Sucesos
Psicosis en Austria ante la inminente liberación del Josef Fritzl, el "monstruo de Amstetten"
Josef Fritzl fue encarcelado en 2009 por secuestrar y abusar sexualmente de su hija durante 24 años
El caso del austriaco Josef Fritzl conmocionó al mundo en 2008. Secuestró a su propia hija, abusó sexualmente de ella durante 24 años y tuvo siete hijos con ella. Las atrocidades cometidas llevaron a la prensa local a llamarle "monstruo de Amstetten". Y no era para menos porque según pasaba el tiempo y se iban conociendo más detalles, el apodo se quedaba corto. Cuando Fritzl fue detenido, sus declaraciones fueron escalofriantes: "He nacido para violar. Teniendo eso en cuenta, he conseguido controlarme durante un buen período de tiempo”. Además de confesar los hechos, dio muchas muestras de su enfermiza obsesión: “Me podía haber comportado mucho peor y haber hecho cosas peores que encerrar a mi hija”.
Después de 15 años en prisión, las autoridades judiciales locales anunciaron que el próximo mes de marzo se revisará su caso. Fritzl ha pedido en repetidas ocasiones su liberación y varios de los psiquiatras más importantes de Austria han revisado su caso. Una de ellas, Adelheid Kastner, considera que ya no representa una amenaza para la sociedad y sería incapaz de cometer ningún delito.
Según su abogada, Astrid Wagner, que el año pasado escribió un libro sobre las cartas que ha intercambiado con su cliente, cree que "veo una posibilidad de que sea liberado. Cumple todos los criterios. Este hombre tiene casi 90 años y su estado mental se está deteriorando. Necesita apoyo y atención". Wagner indicó que el "monstruo de Amstetten" tiene alzheimer y necesita un andador para desplazarse. Indicó que se puede comunicar con él de manera natural, pero que tiene extrañas lagunas mentales, incluida la ilusión de que su hija se había casado con el polémico ex tenista Boris Becker.
Ante los rumores cada vez más incesantes sobre la posible liberación de Fritzl, se ha desatado la psicosis en la pequeña localidad de Krems an der Donau, donde los medios de comunicación locales afirman que ha sido visto tomando café en la localidad en varias ocasiones. Uno de ellos ha sido el semanario regional "Bezirksblatt", donde el periodista que ha hecho un especial seguimiento del caso durante los últimos años afirmó que varias de sus fuentes de confianza le habían corroborado la presencia de Fritzl en varias cafeterías de Krems.
La justicia austriaca no se ha pronunciado sobre estos rumores y deja que el caso siga su curso. Los presos del país centro europeo tienen derecho a la libertad condicional cuando cumplen los 15 años de internamiento, siempre y cuando tengan un buen comportamiento y su condición física y mental así lo recomienden. Todos los informes sobre Fritzl son favorables, por lo que es muy probable que pueda acceder a estos beneficios penitenciarios en poco más de un mes.
A pesar de los informes favorables, Fritzl es un depredador sexual. Antes del caso de su hija, ya había cumplido una condena por violación en 1967 y mantuvo su entereza durante el juicio hasta la tercera vista, cuando al escuchar el testimonio de su hija se derrumbó y reconoció los hechos. Pero al ingresar en prisión, volvió a tener un carácter frío, distante y sin mostrar arrepentimiento alguno sobre lo ocurrido.
Internado en el pabellón de enfermos mentales de la prisión de alta seguridad de Stein, se cambió el apellido por Mayrhoff para evitar las agresiones de los reclusos. Además, 14 años después de su condena publicó una polémica biografía en la que deja constancia de sus peores instintos, se burla de sus horribles crímenes y le pide una segunda oportunidad a su esposa, a la que tiene que "explicar muchas cosas".
En "Die Abgründe des Josef F (Los abismos de Josef F)", no expresa remordimientos, todo lo contrario, se muestra muy autocompasivo. Rosemarie se había divorciado de él hacía más de una década pero pero el "monstruo de Amstetten" soñaba con volver a vivir algún día con ella, aunque tuviera que dormir en otra habitación si ella aceptara su petición. En una entrevista al alemán Bild en 2010, Wolfgang Ainetter le preguntó si se arrepentía de lo ocurrido y su respuesta fue tan esquiva como inquietante: “De eso prefiero no decir nada. Lo que había entre Elizabeth y yo era amor”.
Estas fueron algunas muestras más de que a pesar de estar privado de libertad, su personalidad no había variado ni un ápice de la descripción que hizo de él Adelheid Kastner, responsable del peritaje psicológico del reo que fue presentado como prueba en el juicio.
Kastner fue muy contundente en su informe: "Intelectualmente dotado, pero con un tremendo ansia de poder y discapacitado emocional". La psiquiatra recordó el maltrato que Fritzl sufrió por parte de su madre y al ambiente de miedo y humillación en el que se crió. Ante esos maltratos Fritzl reaccionó escondiendo la capacidad de sentir "bajo una espesa manta" y desarrollando un fuerte déficit afectivo. Una infancia en la que Fritzl no pudo crear la relación afectiva que deseaba con su madre y que fue "compensada luego con el ejercicio del poder".
La psiquiatra relató cómo el acusado, consciente de su inteligencia, intentó "hacer algo de sí mismo" a través de la educación y de cómo fue desarrollando fantasías en las que satisfacía su ansia por controlar a otra persona. Unas fantasía que crecieron en una especie de efecto "avalancha" en las que Fritzl, pese a ser consciente de que "no debía hacerlo", poco a poco se fue "corrompiendo así mismo" con el pensamiento de que "no sería tan malo".
