Refugiados
La caravana de hondureños asalta la valla de México
Trump ha presionado a su socio del sur para impedir que 4.000 centroamericanos que huyen de la pobreza lleguen a Estados Unidos
La caravana de migrantes hondureños ya ha alcanzado la frontera con México y ayer, cientos de ellos lograron cruzar la valla en medio de grandes medidas de seguridad. En el puente que cruza el río Suchiate, frontera natural con Guatemala, algunos forzaron la valla a empujones hasta que lograron abrir un hueco por el que colarse. Varias decenas lograron entrar al país vecino pedir asilo en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Hidalgo, en el estado de Chiapas.
México es el siguientes paso de un viaje de huida que iniciaron unas 4.000 personas hace una semana con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Muchos de ellos seguían ayer esperando en la ciudad fronteriza de Tecún Umán (Guatemala), a solo unos pasos de territorio mexicano, donde llegaron cientos de familias con niños, jóvenes y personas mayores. El grupo partió el pasado sábado desde la ciudad hondureña de San Pedro Sula y ha recorrido casi 700 kilómetros, la gran mayoría a pie. No se sabe si hay un líder y cómo se han organizado.
Mucho más evidentes parecen los motivos del viaje que pueden resumirse en dos palabras: pobreza y violencia. «Que no se vaya a equivocar Donald Trump ni el presidente de México. Dios dirige esto. Nosotros somos sus hijos. No somos pandilleros. Somos gente honrada que necesita trabajar», dijo Joel Madariaga, 35 años y dos hijas, al portal «Plaza Pública». Las condiciones del viaje son terribles. Las distancias, el cansancio y la saturación de los albergues obligan a muchos a dormir en la calle. En Honduras el 68,8 % de la población vive en la pobreza.
Al otro lado del río Suchiate, en Chiapas, el Gobierno federal envió 250 policías para reforzar la frontera en el momento del paso masivo. Una decisión aplaudida por Trump: «Gracias México, estamos deseando trabajar contigo».
Un poco más al norte, en la Ciudad de México, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, se reunió con el ministro de Exteriores Luis Videgaray. «La atención a la caravana será con respeto a los derechos humanos», señaló Videgaray, quien horas antes había solicitado formalmente ayuda a la ONU para gestionar las numerosas peticiones de asilo que recibirán. Pompeo se limitó a señalar que Estados Unidos «aplicará su legislación como país soberano que es». Durante la semana han sido continuos los llamamientos de Trump a detener el grupo, incluidas amenazas de cancelar fondos a Honduras, Guatemala y El Salvador, los tres países de donde proceden los inmigrantes. Es habitual la postura beligerante de Trump respecto a la innmigración, pero ahora se ha visto agravada por la cercanía de las elecciones legislativas de noviembre.
A pesar del mensaje de Videgaray, la reacción del Gobierno mexicano también ha sido tajante. En un comunicado afirmó que solo hay dos opciones para que los integrantes de la caravana accedan a México: o bien contar con una visa (la mayoría no la tiene) o solicitar la condición de refugiado de forma individual. Los que no tengan papeles en regla serán devueltos a su país.
El discurso oficial pretende ser amable, pero en realidad esconde la intención de «detener y deportar», explicó a LA RAZÓN Luis Enrique González, abogado de la organización de atención a migrantes FM4 Paso Libre. «México aplica una política disuasiva de contención en consonancia con Washington», añadió.
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