Elecciones en Grecia
«Necesitamos un cambio. Los políticos que nos han gobernado han fracasado»
LA RAZÓN se adentra en el barrio donde creció y vive en la actualidad con su familia el líder de Syriza
Más que una casa, parece un fuerte. Tan sólo falta un foso que impida la entrada a la vivienda de Alexis Tsipras, un amplio apartamento en un edificio de seis plantas con una terraza repleta de plantas. Un amplio dispositivo de seguridad vigila día y noche la guarida del líder de Syriza, que ha agitado a la sociedad griega. «No se pueden tomar fotografías, por su propia seguridad, ésta es una zona conflictiva», explica a este diario uno de los seis agentes apostados a la puerta de la casa del político.
Kipseli, ubicado en el sexto municipio departamental de Atenas, es un barrio humilde –en donde recomiendan llevar la mochila en el pecho mejor que en la espalda–, que en las últimas décadas ha sufrido una transformación impresionante. Si en los años cincuenta era el refugio de pudientes artistas y «celebrities» patrias, hoy es un modesto suburbio de la capital donde se concentra la población inmigrante.
En la principal plaza, mal asfaltada y llena de hombres de avanzada edad jugando a las cartas bajo la lluvia sin perder de vista su «komboloi», no falta el puesto de la Coalición de la Izquierda Radical a la que se acercan simpatizantes para recoger la papeleta que allí mismo facilitan. Sin embargo, en la colina en la que vive Tsipras con su esposa y dos hijos, poco se respira el ambiente que caracteriza al barrio. En la calle Armonias, donde se encuentra la vivienda del político, los edificios rompen el esquema urbanístico de Kipseli. «Sigue viviendo aquí por imagen, no podría decir que vive a orillas del mar (una zona más lujosa) porque sería contradecirse, pero él es un hombre rico. Esto demuestra que lo que vende no es más que humo», asegura Costas, un vecino que afirma que no votará por Syriza. Él prefiere a los comunistas, «pero no a los estalinistas. Toda mi vida he votado al KKE y lo seguiré haciendo», apunta nuestro interlocutor.
No resulta extraño, porque los barrios más deprimidos de Atenas son nicho de votos de la izquierda, y Kipseli también lo es. Así lo confirma Stelios, que regenta un restaurante (vacío) muy cerca del centro neurálgico del barrio. «Necesitamos un cambio y él es el único que lo ofrece. Todos los que nos han gobernado lo han hecho fatal y nos han conducido a la horrible situación que vivimos ahora», explica este hombre de 34 años que, por descarte, se queda con Syriza.
En este barrio, los alquileres de las casas son de los más bajos de la capital. Se puede optar por una casa de tres habitaciones por menos de 300 euros y si la compra es la opción preferente, por 30.000 euros se puede conseguir una amplia. Eso sí, no la de Tsipras. «Nos están asfixiando con impuestos. Pago un 23% de tasa de electricidad, y al final de mes no me salen las cuentas, si se tiene en cuenta que gano unos 600 euros», lamenta Stelios, que ve cómo a la una de la tarde sigue sin entrar nadie en su local.
Desde la amplia y verde terraza de Tsipras, la vida se ve de otra manera. Motivos políticos aparte, lo cierto es que la familia de Alexis siempre residió en este barrio. Aunque nació en Arta, a los pocos meses se mudaron a esta zona, por aquel entonces de renombre. Y de allí no se movieron. Así, cada mañana, un joven Alexis se desplazaba en Vespa al instituto de Ambelokipi, a unos 15 minutos de su casa y donde se encuentra el estadio de fútbol del Panathinaikos. Allí fue donde comenzó a despuntar como líder de masas, y en 1991 lideró una sonada protesta estudiantil que mantuvo paralizado el centro educativo durante varias semanas. Este edificio, ahora pintado de azul y con las paredes desconchabadas, albergó los albores revolucionario de Tsipras. Por delante pasa Yorgos, que dice estar harto de la política y que prefiere quedarse en casa antes que dar su voto «a cualquiera de ellos». Nos enseña la carta de la pensión que le han concedido hace unos días. Una pensión que comparte con la suma de dinero que le llega desde Canadá, donde estuvo trabajando 20 años. «Los trámites para la jubilación que me corresponde en Canadá tardaron menos de un mes. En Grecia he tenido que esperar casi medio año», dice malhumorado.
Poco queda ya en Ambelokipi de esos aires de cambio. Ahora los residentes son en su mayoría adultos cuyos hijos se han marchado a vivir al centro de Atenas o fuera del país. Yorgos tiene dos, de 24 y 27 años, los cuales también «se casan» con Tsipras.
Quienes no lo hacen son Tounos Panagiotopoulos y su socio, que prefiere no decir su nombre. Ambos regentan una tienda de ropa deportiva a los pies del estadio del Panathinaikos. «Ese hombre sólo sabe engañar [en referencia al candidato de Syriza], es una farsa. Quiere que nos salgamos del euro, que vuelva el dracma», subraya. «Con él, no se podrán mantener en pie todos los hospitales, que precisamente se encuentran en este barrio. Será muy negativo para los griegos», añade su compañero. Ambos prefieren a Amanecer Dorado, el partido neonazi: «A pesar de que nuestro líder [Nikos Michaloliakos] esté en prisión, somos fuertes». «Lo único que tiene bueno Tsipras es que le gusta el fútbol. De hecho, cuando era más joven le veía bastante por aquí». Una vez más, el deporte hace que los problemas se esfumen, al menos durante noventa minutos.
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