
Oriente Medio
Irán y EE UU avanzan en la negociación nuclear
El próximo sábado las dos delegaciones volverán a reunirse para avanzar en un compromiso que no se antoja ya lejano

Después de los dos encuentros mantenidos en Mascate y Roma por las delegaciones de Irán y Estados Unidos -en formato indirecto- en un ambiente calificado de «constructivo» por las partes, las negociaciones nucleares entran este miércoles en Omán en su «fase técnica» en vísperas de una nueva ronda prevista para este sábado nuevamente en la capital del sultanato. En menos de dos semanas, la inicial preocupación por una escalada bélica a tenor del tono empleado por las autoridades de ambos países en sus alocuciones públicas se ha tornado en un optimismo justificado ante la posibilidad de alcanzar un acuerdo antes de lo previsto. Un hito que no es ya tabú para nadie.
Pocas semanas después de que Donald Trump amenazara con una acción militar si no había acuerdo en dos meses, este lunes, el presidente iraní, Masud Pezeshkián, admitía que su país está dispuesto a llegar a un acuerdo siempre que el pacto esté «dentro del marco establecido y preserve los intereses nacionales». El Ministerio de Exteriores omaní avanzó la semana pasada «la entrada en la próxima fase de sus discusiones cuyo fin es alcanzar un acuerdo justo, duradero y vinculante que garantice un Irán libre de armas nucleares y sanciones y que preserve la capacidad de desarrollar energía nuclear pacífica».
Mucho ha cambiado el escenario iraní y regional desde comienzos de año. No hay dudas de que Trump está dispuesto a dejar su impronta como negociador de éxito y hacer historia desde el primer momento de su postrero mandato. Está convencido de que se dan las circunstancias adecuadas para lograr un acuerdo con una República Islámica necesitada del levantamiento parcial de las sanciones y también de las garantías de que Israel no atacará sus instalaciones nucleares, militares o energéticas.
A cambio, la República Islámica estaría dispuesta a comprometerse a no rebasar unos determinados niveles de enriquecimiento de uranio, solo compatibles con objetivos civiles, y a que la Organización Internacional para la Energía Atómica lleve a cabo inspecciones periódicas en las instalaciones del país. El enviado presidencial estadounidense Steve Witkoff ha admitido que un 3,67% sería un nivel de enriquecimiento aceptable, mismo porcentaje que fijaba el acuerdo de 2015.
La posición oficial del régimen de los mulás, establecida en una fatua de Jameneí de 2003, es prohibir la fabricación y uso del arma nuclear. Pero está por ver si Teherán se aviene a negociar también sobre su programa de misiles balísticos, que hasta ahora ha considerado una cuestión al margen de las conversaciones nucleares.
Curiosamente, el potencial compromiso entre Irán y Estados Unidos se parece mucho al acuerdo Plan de Acción Integral Conjunto de 2015 -un acuerdo nuclear que suscribieron la República Islámica y todos los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia incluida, más Alemania y la UE- y que el propio Trump abandonó en mayo de 2018. Pero poco, en cambio, se parece aquel contexto al actual.
Lo cierto es que, en apenas unos meses, el régimen ha sufrido duros reveses tanto en su estrategia regional como doméstica. La ofensiva israelí y aliada contra el ‘eje de la resistencia’ ha disminuido sobremanera el poderío de sus milicias afines, con Hizbulá a la cabeza, un hecho sin el cual tampoco se explica la desintegración del régimen amigo, otro revés capital- de Bachar al Asad en Siria. En el frente interno, las sanciones occidentales y la mala gestión económica han causado un profundo daño en forma de inflación a las clases medias y bajas del país, cada vez más descontentas con el régimen.
A juicio del analista político Daniel Bashandeh, «el debilitamiento del ‘eje de resistencia’ es una oportunidad para que la República Islámica impulse una nueva política exterior más pragmática y menos ideológica, y en ese sentido se presentan las negociaciones». «Irán necesita centrarse en la estabilidad interna y el primer paso debería ser la economía. Además, la continuidad de la República Islámica después del ayatolá Jameneí pasa por buenos resultados económicos», asegura el especialista en temas iraníes.
En opinión de Bashandeh, «Irán necesita garantías frente a Israel. Todavía está por ver si Trump acabará priorizando el interés de EEUU frente al de Netanyahu, quien necesita el conflicto para marcar la agenda de Washington». «De momento, Irán está impulsando una agenda activa en el plano exterior. Por ejemplo, con los países del Golfo, que actúan como actores estabilizadores pues buscan estabilidad regional y un Irán no nuclear. En definitiva, cuanto más países se involucren, más podría alejarse la amenaza militar», concluye el analista.
El líder de la delegación iraní en las negociaciones y ministro de Exteriores, Abbas Araqchi, trataba ayer de evitar la proyección de la imagen de una República Islámica con prisas y desesperación por un acuerdo asegurando que grupos de presión tratan de «manipular el curso de la diplomacia» a fin de impulsar al gobierno de Estados Unidos a presentar «demandas maximalistas». Otra de las consecuencias inopinadas de las negociaciones en curso es que Rusia puede asumir un papel relevante como mediadora en pleno acercamiento entre Washington y Moscú y ser el destino final de los 274 kilos de uranio enriquecido al 60% por el régimen iraní.
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