Incidente
Polonia apunta a Rusia tras el sabotaje de una línea ferroviaria clave hacia Ucrania
Varsovia eleva el tono y apunta directamente a Rusia como posible responsable del sabotaje registrado en una de sus principales líneas ferroviarias hacia la frontera ucraniana
Polonia elevó este martes el tono y señaló directamente a Rusia como posible responsable del sabotaje registrado en una de sus principales líneas ferroviarias hacia la frontera ucraniana. Las autoridades sospechan que detrás de la explosión que dañó los raíles cerca de la localidad de Mika podría estar la mano de los servicios de inteligencia rusos, una hipótesis que llevó al Gobierno a convocar de urgencia a su Comité de Seguridad Nacional.
Según Jacek Dobrzynski, portavoz del coordinador de inteligencia en Varsovia, los investigadores trabajan sobre la premisa de que el ataque no fue un acto aislado, sino parte de un intento deliberado de desestabilizar al país y entorpecer el flujo de ayuda militar hacia Ucrania.
El incidente tuvo lugar el domingo en la línea que conecta Varsovia con Lublin, un corredor logístico fundamental para transportar material hacia el paso fronterizo de Dorohusk y, desde allí, al ejército ucraniano. La carga explosiva detonó a la altura de Mika, a unos cien kilómetros al sureste de la capital y el daño fue advertido por el maquinista que logró frenar a tiempo y avisar a la central ferroviaria, lo que evitó un posible descarrilamiento.
Las autoridades confirmaron más tarde que se trató de un acto intencionado lo que motivó que la Fiscalía abriese una investigación por sabotaje con posible carácter terrorista y ordenase el despliegue inmediato de patrullas militares en los tramos más sensibles de la red ferroviaria oriental. Horas después del ataque inicial, se detectaron otros dos incidentes en puntos cercanos de la misma línea: un tramo de la catenaria apareció seccionado y, a varios cientos de metros, se encontró una abrazadera metálica instalada sobre los raíles lo que podría haber provocado un descarrilamiento si un tren de pasajeros o mercancías hubiese pasado a gran velocidad.
Asimismo, en la zona de la explosión, los agentes encontraron una cámara oculta supuestamente instalada para grabar la explosión, un elemento que refuerza la tesis de que se trataba de una operación destinada tanto a causar daño como a generar un impacto propagandístico. Donald Tusk, primer ministro polaco, se desplazó al lugar de los hechos y describió la secuencia como un “sabotaje grave contra la seguridad del Estado”.
El gobernante aseguró que los autores actuaron con la intención de provocar una catástrofe ferroviaria. “No estamos ante una casualidad ni un gesto aislado, esto es un ataque deliberado”, afirmó, antes de prometer que los responsables serán identificados y detenidos. La investigación avanzó con rapidez.
Según Tusk, las fuerzas de seguridad ya han identificado a dos sospechosos: ambos son ciudadanos ucranianos que habrían actuado en cooperación con los servicios rusos y que, tras colocar los explosivos, huyeron a Bielorrusia. Una de las cargas, según explicó el primer ministro en el Parlamento, era un explosivo militar tipo C4 conectado a un cable de 300 metros y activado durante el paso del tren.
La detonación no llegó a descarrilar el convoy, pero dañó parcialmente el suelo de uno de los vagones. El jefe del Gobierno insistió en que las pruebas disponibles indican una planificación profesional y un conocimiento detallado de la infraestructura ferroviaria. “Se ha cruzado una línea ya que el objetivo era provocar víctimas”, dijo y subrayó que la Fiscalía y los servicios secretos han recopilado suficiente material como para considerar la autoría “casi confirmada”. La prioridad ahora, agregó el ministro, es evitar nuevos intentos de sabotaje y proteger el transporte militar hacia Ucrania.
El caso se produce en un contexto de creciente inquietud en Polonia por la actividad encubierta de Moscú. Desde el inicio del conflicto en Ucrania, Varsovia ha denunciado que Rusia ha intentado desestabilizar al país mediante operaciones híbridas.
De hecho, en los últimos meses, se han registrado varios episodios que el Gobierno atribuye a agentes rusos o bielorrusos tales como incendios provocados en centros comerciales, intentos de espionaje en instalaciones críticas e incluso ataques con drones contra aeropuertos. Solo este año, según datos del Ministerio del Interior, 55 personas fueron detenidas por colaborar supuestamente con servicios extranjeros, muchas de ellas acusadas de planear actos de sabotaje.
La red ferroviaria, por su papel en el suministro de armamento y ayuda humanitaria a Ucrania, es considerada el objetivo más sensible. Por el momento, Varsovia no ha emitido acusaciones formales contra Moscú, pero la dirección del Gobierno polaco considera que la pista rusa es la más plausible. Tusk confirmó que se han iniciado gestiones diplomáticas con Bielorrusia y Rusia para solicitar la detención y entrega de los sospechosos, aunque reconoció que la cooperación será difícil.
En un país que se percibe a sí mismo como la primera línea de apoyo europeo a Kiev, la lectura política del ataque es inevitable. Analistas de seguridad apuntan a que, más allá del daño físico, la operación buscaba transmitir un mensaje: Polonia no es inmune a la guerra híbrida y cualquier grieta en su infraestructura puede convertirse en un instrumento de presión. El Gobierno polaco insiste en que no permitirá que “campañas de miedo” condicionen su política hacia Ucrania, pero admite que la amenaza es real y creciente.