Crisis

El terremoto equivalente a 300 bombas atómicas de Birmania aumenta el caos en un país inmerso en una sangrienta guerra

Hasta el momento, se han contabilizado más de 2.000 muertos; sin embargo, un modelo del Servicio Geológico de Estados Unidos, sugiere que la cifra podría alcanzar hasta 10.000

Miembros del equipo de búsqueda y rescate enviado por China a Mandalay para ayudar en las tareas de emergencia tras el terremoto de magnitud 7,7 en la escala abierta de Richter registrado el 28 de marzo de 2025 en Birmania Europa Press/Contacto/Myo Kyaw Soe 31/03/2025 ONLY FOR USE IN SPAIN
Birmania.- Rescatadas con vida tres personas en Mandalay tres días después del terremoto en BirmaniaCONTACTO vía Europa PressEuropa Press

Tras el terremoto de magnitud 7,7, que liberó una energía equivalente a más de 300 bombas atómicas combinadas, según un reconocido geólogo estadounidense, la histórica ciudad birmana de Mandalay quedó asolada el viernes. Aún se desconoce cuántas personas han desaparecido. Hasta el momento, se han contabilizado más de 2.000 muertos; sin embargo, un modelo del Servicio Geológico de Estados Unidos, sugiere que la cifra podría alcanzar hasta 10.000. Las misiones de socorro avanzan con lentitud debido a la dificultad de acceder a las zonas más afectadas, las réplicas del temblor, la sangrienta guerra civil en curso entre la junta militar gobernante y los rebeldes, así como la precaria situación del país antes del seísmo.

Por ello, la mayor parte de las labores de socorro las están llevando a cabo de forma improvisada residentes y familiares de los desaparecidos. Los equipos de rescate oficiales en Naypyidaw, la capital del país, dan prioridad a los edificios derrumbados donde se encontraban oficinas gubernamentales, y la población se ve obligada a realizar búsquedas con temperaturas sofocantes que pueden superar los 40 grados. Las esperanzas de encontrar sobrevivientes entre los escombros de Mandalay se desvanecen con cada hora que pasa. Las consecuencias amenazan con eclipsar la producción económica anual de una nación ya asolada por la miseria. Funcionarios de Cruz Roja han alertado sobre un nivel de destrucción que no se había presenciado en Asia en más de un siglo.

Para colmo, el movimiento de resistencia armada contra el régimen militar de Myanmar ha lanzado una dura crítica hacia la Junta por continuar con ataques aéreos indiscriminados contra aldeas, en vez de atender las tareas de socorro.

El sufrimiento de las familias damnificadas es abrumador. Mientras asimilan el impacto del brutal sismo, los sobrevivientes hallan consuelo entre los monjes, quienes les brindan un refugio espiritual en medio de su caos emocional. Estos guías espirituales son el alivio necesario, mientras los dolientes se arrodillan a los pies de los cuerpos inertes de sus seres queridos, tendidos en las calles. Frente a esta calamidad, los residentes lidian con una abrumadora doble pérdida: no solo se enfrentan al duelo por la muerte de sus allegados en el catastrófico evento natural, también han visto destruidos sus hogares y patrimonio cultural. Los restos de sus estimados yacen expuestos, aguardando un funeral que parece lejano, mientras la destrucción intensifica la ruina emocional.

El lunes al amanecer del Eid al-Fitr, que marca el final del mes sagrado de ayuno, un grupo de fieles musulmanes se congregó en las cercanías de una mezquita hecha añicos en Mandalay como otras tantas, ya que se cuentan por decenas A pesar del desasosiego la comunidad se aferró a su fe, buscando consuelo en la oración en un espacio que alguna vez fue un refugio sagrado. La ironía de celebrar un día de alegría en medio de tal calamidad enfatiza la resiliencia del espíritu humano.

Mientras el humo aún se disipaba del colapso del edificio de la Oficina de Auditoría del Estado, la primera ministra Paetongtarn Shinawatra se encontró con la cruda realidad. Un hombre se le acercó con desesperación a la funcionaria, quien intentó ofrecer consuelo, asegurando que todos estaban dando lo mejor de sí. Sin embargo, las palabras quedaron marcadas por la impotencia de la situación. El afectado, abrumado por el dolor, se arrodilló y rindió homenaje a la líder. Este momento de vulnerabilidad llevó a Shinawatra a inclinarse hacia él, y susurrar: "Mantente fuerte por los demás".

