Corea del Norte

Las dos Coreas se ven hoy las caras en busca de la paz

Ambas delegaciones debatirán sobre la participación norcoreana en los Juegos Olímpicos, la reunificación familiar y la escalada militar.

El presidente surcoreano, Moon Jae In, saluda al público tras la proyección de una película en Seúl
El presidente surcoreano, Moon Jae In, saluda al público tras la proyección de una película en Seúllarazon

Ambas delegaciones debatirán sobre la participación norcoreana en los Juegos Olímpicos, la reunificación familiar y la escalada militar.

En diciembre de 2015, Corea del Norte y Corea del Sur –países que se mantienen técnicamente en guerra desde el armisticio de 1953– mantuvieron un maratoniano encuentro de dos días que supuso su último cara a cara hasta la fecha. La razón de aquel acercamiento fue rebajar la tensión después de que dos soldados surcoreanos murieran tras pisar unas minas en la Zona Desmilitarizada que, según Seúl, habían sido colocadas por los norcoreanos. Hoy, dos años después de aquel episodio, ambos países acuden a la misma mesa de negociaciones con una realidad diferente a la de entonces. Pyongyang, sacando pecho de su potente –y al parecer exitoso– programa nuclear y balístico acelerado en los últimos meses; y Seúl, con un nuevo presidente liberal con una predisposición al diálogo mayor que la del Gobierno anterior.

La razón de la entrevista de hoy, que se producirá a las 10:00 hora surcoreana (media hora menos en el Norte), es muy distinta a la de entonces. La agenda viene marcada por el objetivo de discutir el envío de una delegación de atletas del reino Ermitaño a los Juegos Olímpicos de invierno de PyeongChang, que se celebrarán del 9 al 25 de febrero en dicha localidad del Sur. Con ese fin, representantes de ambas naciones acudirán a la cita que tendrá lugar en la aldea de la tregua de Panmunjom, sita en la frontera intercoreana donde se firmó el armisticio. Tenga éxito o fracase, el hecho de que se sienten ya es por sí mismo un paso hacia la normalización de las relaciones entre los dos países.

Desde que el día 1 de enero Kim Jong Un abriera la posibilidad de la participación norcoreana en el evento deportivo y Seúl recogiera el guante proponiendo un encuentro que Pyongyang aceptó, se han dado diversos pasos para preparar tan significativa reunión. El primero, volver a conectar el «teléfono rojo» (en realidad un escritorio con dos teléfonos, pantalla y fax) que comunica los dos lados de la frontera; y el segundo, intercambiar documentos a través de ese canal para fijar la composición de las delegaciones y la agenda. Ambas partes han acordado enviar un equipo de cinco miembros. La de Seúl, encabezada por el ministro de Unificación, Cho Myoung Gyon; y la de Pyongyang, liderada por Ri Son Gwon, máximo responsable de las cuestiones intercoreanas.

En cuanto a la agenda con los temas a tratar, Cho avanzó ayer ante un grupo de periodistas que, además del evento deportivo, «cuando discutan las relaciones intercoreanas, el Gobierno buscará la forma de sacar la cuestión sobre las familias separadas por la guerra y las formas de mitigar las tensiones militares». Ambos asuntos fueron el eje de la propuesta para celebrar diálogos que en julio de 2017 el presidente surcoreano, Moon Jae In, hizo a Kim, quien no contestó. Según datos de Seúl, unos 66.000 ciudadanos de Corea del Sur viven separados de sus parientes desde la década de los cincuenta.

Moon indicó que esperaba que una mejor relación intercoreana facilite el camino para la resolución de la cuestión nuclear norcoreana y permita impulsar el diálogo entre Estados Unidos y Corea del Norte. Sin embargo, la agencia de noticias del régimen Juche ya dejó claro ayer que EE UU no tiene cabida en las discusiones. «Como las relaciones intercoreanas son, a todos los efectos, un asunto interno de la nación coreana, la dependencia de los extranjeros complicará las cosas», publicó. La sorprendente apertura de Kim, que ha demostrado ser inmune a las sanciones estadounidenses e internacionales pese a haber admitido que han tenido un impacto en la economía del país, no es casual. Numerosos analistas apuntan a que su objetivo es el de abrir una brecha entre Seúl, más predispuesto al diálogo, y Washington, donde su presidente, Donald Trump, apuesta por la política de máxima presión.

La postura de Moon, que recupera la «Política del Sol» de finales de los noventa y que consiste en mantener una cooperación y diálogo constantes con Corea del Norte con el fin de evitar una escalada bélica, está generando gran controversia en el interior de un país en el que de producirse un conflicto sería el mayor perjudicado. Por eso, ayer el diario conservador «Chosun Ilbo» tachaba de ingenuo a su líder y en su editorial rezaba: «Todo lo que quiere [Kim] es ganar tiempo para completar su desarrollo de armas nucleares, y su estrategia es sembrar una brecha entre los aliados». Igualmente, el partido de la oposición de Moon, el LKP, insistía en que se debe priorizar la desnuclearización de Corea del Norte con respecto a la celebración pacífica de los Juegos. Ahora queda ver si Ryom Tae Ok y Kim Ju Sik, el dúo de patinaje sobre hielo norcoreano, consiguen asistir a la Olimpiada y su actuación se convierte en el rompehielos de unas relaciones que han estado congeladas desde hace dos años.