Opinión

La terapia de choque que Milei quiere para la economía argentina puede tener otros efectos

Su promesa de someter a Argentina a una «terapia de choque» se enfrentará a la inflación récord, a la dificultad para gobernar y la paz social

Elegido presidente de Argentina, el populista Javier Milei ha prometido «reconstruir» el país. Un gran reto para este antiguo presentador de televisión con un escaso currículum político. El economista ultraliberal Javier Milei fue elegido nuevo jefe del Estado argentino.

Su promesa: una «terapia de choque» para la tercera economía de América Latina, con una inflación récord (143%). El presidente, que tomará posesión de su cargo hoy, se enfrentará a grandes retos, no sólo económicos, sino también de gobernabilidad y paz social.

Argentina arrastra un gran déficit presupuestario desde hace décadas: una fuerte cultura de expectativas sociales, pero poco crecimiento, por lo que el gasto ya no puede financiarse. Durante la campaña presidencial, Milei blandió una motosierra en sus mítines electorales para ilustrar su voluntad de recortar el gasto público. El «tratamiento de choque» que ha prometido para equilibrar las cuentas pretende reducir el gasto público (un 15%) y llevar a cabo privatizaciones, con el fin de alcanzar la disciplina presupuestaria exigida por el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que el país tiene dificultades para devolver un préstamo de 44.000 millones de dólares concedido en 2018. Esta exigencia se hace aún más difícil por el hecho de que las reservas de divisas del banco central argentino están cerca de su nivel más bajo desde 2006.

Pero Milei aboga por «un ajuste mucho más duro» que el exigido por el FMI: aboga también por el fin de los subsidios crónicos (transporte, energía), la liberalización de los precios y la supresión de las retenciones a la exportación. Un fracaso podría llevar al país, ya en dificultades, a un décimo impago de su deuda soberana y a un aumento de la pobreza. «La economía está en cuidados intensivos», ha declarado Miguel Kiguel, antiguo subsecretario de Finanzas del ministerio de Economía en los años noventa.

Sin embargo, esta voluntad de frenar el gasto público plantea un gran problema: el del impacto social, en un país donde el 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y el 51% recibe algún tipo de ayuda o subsidio. El dolor será agudo y generalizado si hay un verdadero plan de estabilización, y no hay garantías de que los argentinos vean el lado positivo.

Milei trae consigo un ingrediente de confrontación política y social, un discurso de ajuste beligerante y agresivo hacia sectores, como el funcionariado, con gran capacidad de movilización, quizás, un enfoque represivo, que no sabemos cómo podría acabar en un contexto de alta inflación (143%) que crea enormes distorsiones en los mercados, pero también para los consumidores, con precios que cambian cada semana.

Una de las medidas estrella de Milei es la dolarización de la economía, para abandonar el peso argentino, en constante depreciación, elemento clave en el programa del Presidente para «secar» la inflación. Pero, ¿cómo se dolariza un país que se está quedando sin reservas de divisas y sin dólares? Fácil, según Milei: se utilizan los dólares que los argentinos llevan años ahorrando. Pero con un tipo de cambio oficial considerado irreal (369 pesos por dólar), las cosas podrían irse de las manos.

Además del aspecto económico, los retos a los que se enfrentará Milei serán también políticos. Y en este terreno, el antiguo presentador de televisión tiene poca experiencia. El partido de Milei, La Libertad Avanza, entró en el Parlamento en 2021 con tres diputados. Ahora es la tercera fuerza en una Cámara Baja sin mayoría absoluta, pero donde el bloque peronista (centroizquierda) sigue siendo dominante.

Las alianzas, puntuales o duraderas, serán esenciales, como con el bloque de derechas Juntos por el Cambio. Pero este último nunca ha estado tan cerca de implosionar, tras desgarrarse por la cuestión de apoyar o no a Javier Milei en la segunda vuelta.

En el plano internacional, el nuevo presidente tendrá que reconstruir las relaciones con países clave para los que ha tenido palabras muy duras, en particular el Brasil de Lula da Silva y China, los dos mayores socios comerciales de Argentina.

Por otra parte, Milei podría dar un nuevo tono a la cuestión de las islas Malvinas, donde se ha declarado dispuesto a negociar, no la soberanía argentina, sino una solución a largo plazo del tipo de la que condujo a la entrega de Hong Kong a China (1997).

Por último, por primera vez en 40 años de democracia argentina, durante la campaña se rompió el consenso sobre el legado de la dictadura (1976-1983), y Milei negó el número de muertos y desaparecidos. Las organizaciones de derechos humanos cifraron la cifra en 30.000, mientras que él la situó en «8.753». Su referencia a una «guerra» (entre las guerrillas de izquierda y el Estado) en lugar de una «dictadura» para describir ese periodo fue chocante.

Otro estilo, otra visión de su país con un alto riesgo de ruptura con la sociedad.