Oriente Medio

El sur del Líbano se prepara para la nueva ofensiva israelí contra Hizbulá

El Ejército hebreo lanza 120 ataques contra objetivos de Hizbulá en el país de los cedros, mientras blinda la frontera ante una nueva fase militar

El control de los soldados del Ejército de Líbano, con bandera del cedro medio despintada sobre los muros de las garitas, advierte al conductor y pasajeros que se abandona una provincia para entrar en otra. Nada cambia sustancialmente en un paisaje de montañas suaves, con el terreno a ratos blanquecino y a ratos cubierto por masas tupidas de pinos –mucho más abundantes que los escasos cedros–, en el paso de la demarcación de Monte Líbano, el corazón y origen del actual Estado libanés, para adentrarse en la del sur.

El gesto de los militares a quienes deciden continuar la ruta encierra en una mirada la advertencia del peligro en una zona también desconocida en gran parte para ellos donde la milicia chií Hizbulá esconde en túneles y lanzaderas miles de cohetes y misiles apuntando al archienemigo sionista y que las FDI golpean con cada vez más intensidad.

Solo este sábado, las autoridades militares israelíes informaban de haber golpeado más de 120 veces en distintas localidades del territorio, que dista a vista de pájaro apenas una cincuentena de kilómetros de Beirut, que trataba de recuperar este sábado algo de normalidad tras lo ocurrido esta semana. Y de que, por su parte, Hizbulá ha lanzado casi un centenar de cohetes hacia su territorio.

Un exiguo territorio dominado por pequeñas poblaciones de mayoría chií –aunque, como en todo Líbano, también en él hay desde siempre núcleos cristianos maronitas y drusos– que acabarán haciendo frontera con Israel y donde Hizbulá impone su ley. Y donde la guerra ha llegado hace meses –el mismo 8 de octubre de 2023, horas después de la incursión de las brigadas Al Qassem de Hamás en suelo israelí, cuando Hizbulá decidió lanzar los primeros proyectiles contra el norte de Israel– a pesar de que la atención informativa ha estado desde entonces en la Franja de Gaza.

Aunque, a juzgar por los anuncios de las autoridades israelíes en las últimas jornadas –el ministro de Defensa, Yoav Gallant, aseguraba que la guerra ha entrado «en una nueva fase» y de los duros golpes ejecutados por Tel Aviv contra la estructura militar de la organización proiraní, todo indica que lo peor está por llegar. Las llamadas de la comunidad internacional a preservar la paz en Líbano, la última de ellas la del secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, no han hecho mella en los planes israelíes en vísperas de la convocatoria anual de la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York, donde la posibilidad de una guerra total a un lado y otro de la línea azul es una posibilidad cada vez mayor.

Lo cierto es que la cifra de víctimas en el conjunto del país, incluidos miembros de Hizbulá y población civil, que no deja de aumentar, no es ya el propio de un número reducido y preciso de acciones quirúrgicas, sino el primer balance de una guerra abierta cuyo horizonte nadie se atreve en este país a mirar de frente. El Ministerio de Sanidad libanés hablaba en la tarde de ayer solo de 37 muertos como consecuencia de los bombardeos israelíes en la zona sur al cierre de esta edición.

A ellos hay que añadir las cuatro decenas de personas asesinadas como consecuencia de las explosiones sincronizadas de los «buscas» y los «walkie talkies» pirateados por el Mosad en una jugada magistral y macabra propia de una película de Hollywood –empresas pantalla, explosivos implantados en las baterías– que deja miles de personas heridas en el sur de Líbano, el valle de la Becá y en el populoso Dahiyeh, el feudo de Hizbulá al sur de Beirut. El golpe definitivo de la semana se produjo este viernes, cuando un F-35 de las FDI tiró abajo el edificio de viviendas en cuyos bajos se escondía la cúpula de la brigada, que lideraba hasta entonces Ibrahim Akil. Las autoridades sanitarias libanesas elevaron ayer a 37 el número de muertos, 66 heridos y dos decenas de desaparecidos.

Desde la intervención televisada del secretario general de Hizbulá, el jeque Hassan Nasrallah, del jueves, en la que prometió una respuesta «justa» tras la cadena de explosiones –aún no se había producido el ataque contra la cúpula de la unidad de élite de la milicia de anteayer– y proseguir la guerra hasta que no se produzca un acuerdo para el alto el fuego en Gaza, la organización proiraní no se ha vuelto a pronunciar en público sobre la escalada de las últimas horas.

Medios libaneses como «L’Orient Le Jour» aseguraban en la mañana del sábado que tras la cadena de golpes en Beirut, la Becá y el sur, Tel Aviv habría concedido a Hizbulá una suerte de tregua de varios días para que aceptaran una propuesta estadounidense y pusieran fin a sus agresiones al norte de Israel y permitieran el regreso de los más de 100.000 habitantes obligados a marcharse de sus hogares. Las Fuerzas Armadas israelíes anunciaron nuevas restricciones para evitar riesgos ante la posibilidad de que impacten más proyectiles lanzados desde territorio libanés.

En ausencia de una nueva intervención de su dirección, desde la formación chií se sigue trasladando el mensaje de que, a pesar del éxito de las operaciones israelíes y de la inferioridad tecnológica respecto a Israel, tienen que seguir resistiendo, porque, en definitiva, la resistencia es la razón de ser de una estructura creada por la República Islámica de Irán contra la presencia israelí en el suelo libanés en el año 1982.

A esta hora de incertidumbre, con una nueva jornada de bombardeos severos por parte de las fuerzas israelíes sobre el sur de Líbano y la respuesta, neutralizada por el sistema defensivo israelí, de la milicia proiraní contra Israel, la gran duda es si Israel volverá a penetrar con sus soldados en suelo libanés o evitará una tentación que podría desencadenar una guerra de dimensiones desconocidas y si Hizbulá pondrá toda la carne en el asador contra su enemigo con o sin el respaldo de Teherán.