África

“Scooping”: la razón oculta de las explosiones de camiones cisterna en Nigeria

La recogida del combustible es el retrato de una sociedad sedienta de energía

Bomberos trabajan en la extinción tras la explosión de un camión cisterna en Nigeria
Bomberos trabajan en la extinción tras la explosión de un camión cisterna en NigeriaEuropa Press

El pasado martes, en la carretera Bida–Agaie, a la altura de Essa (Katcha, estado de Níger, Nigeria), un camión cisterna cargado de gasolina volcó por accidente, derramando su combustible en la calzada. Decenas de personas corrieron a recogerlo con bidones en un país donde la eliminación del subsidio a la gasolina ha provocado serios obstáculos en la economía del hogar. Y el camión explotó. Entre 31 y 35 personas murieron, según confirman las cifras ofrecidas por la policía local. Eso significa que entre 31 y 35 familias lloran ahora la muerte de una persona a la que querían.

Lamentablemente, la explosión de un camión cisterna arranca lágrimas habituales en Nigeria. Los últimos años dibujan un patrón que no se puede negar. Los números oficiales, inexactos y aproximados, indican que alrededor de 550 personas han muerto en Nigeria desde 2020 por accidentes de este tipo, que ocurrieron y ocurrirán, donde la Federal Road Safety Corps (FRSC), agencia gubernamental líder en seguridad vial de Nigeria, determinó que en 2020 tuvieron lugar más de 1.500 accidentes en Nigeria con camiones cisterna involucrados. Algunos acaban con una conflagración mortal; otros, con suerte, escapan al desastre. Lo que no quita que la concatenación de explosiones registradas y su elevado número de víctimas hayan hecho de Nigeria uno de los países del mundo con más incidentes de este tipo.

En septiembre de 2024, al menos 48 personas murieron en la ruta Agaie–Lapai, también en el estado de Níger, y la localidad de Majiya sufrió en octubre una de las peores tragedias recientes, con cifras que escalaron desde los 90 fallecidos hasta referencias oficiales superiores al centenar de personas. En enero de 2025, otra cisterna estalló en Dikko/Suleja (también en el estado de Níger) y el recuento oficial subió a 86 fallecidos con decenas de heridos; días después, un choque en la autopista Enugu–Onitsha con un camión cisterna involucrado dejó al menos 18 muertos. La lista de tragedias es prácticamente interminable.

En todos los casos, las autoridades y testigos expresan una dinámica similar: vuelca un camión por la causa que sea (cualquiera que conozca Nigeria conocerá también los peligros de sus carreteras), la multitud que se acerca a trasvasar gasolina cargando con motores, generadores o teléfonos cerca del derrame. Este trasvase de gasolina se conoce como “scooping”, y es común en Nigeria; al final, difícilmente puede uno negarse a conseguir combustible gratuito. Y estalla el mundo. Y lloran las familias.

La propia oficina federal de investigación de seguridad (NSIB) lo indicó en su investigación sobre el incidente Bida-Agaie: los vecinos se congregaron para “scoopear” el combustible antes del estallido.

Como es de esperar, a cada explosión le sigue una oleada de conmoción pública que, aunque no siempre desemboca en protestas callejeras, sí que ha incrementado el tono de exigencia que se espera de las autoridades. Tras la catástrofe de Majiya, la oposición reclamó una investigación formal y, por primera vez, el expediente no se archivó de inmediato, sino que se anunció la inauguración de un proceso destinado a reconstruir lo sucedido con el fin de extraer las conclusiones que mejoren la seguridad en este ámbito. Pero poco ha cambiado.

En el estado de Níger, los funerales y las vigilias se mezclan con actos de denuncia por lo habitual de este drama. En los corredores Bida–Agaie y Agaie–Lapai (estos dos ejes son las arterias de abastecimiento que conectan los depósitos nigerianos con Abuja y el centro-norte del país), comerciantes y transportistas hablan de “viajes a la ruleta rusa”. Y la recogida del combustible, el “scooping”, es en definitiva el retrato de una sociedad sedienta de energía.

Medidas insuficientes

Los últimos incidentes (que no los primeros) han empujado al Gobierno federal a idear medidas concretas que reduzcan los accidentes. La más visible llegó el 22 de mayo de 2025, cuando la autoridad del sector (NMDPRA) prohibió la circulación nocturna de camiones cisterna: a partir de entonces, solo pueden operar entre las 6:00 y las 18:00. La orden se justificó por el riesgo de fatiga, la visibilidad reducida y la lentitud de respuesta de emergencia durante la noche.

Sin embargo, la medida abrió un debate entre sindicatos y expertos parlamentarios que alertaron de la creación de posibles cuellos de botella en las horas disponibles. Pidieron complementar la propuesta con controles de carga, mantenimiento y rutas seguras, aunque no se tiene constancia de que su voz haya sido escuchada. El Ejecutivo avanzó luego con restricciones técnicas que vetaron el uso cisternas de 60.000 litros para reducir daños en caso de siniestro, y obligaron a operadores y conductores a cumplir listas de verificación más estrictas antes de salir a carretera.

Pero se sabe que son medidas insuficientes. Las carreteras nigerianas siguen en gran medida en un pésimo estado. La señalización es prácticamente nula en la mayoría de los casos. Entre los conductores impera una actitud agresiva que genera una alerta permanente. Baches, socavones y sorpresas esperan detrás de cada curva. No importan las medidas que se impongan mientras se mantenga la posibilidad de que el camión caiga en una zanja que no debería estar allí.

El otro frente a atacar es cultural, precisa de prevención y de concienciación a pie de calle: el “scooping”. Es cierto que la Agencia Nacional de Orientación (NOA) y la FRSC lanzaron campañas de sensibilización contra la recolección de combustible de camiones accidentados en enero y febrero de 2025, que se dieron charlas en mercados y radios locales y dirigidas a motociclistas y vendedores ambulantes, que suelen ser los primeros en llegar a los vuelcos.

No se acerquen, no toquen el derrame si se acercan, apaguen los motores si se acercan y tocan el derrame. Si ven oro negro al alcance de su mano, aunque su situación económica sea desesperada en un país donde el salario mínimo es de 40 euros mensuales (aproximadamente lo que cuesta llenar un depósito del coche), aguanten la tentación. Pero el éxito de esas campañas depende de algo más que consignas vociferadas a través de los megáfonos, ya se sabe. Las carreteras siguen en mal estado y las alternativas disponibles para el transporte de combustible, como el ferrocarril, son inexistentes en Nigeria.

Nigeria no consigue cortar el ciclo de explosiones y muertos en las llamas. Aunque las últimas medidas son un comienzo, los especialistas insisten que no servirán de nada sin inversión en infraestructura y un cumplimiento riguroso de los límites establecidos. Es todo tan volátil. En Essa, la catástrofe se debió a que alguien decidió acercar un bidón metálico, cuyo brillo acalorado chocó con la gasolina derramada y desató un infierno — una nueva tragedia nacional.