Durante el fin de semana llegó ayuda de Tailandia, China, India, Rusia y Naciones Unidas, que a través de la Organización Mundial de la Salud hizo un llamamiento urgente de donaciones para apoyar las labores de auxilio. Su intervención había sido solicitada por la junta militar, que el viernes ya pidió ayuda exterior «lo antes posible». Esto fue excepcional para un país extremadamente aislado internacionalmente debido al golpe de Estado por el que la junta tomó el poder.

El derrocamiento del gobierno electo de Aung San Suu Kyi, quien en su día fue aclamada como símbolo de esperanza y democracia al recibir el Premio Nobel de la Paz, marcó el inicio de una era de sufrimiento en la tierra de templos y pagodas, patrimonio de la UNESCO y cuna del budismo. La promesa de un renacer democrático en 2015 se desvaneció en un instante. El golpe de Estado de 2021 no fue simplemente el fin de un gobierno; fue la chispa que encendió una sangrienta guerra civil, en la que la Junta Militar, grupos rebeldes y milicias étnicas se enfrentan en una lucha brutal por el control del territorio.

Mientras tanto, potencias como China e India, junto con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), juegan sus cartas estratégicas en esta crisis, eludiendo cualquier intervención directa. Esta falta de acción ha convertido a la nación en un polvorín geopolítico, donde los intereses externos son priorizados sobre el sufrimiento humano.

Las elecciones programadas para este año podrían ser el detonador de una violencia aún mayor. Con un futuro incierto, la inminente descomposición de la junta militar plantea el peligro de un vacío de poder caótico, que podría tener repercusiones fatales.

En este contexto, la situación evoluciona de forma vertiginosa, mientras son muchos los que apuntan a que gran parte del mundo occidental permanece ciega e indiferente a un conflicto que ya ha cobrado la vida de más de miles de ciudadanos y ha desplazado a más de tres millones. La Junta bombardea impunemente zonas civiles, mientras que las fuerzas rebeldes continúan avanzando, arrebatan territorios y fortalecen su resistencia.

La región se ha convertido en una catástrofe humanitaria, con la ONU estimando que más de 6,000 civiles han perdido la vida en un mar de violencia perpetrado por los militares. De estos, al menos 2,000 personas fueron ejecutadas mientras se encontraban bajo custodia militar, una violación atroz de los derechos humanos que subraya la impunidad del régimen. Los métodos de exterminio son escalofriantes: más de 365 individuos recibieron disparos en la cabeza, mientras que 215 fueron incendiados vivos, convirtiendo el sufrimiento en una cruel forma de represión. Estos horripilantes detalles son parte de un patrón de atrocidades, incluyendo torturas, decapitaciones y violaciones, que han sido documentadas por observadores internacionales. En medio de esta realidad, el grito de socorro de la población birmana clama por justicia y reconocimiento, mientras el mundo parece sordo ante su sufrimiento.

«Los ataques aéreos, la artillería y los drones, cada vez más frecuentes e indiscriminados, han matado a civiles, expulsado a los supervivientes de sus hogares y destruido hospitales, escuelas y lugares de culto», escribe Nicholas Koumjian, director del Mecanismo de Investigación Independiente para Myanmar, la oficina de investigación de la ONU para la región. «Aunque la mayoría de las pruebas que ha recogido el Mecanismo se refieren a crímenes cometidos por el ejército , también estamos investigando inquietantes informes de brutalidades cometidas por otros grupos armados, como violaciones, asesinatos y torturas».

Por si todo esto fuera poco, hay que añadir que el pueblo está al borde de la hambruna. La economía local, incluida la agricultura, se ha hundido. El próximo verano, 15 millones de personas en Birmania podrían verse amenazadas por el hambre, advierten analistas de IPC, una plataforma de cartografía del problema mundial.

Birmania se encuentra en un cruce de caminos, donde la lucha por la libertad y la justicia se mezcla con el horror y la desesperación, una súplica que exige ser escuchada en los corredores del poder internacional.