Primera fuerza

Mélenchon se afirma como el líder de la oposición en Francia

Fracasa la moción de censura contra el Gobierno de Borne, pero le sirve a la izquierda radical como escaparate

El Gobierno de Elisabeth Borne superó con holgura la moción de censura de NUPES
El Gobierno de Elisabeth Borne superó con holgura la moción de censura de NUPESCHRISTOPHE PETIT TESSONAgencia EFE

Sin sorpresas pero con mucho ruido. La moción de censura que la coalición de izquierdas ha presentado contra el gobierno de la primera ministra de Macron, Elisabeth Borne, no ha salido adelante (sacó 146 votos de los 289 necesarios) tras el debate mantenido en el hemiciclo este lunes por la tarde como era de esperar.

Sin embargo, el ruido y el cruce de acusaciones en la Asamblea Nacional han vuelto a poner de manifiesto lo complicado que va a tener el Ejecutivo galo articular sus políticas durante el quinquenio que acaba de arrancar y que se presenta cargado de movimientos sociales en un contexto de galopante inflación por la guerra de Ucrania.

Una semana justo después de presentar a su gobierno renovado tras las legislativas, el gobierno afrontaba una moción cuyo resultado se conocía de antemano ya que la coalición de izquierdas tenía difícil sumar algo más de sus 151 diputados de los 577 escaños de la Asamblea. Sin embargo, el objetivo de esta moción era más bien la imperiosa necesidad que tiene la izquierda ahora de mantener su iniciativa política frente a la ultraderecha de Le Pen y consolidarse en el liderazgo de la oposición a Macron.

Para triunfar, la moción hubiese necesitado el apoyo de la ultraderechista Agrupación Nacional (89 escaños) y del conservador Los Republicanos (62) para alcanzar la necesaria mayoría absoluta, pero ambas formaciones ya habían advertido previamente de que no iban a secundarla.

La coalición izquierdista había justificado su iniciativa en motivos de legitimidad democrática, ya que la primera ministra, Élisabeth Borne, rechazó someterse a una moción de confianza durante su discurso de inicio de legislatura de la pasada semana ante el Parlamento. Sin embargo, varios analistas coinciden hoy en los medios franceses en que la iniciativa de la izquierda buscaba arrogarse el papel de principal eje de la oposición al Gobierno frente a la formación de Le Pen que tiene más diputados que cualquiera de los grupos izquierdistas por separado.

Es por ello que la coalición necesita engrasarse para que la amalgama de socialistas, comunistas, ecologistas y la Francia Insumisa de Mélenchon sigan siendo percibidos como un bloque unitario, algo que también se les puede ir haciendo complicado debido a sus evidentes diferencias en diversos asuntos. La propia Borne ya respondió a la coalición de izquierdas que su iniciativa respondía a “cuando la táctica política pasa por delante del interés de los franceses”.

Pero si el tacticismo de Jean-Luc Mélenchon ha quedado claro, también la fragilidad del gobierno. Desde la extrema derecha de Le Pen a la extrema izquierda de Mathilde Panot, presidenta del grupo parlamentario de Francia Insumisa e impulsora de la moción de censura, la oposición ha recriminado a Borne y, con ella, a Macron, de “actuar como si no hubiera pasado nada” en las legislativas y de representar una “mascarada” tras la cual pretenden seguir gobernando como si todavía tuvieran el control del Parlamento como si fuese un rodillo legislativo como en el quinquenio anterior. La confianza, replican desde las filas macronistas y ha reiterado Borne en varias ocasiones, se construirá “pacientemente, texto por texto”.

La primera prueba de verdad para Borne y su gobierno será la ley para proteger el poder adquisitivo, que el Ejecutivo busca aprobar este mismo mes. Entre sus prioridades, la primera ministra ha citado también el pleno empleo, una economía más respetuosa del medio ambiente o la renacionalización de la eléctrica Electricité de France (EDF).

Pese a las críticas de la oposición, sobre todo de la izquierda, Borne no es la primera jefa de Gobierno francesa que se niega a someterse a un voto de confianza, una medida tradicional pero no obligatoria para un primer ministro. Predecesores como Georges Pompidou, Michel Rocard o Édith Cresson tampoco lo hicieron.