Opinión

El magnicidio en Ecuador y la crisis de identidad de América Latina

Los «narcoestados» que se consolidan en América Latina son un fenómeno que merece mucho más atención en el mundo desarrollado occidental

Relatives push the coffin of slain presidential candidate Fernando Villavicencio upon arrival to Camposanto Monteolivo cemetery for his burial in Quito, Ecuador, Friday, Aug. 11, 2023. The 59-year-old was fatally shot at a political rally on Aug. 9 in Quito. (AP Photo/Carlos Noriega)
Funeral del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, acribillado a tiros en QuitoASSOCIATED PRESSAgencia AP

El asesinato de un candidato presidencial en Ecuador es, entre muchas otras cosas, una bandera roja que advierte sobre la situación de ingobernabilidad en toda la región latinoamericana. El trasfondo de tan lamentable suceso no es exclusivo de ese país, por el contrario, se trata de fenómenos transversales como el narcotráfico, la violencia, la pobreza, la corrupción y la regresión democrática que poco a poco va configurando un estatus de «Estados fallidos».

Pero si Latinoamérica quiere resolver su crisis existencial actual, debe primero resolver sus traumas pasados y reconciliarse con su identidad. De la misma forma, si Occidente quiere sobrevivir al conflicto geopolítico en el que se encuentra, debe necesariamente que ratificar su hegemonía cultural en una región que tiene ya casi la misma población de Europa.

No es exagerado decir que América Latina es la mayor potencialidad que tiene Occidente para prosperar. Como tampoco es impreciso decir que hay más europeos en América que en Europa. Esto asumiendo que la mayoría de la población de los países americanos son descendientes de europeos, y que dichas naciones se crearon a la luz de las ideas de la ilustración europea. Su cultura, su religión, su política, su justicia, su economía, su idioma y su historia, son prácticamente la misma.

He aquí quizás, la crisis de identidad y el trauma pasado no resuelto. América, y sobre todo Latinoamérica, reniega de sus padres y sus padres a su vez, reniegan de ella. Por eso hoy les cuesta tanto entenderse. La región latinoamericana debe superar ese complejo de hijo no reconocido, mientras que Europa debe reconciliarse con su propia obra, en vez de actuar como el doctor Víctor Frankenstein. Y juntos abrazar el concepto de «EuroAmérica» o de la América Europea, con miras a repotenciar la cultura occidental de cara los retos de este siglo y a las nuevas amenazas del eje antioccidental, representado básicamente por Rusia, China e Irán.

Latinoamérica no solo es parte de Occidente, sino que además es también su salvación. Ahí radica su bono poblacional y su crecimiento demográfico. Y viceversa, solo la cultura occidental puede salvar a poblaciones latinoamericanas enteras del sometimiento de caudillos o «jeques», que usan las narrativas indigenistas, antiimperialistas o incluso multipolaristas, simplemente para derogar las democracias en sus países y, de esa forma, dejar a los ciudadanos sin derechos de ningún tipo. Mientras se siga normalizando a los Díaz-Canel, Daniel Ortega y Nicolás Maduro, mientras se siga idealizando a los Castro, Perón y Chávez, mientras se siga alcahueteando a los Petro, Evo, Correa, Lula y AMLO; la región seguirá siendo antioccidental y antidemocrática, en franco perjuicio del paradigma de la universalidad de los derechos humanos, y para beneficio del crimen organizado que amalgama todo ese populismo.

A veces se olvida que el populismo hoy tan nombrado, ha tenido su mayor desarrollo en Latinoamérica. Desde la reivindicación de un pasado idílico precolombino, pasando por el refundacionismo de los imitadores de los próceres de la independencia, hasta llegar al «Patria o Muerte». Y los resultados están ahí, un proyecto incompleto, hoy a merced de grupos irregulares y con los mayores niveles de violencia y desigualdad en el mundo. Si la democracia no es viable en América Latina, quiere decir que puede fracasar en todo Occidente. No es casualidad que la política en Estados Unidos y Europa se haya «latinoamericanizado» últimamente.

Los «narcoestados» que se consolidan en América Latina son un fenómeno que merece mucho más atención en el mundo desarrollado occidental, que es donde va a parar esa mercancía que tiene como costo la destrucción de naciones enteras y el fin de sus democracias. Relanzar los valores occidentales es fundamental e impostergable. Eso pasa por una reconciliación interna para que se ponga finalmente bajo el paraguas a Latinoamérica. De otro modo, nos acostumbraremos a sucesos como el ocurrido en Ecuador, hasta que sea demasiado tarde y Occidente haya perdido finalmente su mayor reserva cultural y poblacional, para quizás luego de eso, sucumbir.

José Guedez Yépez es presidente de la Asociación Causa Democrática Iberoamericana.