Kastner comparó al acusado con un volcán: una superficie bajo la que "borboteaban deseos de dominio y control". En ese sentido, la psiquiatra se refirió al momento en que Fritzl se liberó y dio rienda suelta a sus fantasías de "gozar sin limitaciones sus deseos sexuales". Pese a ello, la experta dejó claro que en la patología de Fritzl el elemento sexual juega un papel secundarios y que sus exigencias esenciales se refieren "al poder, al dominio y al control" hasta poder decir de alguien "me pertenece".
Un alguien que Fritzl concretó conscientemente en su tercera hija, Elisabeth, a la que consideraba cabezota y a la que se propuso dominar. "Cuanto más fuerte es el rival, mayor es la victoria", explicó la psiquiatra de la actitud de Fritzl hacia su víctima. En ese sentido, la psiquiatra dejó claro que pese al déficit emocional y la alteración mental del acusado, Fritzl siempre fue consciente de sus actos y de que esos "eran contrarios a las reglas de la convivencia humana".
Por ello, la conclusión del peritaje es que Fritzl puede ser juzgado por los delitos que cometió. "Nadie puede asumir por él la responsabilidad de lo que el señor F. ha hecho", afirmó la doctora.
Respecto a su capacidad de reinserción, la psiquiatra advirtió que su obsesión de control no se ha ido reduciendo con la edad y de que existe el riesgo de que vuelva a cometer graves delitos. Por todo ello, la doctora recomendó que una vez cumplida la condena, fuera ingresado en una institución para delincuentes con alteraciones mentales al considerar que existe el riesgo de reincidencia.
Una doble vida durante más de 24 años
El ansia de poder y dominación ha vivido en Josef Fritzl desde su infancia. En 1967, ya casado y con tres hijas, persiguió a una mujer hasta su casa, forzó la cerradura y la violó brutalmente junto a la cuna de su bebé. Apenar cumplió 18 meses de prisión y quedó libre. Para iniciar una nueva vida, se trasladó a su pueblo natal, donde nadie sabía que había estado en prisión. Elizabeth ya tenía un año y Fritzl comenzó a obsesionarse con ella.
A los 11 años comenzó a insinuarse a su hija, a fantasear y llegaron los primeros abusos sexuales a base de tocamientos. Las agresiones fueron cada vez más habituales y agresivas, hasta que en 1984 harta de la situación Elizabeth decide plantarle cara, se enfrenta a él y le dice que se va a marchar a casa de una de sus hermanas mayores, que ya vivían por su cuenta.
Fritzl sabía que esto ocurriría y tenía trazado un plan, que ejecutó a la perfección. Durante los últimos años había engañado a su familia sobre una supuesta reparación del tejado, cuando en realidad estaba construyendo un apartamento subterráneo de 80 metros cuadrados, al que se accedía a través de una puerta de hormigón con código de seguridad.
Aprovechando la salida de su mujer, el 29 de agosto de 1984 sorprendió a su hija con un trapo bañado en cloroformo y la arrastró dormida al zulo donde tenía todo preparado. Para que nadie sospechara, denunció la desaparición de su hija y se trasladó a un pueblo cercano para enviar una carta en la que Elizabeth confesaba que había huido para integrarse en una secta. Ahí comenzó la verdadera pesadilla de Elizabeth.
Atada, amordazada e inmovilizada, fue violada durante 4 años hasta el nacimiento de su primera hija. Un año después llegaría un varón. Los dos fueron alumbrados en el sótano, sin medios, sin médicos para atenderles... sólo la madre unas tijeras y unas toallas. Su tercera hija llegó en 1992 con un problema de corazón incompatible con la vida en el sótano.
Para poder criarla sin sospechas, la abandonó en la puerta de su casa en una cuna y con una nota en la que Elizabeth pedía que la cuidaran. Como nadie sospechó, un año después hizo lo mismo con la cuarta hija y comenzó a criarlas al margen de sus dos hermanos encerrados en el zulo.
En 1997 nacieron dos gemelos también con problemas de salud. Uno de ellos murió apenas dos días después del alumbramiento y Fritzl se deshizo de él quemándolo en el horno de la casa. Su hermano, también fue llevado a la parte de arriba de la casa junto a sus hermanas.
El séptimo de los hijos nació sano y se quedó encerrado en el zulo junto a su madre y sus hermanos mayores que debido al encierro y a su débil sistema inmune eran propicios a ponerse enfermos con facilidad.
Después de 19 años sin ver la luz, la hija mayor tuvo un fallo multiorgánico. Elizabeth convenció a su padre para que la llevara a un hospital y le escondió una nota de auxilio en la ropa. Los médicos le indujeron un coma y dieron la voz de alarma al encontrar la nota oculta en sus pantalones. Ahí comenzó la búsqueda de Elizabeth, de 42 años, y la noticia saltó a todos los telediarios y Elizabeth vio su oportunidad de ser rescatada. Su padre había instalado una televisión en el sótano años antes para que su familia fuera conscientes de la realidad del mundo del que estaban alejados.
Elizabeth le pidió a Fritzl que la llevara al médico y accedió. No está claro si por el exceso de confianza en su hija, por las ganas de reunificar a su familia en la planta de arriba o simplemente porque pensó que no podía ocultar más la situación... Lo cierto es que Elizabeth acudió a la policía a denunciar su situación y los agentes acudieron de inmediato a liberar a sus hijos, que pudieron reunirse con sus hermanos que llevaban 15 años viviendo en la planta de arriba y a detener al monstruo de Amstetten.
Un ejemplo del estupor causado por el caso en Austria fue la decisión que se tomó en 2013: rellenar con hormigón el "sótano de los horrores".
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