Política

Elecciones en Estados Unidos

Joe Biden anuncia “por error” su candidatura

El exvicepresidente dijo por error que tenía el registro más progresista de «todos los que se presentan»

El exvicepresidente estadoundiense, Joe Biden, en una imagen de archivo
El exvicepresidente estadoundiense, Joe Biden, en una imagen de archivolarazon

La carrera para 2020 alcanzó velocidad de crucero después de que el ex vicepresidente, Joe Biden, haya anunciado por error su candidatura.

La carrera para 2020 alcanzó velocidad de crucero después de que el ex vicepresidente, Joe Biden, haya anunciado por error su candidatura. La metedura de pata tuvo lugar en Dover, en el Estado de Delaware, durante una cena del partido demócrata, cuando Biden, que remataba su discurso, dijo por error que tenía el registro más progresista de «todos los que se presentan». Aunque reaccionó al instante y trató de corregirse, era demasiado tarde. Con la audiencia entusiasmada al pobre Biden no le quedó más remedio que sonreír y persignarse. Más allá del lapsus, que en el fondo anticipa lo que todo el mundo da por seguro, conviene subrayar que Biden acaba de propinar un mandoble a sus futuros rivales en la llamada Nueva Izquierda. Se refería a pesos pesados como Elizabeth Warren o Bernie Sanders, que hace apenas cuatro años representaban al sector más radical y hoy ocupan ya parte del mainstream demócrata. Pero también a sus herederos, abanderados por figuras como Beto O’Rourke, el texano de El Paso, que pisa firme después de que estuviera a punto de batir al republicano Ted Cruz en la carrera por el Senado. O la congresista demócrata por Minnessota Ilhan Omar, que si bien no parece que vaya a competir por las primarias de la presidencia sí ha logrado convocar más titulares a su paso en las últimas semanas que ningún otro demócrata. Especialmente después de que haya atacado la política exterior estadounidense con relación a Israel, acusando a políticos y lobbies de ser «leales a un país extranjero». Sus palabras, respondidas por Eliot Engel,

presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso, provocó que la congresista tuviera que disculparse. «El antisemitismo es real», dijo, «y estoy agradecida a mis aliados y colegas judíos que me están educando sobre su dolorosa historia».

Contra pronóstico la presidencia de Donald Trump, lejos de sumar partidarios, parece multiplicar las disensiones en un partido demócrata más polarizado que nunca. Quizá la única figura capaz de aliviar la tensión sea Beto. Un tipo que medio en serio medio en broma le ha dicho a Vanity Fair que cree que nació para aspirar a la Casa Blanca, devoto de Bob Dylan y los Clash, y según el reportaje que le dedicó la revista, con toda una estantería dedicada a biografías de presidentes. Recuerda Vanity que Oprah Winfrey le rogó que se presentase, y establece un paralelismo con Obama. El tapado, el joven por el que nadie da un duro, con su mensaje luminoso y su sonrisa Kennedy.

Y los tambores de guerra también suenan entre sus rivales. Entre los republicanos son cada días más frecuentes los choques entre los partidarios y enemigos de Trump. Entre los primeros existe el convencimiento de que el presidente ha provocado una auténtica revolución política, conectando con el sentimiento de las bases como nadie desde Reagan; sus detractores, en cambio, consideran que sus modos, y buena parte de sus políticas, son incompatibles con la tradición del partido de Lincoln. Los choques entre los dos bandos vienen de lejos. Se remontan a los días en que John McCain lideraba la rebelión contra el entonces candidato. Esta misma semana varios senadores republicanos votaron en contra de la declaración de emergencia nacional decretada por Trump en relación a la frontera. Su rebelión ha sido sofocada mediante el uso del veto presidencial. Pero a nadie se le escapa el descontento. Al cabo las peleas en el seno de los grandes partidos, las escaramuzas entre legitimistas y revolucionarios, defensores del status quo y guerreros del ideal, pragmáticos e idealistas, refleja el clima prebélico que parece haber engullido el debate público. No se veía nada igual desde los días de la guerra en Vietnam, cuando los estudiantes quemaban las cartillas de reclutamiento.