
Opinión
Vestido como un nuevo emperador
El próximo presidente norteamericano sueña con revivir al jugador «súper poderoso» que fue su país

El próximo presidente de Estados Unidos, el republicano Donald J. Trump, ha definido hacia la geopolítica internacional una estrategia híbrida entre el poder duro («hard power») –que se refiere al empleo de la fuerza militar–, y el poder blando («soft power» –dominio a través de la cultura y la persuasión–. El miedo y la amenaza reposan en el centro de su estrategia. Así, la constante amenaza a México con la imposición de aranceles, el deseo de cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, hacerse con el territorio de Groenlandia, propiedad de Dinamarca, y su pretensión de recuperar el control del canal de Panamá –que el expresidente Jimmy Carter comenzó a transferir a los panameños en 1977 hasta que Estados Unidos lo cedió por completo el 31 de diciembre de 1999– ponen de manifiesto el carácter expansionista e imperial de Trump.
«Hacer que América sea grande de nuevo» no se trata solo de un eslogan para estimular lo «Hecho en América», sino también fortalecer el posicionamiento del país en el centro del poder mundial. Así como Putin es un nostálgico de la Unión Soviética, Trump tiene nostalgia de la épica construida por Estados Unidos durante la Guerra Fría. El próximo presidente norteamericano sueña con revivir al jugador «súper poderoso» que fue su país. Hoy, ese propósito pretender conseguirlo a través, no del respeto, sino del miedo.
El Trump de 2025 reconoce el poder de China y de Rusia. Y lejos de antagonizar con ambos regímenes no democráticos, intentará reequilibrar el poder afianzando primero la zona de influencia más directa. Trump, en su rol de emperador, da golpes en la mesa diciéndole al mundo que todo aquello que lo rodea le puede pertenecer. Probablemente –a pesar de que no lo descarta– su poder no se expandirá a través de la fuerza militar (poder duro), pero tampoco parece tener la paciencia para hacerlo a través de la persuasión (poder suave).
Trump se ha vestido de emperador aplicando una estrategia híbrida anclada en la presión y el miedo.
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