Desastre natural
"El océano lo destruyó todo": territorios africanos al borde del colapso por el avance del mar
El mar ha borrado pueblos enteros y arrastrado generaciones de memoria colectiva en Sierra Leona por los efectos del cambio climático
Con el agua hasta las rodillas, Hassan muestra la inmensidad del océano que tiene ante él, en la costa de Sierra Leona: "Aquí estaba mi casa y allí, el campo de fútbol, y muchas otras viviendas... el océano lo destruyó todo". En apenas cinco años, este pescador perdió prácticamente todo lo que constituía su vida, sumergida por el cambio climático, que amenaza a millones de personas en su país.
"No creo en absoluto que Nyangai vaya a sobrevivir", apunta Hassan Kargbo, de 35 años, mientras contempla con resignación lo que queda de su isla. "La isla está siendo engullida [por el mar], pedazo a pedazo...", dice. Nyangai, en las Islas Tortuga, está desapareciendo por la subida de las aguas. Sus habitantes, considerados como los primeros desplazados climáticos de Sierra Leona, están agotados de cambiar de lugar y de perder, una y otra vez, sus casas y bienes.
A siete horas en piragua desde la capital, Freetown, se vislumbra por fin Nyangai, rodeada por el océano y colonias de pelícanos. Con sus playas de arena blanca y aguas turquesas, parece un paraíso. Pero también hay señales de devastación: palmeras arrancadas, sacos de arena a modo de murallas, muebles abandonados. En menos de diez años, la isla ha perdido dos tercios de su superficie y hoy solo mide 200 metros por 100.
Cientos de personas tuvieron que abandonar la isla por las inundaciones. Hace una década vivían allí unas 1.000 personas; hoy quedan menos de 300, según líderes locales. Más de dos millones de personas en la costa de Sierra Leona viven bajo amenaza directa de la subida del nivel del mar, según un estudio reciente de la Agencia Nacional de Gestión de Catástrofes (NDMA) y el IDMC.
Sierra Leona, con 8 millones de habitantes, es uno de los países más amenazados del mundo por el cambio climático, y su litoral es extremadamente vulnerable. La población también se ha empobrecido.
En Nyangai no hay agua potable debido a la salinidad del suelo. Jóvenes sin ocupación deambulan o juegan en la playa. "Esta isla era muy grande, llegaba hasta allí", explica con tristeza Amidu Bureh, pescador de 60 años. "Teníamos muchos mangos, cocoteros, un bosque... pero el océano lo destruyó todo estos últimos años", cuenta. "¡El agua avanza y nos destruye a nosotros y nuestros bienes!", grita desesperado.
"Estamos sufriendo mucho, necesitamos ayuda", denuncia, quejándose de que las visitas de funcionarios y ONGs solo han traído recomendaciones para abandonar el lugar, pero ninguna ayuda real. Hassan Kargbo y su familia ya reconstruyeron su casa dos veces. "Ya no quiero seguir así... vivir aquí es muy estresante", dice. Por eso ha decidido mudarse a la isla de Sei, más alta y abrupta.
"Lo que está pasando en estas islas es una catástrofe", afirmó el ministro de Medio Ambiente, Jiwoh Abdulai. "Y es muy doloroso porque nuestros conciudadanos están en primera línea de un desastre del que no son responsables".
A varias horas de Nyangai, la isla de Plantain también sufre una erosión masiva. El 23 de julio de 2023, el mar arrasó una de las aulas escolares. Aunque parte del edificio fue cerrada, 355 niños siguen estudiando allí, sin alternativa. "No tenemos otra opción", explica el director Usman Kamara, quien también es el imán local. La mezquita, justo al lado, debe reforzarse cada día con piedras y madera para que no colapse. "Nos preguntamos si se nos va a caer encima", confiesa Kamara, exhausto.
En Plantain vivían miles de personas, pero el mar ha borrado casas, caminos y medios de vida. El comercio, la pesca y el transporte marítimo están casi paralizados.
"Muchas islas están gravemente amenazadas", advierte el experto ambiental Joseph Rahall, fundador de la ONG Green Scenery. Calcula que al archipiélago de las Tortugas no le quedan más de 10 o 15 años antes de desaparecer completamente.
Además del drama humano y ecológico, la crisis climática tiene un impacto cultural profundo. "Los pescadores que sean relocalizados ya no podrán ejercer su actividad ni transmitir su cultura", dice Rahall. "El cambio climático no solo afecta a la gente y a la economía. También destruye tradiciones, modos de vida y culturas enteras".