Estados Unidos
Marco Rubio o la visión pragmática de la Casa Blanca
Su papel moderador se consolida en las negociaciones con China y Ucrania
El secretario de Estado de EE UU, Marco Rubio es un hombre que gana cada vez más influencia dentro del círculo del presidente Donald Trump. Recientemente, tras la designación de Mike Waltz como embajador ante la ONU, el mandatario republicano nombró al exsenador hispano como asesor de seguridad nacional interino, convirtiéndolo en la segunda persona en la historia del país después de Henry Kissinger, en ocupar simultáneamente los cargos de consejero de seguridad nacional y secretario de Estado. La decisión eleva el perfil de Rubio no solamente a nivel interno entre los republicanos, sino que lo hace clave para influir en la política hacia China en medio del estancamiento comercial entre ambos países. Durante sus años en el Congreso, desde el Comité de Relaciones Exteriores el político fue una de las voces más duras en contra de las «permisividades» que según él Washington tenía con Pekín. Este historial sugiere que podría abogar por integrar consideraciones geopolíticas y de derechos humanos en las relaciones económicas bilaterales.
Sin embargo, a pesar de su ascenso, críticos sostienen que Rubio actúa más como ejecutor de las directrices presidenciales que como arquitecto de política exterior, llegando a ser apodado «secretario de los aduladores». Comparaciones con Kissinger, por ejemplo, sugieren que, como este último en sus inicios, Rubio podría estar más al servicio de la agenda de Trump que liderándola. Por ahora, los expertos observan un cambio de tono desde que asumió la Secretaría de Estado, pasando de ser un defensor inflexible del apoyo militar a Ucrania a promover una solución negociada, y de pedir una ruptura total con China a reconocer la necesidad de operar en un mundo multipolar. Esta evolución sugiere que Rubio podría desempeñar un papel más pragmático, incluso como moderador en la relación bilateral más difícil de cualquier administración estadounidense.
Rubio, como contraparte directa de Wang Yi en China, podría facilitar un diálogo más estructurado, especialmente en el contexto de los esfuerzos recientes por reducir las tensiones tras conversaciones en Ginebra. Además, su nombramiento coincide con la salida de figuras duras como Waltz y Alex Wong, lo que apunta a un posible giro en la política exterior de Trump hacia una estrategia más orientada a acuerdos y menos intervencionista, como muestra el reciente pacto comercial con el Reino Unido.
En medio de este panorama, Rubio también enfrenta desafíos personales: mantener la lealtad a Trump mientras construye su propio perfil político con miras a una posible candidatura presidencial en 2028. Su capacidad para cerrar un acuerdo comercial importante con China podría fortalecer su posición como diplomático hábil y potencial sucesor dentro del Partido Republicano que, aunque de manera temprana, ya estudia el futuro frente a un Partido Demócrata que parece reorganizarse alrededor de figuras más hacia la centro-izquierda como la joven congresista por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez que se ha convertido en la punta de lanza de la oposición contra Trump.
El vertiginoso ascenso de Marco Rubio en el Partido Republicano tampoco caería como una sorpresa para nadie. En 2016, durante las primarias de esa colectividad, enfrentó a un disruptivo Trump, que entonces le cuestionó al afirmar que no era nada más que un «intento de hombre fuerte latinoamericano».
Durante aquella campaña, el empresario le llamó «pequeño Rubio», mientras que el entonces senador realizó insinuaciones sobre el tamaño de sus atributos masculinos. Mucho ha cambiado todo entre ellos desde entonces y, poco después de ganar las elecciones presidenciales de aquel año, Rubio se convirtió en uno de los principales aliados del presidente y del movimiento MAGA en el Senado. Como han hecho otros muchos dentro del partido republicano, Rubio también se adaptó a las transformaciones impuestas por Trump y, tras esas tensiones iniciales, ha logrado llegar al cargo de Secretario de Estado marcando un hito para los hispanos en Estados Unidos y abriendo la puerta a un rol cada vez más protagonista dentro del círculo de confianza del republicano.