El día después
Trump insta a los republicanos a retirar fondos al Departamento de Justicia y el FBI tras su imputación
"El único crimen que he cometido ha sido defender sin miedo nuestra nación de aquellos que buscan destruirla", recalca el expresidente, que insiste en la "caza de brujas"
La imputación del expresidente Donald Trump, aunque un secreto a voces anunciado con semanas de antelación, en realidad pareció haberle cogido por sorpresa a juzgar por el lenguaje corporal del magnate neoyorquino durante el proceso judicial. Su comportamiento tampoco hablaba por el mismo Trump que tiene acostumbrados a movilizar a sus seguidores con un sólo pestañeo.
A regañadientes, con el ceño fruncido y la mirada perdida, Trump volvía a su ciudad natal desde su actual residencia de Florida, en su avión privado y como nunca antes hubiera imaginado, para dejarse ver casi a escondidas al entregarse a las autoridades en la oficina del fiscal del distrito de Manhattan. Después de más de una hora de procedimientos, Trump quedó en libertad bajo fianza. Estados Unidos «se está yendo al infierno», denunció por la noche, ya de vuelta en Mar-a-Lago, durante sus primeras palabras después de ser procesado en Nueva York, reconociendo que nunca pensó «que algo así ocurriría».
Trump aseguró ante la multitud de invitados en su residencia de Florida que el fiscal del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, «tiene fijación» por él. Y tampoco se olvidó de mencionar al juez del caso, el colombiano Juan Manuel Merchán. «Tengo un juez que odia a Trump, con una esposa que odia a Trump, en el caso de Nueva York», señaló el expresidente.
Encargado de leerles, a Trump y a sus abogados, los 34 cargos de falsificación de registros mercantiles que se le imputan al magnate, el juez Merchán admitió una solicitud ese mismo martes «para asesorar a ambas partes» sobre abstenerse de comentarios «que pongan en peligro la seguridad o el bienestar de cualquier individuo», explicó Trump a la multitud desde su mansión de Mar-a-Lago.
«El único crimen que he cometido ha sido defender sin miedo nuestra nación de aquellos que buscan destruirla», recalcó desde el podio donde ofreció a sus invitados un discurso de apenas 25 minutos, mucho menos de lo que tiene acostumbrado, que además estuvo interrumpido en numerosas ocasiones por aplausos, vítores y abucheos.
Aplausos de apoyo al difundir cualquier mensaje entendido como patriótico sobre el Estados Unidos que él representa; vítores de victoria en cualquier apunte en clave electoral hacia su reelección en 2024; o abucheos a menciones explícitas del presidente Joe Biden o críticas a sus rivales políticos demócratas.
«Este caso infundado se hizo para interferir en las elecciones de 2024 y debería ser desestimado de inmediato», agregó el expresidente conservador para dar continuidad a la acusación de «persecución política» que también denuncian una gran mayoría de sus compañeros del Partido Republicano.
«Alvin Bragg está intentando interferir en nuestro proceso democrático al invocar la ley federal para presentar cargos politizados contra el presidente Trump utilizando fondos federales» mientras argumenta que los congresistas «carecen de jurisdicción para investigar esta farsa», reaccionó Kevin McCarthy, presidente de la Cámara de Representantes, añadiendo amenazante: «El Congreso responsabilizará a Bragg por su militarización del proceso de Justicia federal».
Rodeado de banderas estadounidenses, incluida una enganchada en la solapa del traje de Trump, todo en el interior del recinto de su residencia en Palm Beach donde ofreció un discurso en directo, ya desde su zona de confort y a gusto del magnate, hablaba en clave electoral. Desde mensajes de recaudación de fondos, hasta el eslogan de su campaña esparcido por todas partes y decorados de «Make America Great Again» y «Trump 2024» que tampoco pasaron desapercibidos. Horas antes, Trump se había convertido en el primer expresidente estadounidense en enfrentar cargos penales y verse obligado a entregarse a las autoridades con los pertinentes protocolos judiciales del proceso.
Un trago de mal gusto para el magnate, que después de la aparente preocupación reflejada en su rostro durante el martes tratará de sacar el máximo provecho posible de cara a la próxima contienda electoral.
Este miércoles, Trump volvió a la carga. El expresidente instó a sus compañeros del Partido Republicano en el Congreso a dejar sin fondos al Departamento de Justicia y al FBI «hasta que entren en razón». Trump se considera víctima de una persecución política de la que responsabiliza a los demócratas, que «han convertido en un arma» el sistema judicial y recurren al «abuso de poder» para influir en las próximas elecciones, a las que el magnate neoyorquino quiere llegar de nuevo como candidato.
Si algo ha quedado claro esta semana tras el extenso despliegue policial y mediático en la Gran Manzana, es que Joe Biden tiene la presidencia de Estados Unidos pero Donald Trump es, una vez más, el centro de atención. La Casa Blanca espera que los desafíos legales del expresidente republicano y sus diversas investigaciones puestas en marcha refuercen en las urnas las razones por las que los votantes eligieron a Biden en las presidenciales de 2020.
Cobertura seguida minuto a minuto por todos los medios de comunicación del país y también del extranjero, ofreciendo imágenes grabadas desde helicópteros, automóviles y cámaras de televisión presentes en todos los rincones de su recorrido por la capital del mundo y hasta el límite de lo permitido en el interior de las instalaciones judiciales de Nueva York.
Y es que, buena o mala, la publicidad siempre beneficia a Donald Trump en todos los sentidos. También su imagen de víctima, con la que ha conseguido esta vez volver a movilizar a sus bases y posicionar a sus propias filas en su defensa, ganando terreno electoral de cara a las próxima contienda republicana. Trump lidera las intenciones de voto de su partido y, por ahora, también la batalla interna hacia las primarias.
Aunque la bipartidista será otra historia. El líder demócrata se postuló para 2020 como “el presidente de todos los estadounidenses” y la Casa Blanca de Biden pretende seguir reforzando ese discurso de unidad. Entre sus objetivos, rescatados tanto de sus promesas electorales como de sus primeras palabras al convertirse en presidente de Estados Unidos, también restaurar “el alma de América” y las alianzas internacionales, dando continuidad a su primer mandato.
Aunque los recientes acontecimientos históricos y sin precedentes no se lo van a poner a los demócratas nada fácil. El primer enjuiciamiento penal de un expresidente en toda la Historia de Estados Unidos augura convertirse en tema principal de la política nacional del país durante la próxima campaña, eclipsando - como viene haciendo ya desde hace semanas - la agenda de la Casa Blanca de Biden y, como consecuencia, también el protagonismo del actual presidente y sus políticas al frente de la Administración.
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