Boeing
¿Quién era John Barnett, el extrabajador que denunció a Boeing y apareció muerto?
El hombre de 62 años tenía previsto seguir testificando en una causa contra la compañía a principios de esta semana
La escena encajaría a la perfección en el guion de cualquier película de detectives. El cuerpo sin vida de John Barnett yacía en el interior de un vehículo aparcado en el garaje de un hotel de Charleston, ciudad costera del estado de Carolina del Sur. Tenía un disparo en la cabeza, autoinfligido, según los primeros indicios de la investigación. Un presunto suicidio.
El hombre de 62 años se había alojado en Charleston para testificar en el marco de un juicio contra Boeing. Acudió a los tribunales de la localidad el jueves y el viernes a fin de someterse a las preguntas de los abogados defensores de la compañía, a la que había acusado de cometer irregularidades en el proceso de fabricación de sus aviones ante el Departamento de Trabajo de Estados Unidos. Estaba previsto que siguiera prestando declaración el lunes, pero apareció muerto 48 horas antes en un suceso rodeado de sombras.
El testimonio de Barnett no era un testimonio cualquiera para Boeing. Fue empleado de la compañía durante 32 años y trabajó en el departamento de control de calidad, encargados de comprobar que todo está en orden. Lo hizo, además, en la fábrica que Boing tiene en Charleston, ciudad en la que empieza y acaba esta historia.
Barnett fue uno de los primeros en denunciar las prácticas de la compañía. Antes de pronunciarse públicamente, decidió enviar un informe a la Administración Federal de Aviación. Los denunciantes del sector de la aviación están protegidos en Estados Unidos por una normativa legal especial contra la discriminación por parte de sus empleadores.
El denunciante llegó incluso a conceder varias entrevistas concertadas por su abogado, Brian Knowles. Contaría en una de ellas cómo fue su traslado a Charleston en 2010 tras haber trabajado varios años en la planta principal de Seattle. Boeing puso en marcha precisamente en Charleston la producción del 787, también conocido como Dreamliner, un avión emblemático para la compañía, cuyo desarrollo y producción se subcontrataron para ahorrar costes. Para Barnett, sin embargo, el Dreamliner fue más bien una pesadilla.
«Los nuevos directivos no entendían nada de procesos», confesó entonces. Su impresión en aquel momento era que los encargados hacían las cosas a su manera. «Empezaron a saltarse procesos y a no comprobar la configuración de los aviones», relató Barnett. Aquello eran palabras mayores. El extrabajador también expresó una corazonada sobre por qué la dirección había procedido así: «Solo querían sacar los aviones por la puerta y hacer sonar la caja registradora». Boeing, ya contra las cuerdas, rechazó de plano las acusaciones.
Barnett ya remitido quejas internas a la compañía, pero la dirección lo ignoró. Y no solo eso, sino que además lo degradaron. Todavía como empleado de Boing, Barnett empezó a sufrir ataques de ansiedad. Razón por la cual acabaría abandonando la empresa.
Parecía que las denuncias habían quedado enterradas. Pero entonces dos aviones 737 Max se estrellaron en Indonesia y Etiopía en 2018 y 2019, respectivamente. Unos accidentes que vendrían a confirmar las denuncias de Barnett. El escenario para el fabricante de aviones empeoró de forma significativa en enero después de que un 737 Max operado por Alaska Airlines perdiera una sección del fuselaje durante un ascenso. Los trabajadores de la planta de Boeing en Seattle habían olvidado instalar tornillos, como ya había descubierto la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos (NTSB, por sus siglas en inglés).
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