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Otra fatal cadena de errores

Anis Amri estaba fichado, visitaba mezquitas extremistas y su teléfono había estado pinchado. Las Fuerzas de Seguridad marroquíes habían advertido dos veces a Berlín de su peligrosidad.

Anis Amri en el vídeo difundido por Estado Islámico
Anis Amri en el vídeo difundido por Estado Islámicolarazon

Anis Amri estaba fichado, visitaba mezquitas extremistas y su teléfono había estado pinchado. Las Fuerzas de Seguridad marroquíes habían advertido dos veces a Berlín de su peligrosidad.

Fallos en la seguridad, falta de coordinación entre la Inteligencia europea y, una vez más, descontrol en las fronteras. Si los atentados de París, tanto los de Charlie Hebdo como los del 13-N, así como los de Bruselas del 22 de marzo pusieron en entredicho la lucha antiterrorista en la zona Schengen, el del pasado lunes en Berlín no ha hecho más que alimentar la sensación de inseguridad en el viejo continente. ¿Cómo es posible que un hombre que estaba fichado y que figuraba en la lista negra de 549 personas potencialmente peligrosas de Alemania pudiera cometer un atentado de tal magnitud?

Anis Amri, a sus 24 años, no era un desconocido para la Policía. Antes de que Alemania lo considerara «peligroso», ya había pasado por Italia, adonde había llegado en 2011 en patera a la isla de Lampedusa, como muchos otros solicitantes de asilo. Allí cumplió cuatro años de prisión tras ser acusado de incendiar el centro de acogida en el que residía y de otros delitos como robo, amenazas y agresión. Al salir de la cárcel italiana, no se pudo ejecutar su orden de expulsión a Túnez por problemas burocráticos, que se repitieron en junio de este año en Alemania, cuando se le denegó el asilo y se decretó que debía abandonar el país, al que llegó en julio de 2015 donde, tras radicalizarse en la prisión italiana comenzó a frecuentar grupos extremistas y, por lo tanto, siempre bajo el radar de la Policía.

Según informaciones de «Der Spiegel», las Fuerzas de Seguridad pincharon sus comunicaciones y captaron que llegó a ofrecerse como terrorista suicida, pero se trataba de mensajes en clave y no eran prueba suficiente para poder detenerlo. Un lugar clave donde el joven pudo planificar su matanza fue en la mezquita salafista de Moabit, ubicada en el sector de Mitte de la ciudad, en la cual también se escondió tras el atropello mortal de Berlín. Este centro religioso radical es objeto de especial interés para los servicios secretos alemanes desde hace tiempo.

Por su parte, la Inteligencia marroquí aseguró ayer que informó en dos ocasiones a sus homólogos alemanes de que Amri era peligroso y planeaba un atentado, algo que el ministro de Interior, Thomas de Maizière, evitó confirmar.

Además de estar bajo vigilancia, de haber pinchado su teléfono y de ser considerado terrorista potencial, las Fuerzas de Seguridad nunca le detuvieron en Alemania. Ni siquiera después de que este verano tratase de comprar una pistola a través de otro delincuente que hacía las veces de garganta profunda de los agentes germanos. Nunca ocultó su admiración por grupos radicales como Al Qaeda o Estado Islámico y era un ciego seguidor del predicador salafista alemán Abu Walaa, que está bajo arresto desde el mes pasado. Conocedor de que la Policía seguía sus pasos, utilizaba hasta una decena de alias para comunicarse con sus colegas yihadistas. Desde Hamburgo, por otro lado, existiría una nueva información que apuntaría a una posible vinculación de Amri con el asesinato de un joven de 16 años a mediados de octubre.

Y en medio de este caos y críticas hacia los expertos en la lucha antiterrorista, la detención y asesinato de Amri en Italia cuatro días después del ataque también ha puesto en cuestión su profesionalidad, ya que pocos entienden cómo el hombre más buscado del momento pudo escapar de Berlín a Milán con total libertad.