cámaras de Raul Castro y Barak Obama tomará carta de naturaleza en las relaciones económicas y políticas internacionales. Un pistoletazo de salida para una carrera de largo plazo en la que la sociedad, política y economía de la isla, como sucedió en el caso español, cambiarán drásticamente. Quizá con altibajos y más despacio de los que casi todos deseamos, pero, en cualquier caso, de modo inexorable.

Desgraciadamente para España, el final de los 55 años de Guerra Fría en las Américas (los rifirrafes entre Venezuela y Estados Unidos no dejan de ser otra cosa que la verborrea inflamada de un dictador al que el país se le disuelve entre las manos como un azucarillo) no nos ha cogido del todo preparados para la carrera. Hemos de recordar la impotente espera del Ministro García-Margallo a finales del año pasado para ser recibido por el hermano de Fidel días antes de que, parece que por sorpresa, las administraciones cubana y estadounidense comunicaran simultáneamente el inicio de conversaciones que habrán de terminar con el restablecimiento pleno de relaciones diplomáticas. No obstante, la solidez de las relaciones de todo tipo que ambos pueblos y economías mantenemos habrán de resultar en el mejor activo de las relaciones económicas futuras entre ambos países. A fin de cuentas, quizá no sea exagerado decir que nadie conoce mejor a Cuba que España. España es tras Venezuela y China el tercer socio comercial de la isla con un superávit comercial superior a 600 millones de euros.

A corto plazo, el previsible final de la Ley Helms-Burton, que desde 1996 establece represalias contra las empresas extranjeras que hicieran negocio en Cuba, beneficiará a las empresas españolas que operan en la isla y que ven penalizadas sus actividades en Estados Unidos. Por otra parte, las más de 100 empresas españolas que allí se ubican y llevan años trabajando en la isla se beneficiarán del incremento de la demanda inducida por la liberalización de los viajes desde el continente a la isla, el incremento de ingresos de la población al aumentar el límite de las remesas de sus familiares estadounidenses (de 2000 dólares año a 8000), y la oportunidad de optimizar la importación de insumos productivos y tecnología desde el continente. La mejora de la demanda interna beneficiará ciertamente a las exportaciones españolas.

A medio y largo plazo, Cuba irá construyendo una nueva normalidad que profundice las reformas, liberalice los diferentes mercados, reforme la justicia, derechos de propiedad e instituciones, y consolide los servicios públicos y un estado de bienestar propios de una economía abierta. Haciendo gala de pragmatismo y dejando de lado posiciones dogmáticas, España debe ejercer liderazgo en el acompañamiento, junto a la UE, de ese proceso de reformas. Ello se traducirá en la creación de un marco estable para la cooperación en múltiples actividades económicas, desde la inversión en infraestructuras y la rehabilitación urbana a la producción y provisión de bienes y servicios de consumo, o la aportación de asistencia técnica y de servicios intensivos en conocimiento.

*Decano de la facultad de Ciencias jurídicas y Económicas de la Universidad Camilo José Cela