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Libros

La columna de Carla de la Lá

Libros que tienen que leer antes de que se prohiban

Los libros, al igual que cualquier manifestación de carácter creativo o estético, son fundamentales para evaluar cada momento histórico, así como sus diferentes formas, más o menos sutiles, de censura.

Película 'Lolita'.
Película 'Lolita'.Archivo

En el caso de los libros, amigos míos, tendremos que construir una pira, como la que llevaron a cabo cura y barbero (Del donoso escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo) en casa de Don Quijote quemando todos los libros que, en opinión de ambos, le hacían daño. De esta manera, divertidísima, parodió Cervantes el proceso inquisitorial para el control de los libros buscando imponer el catolicismo, lo que suponía un atentado a la libertad de expresión.

En tiempos de Caballeros Andantes, el Santo Oficio perseguía desviaciones doctrinales del mismo modo que el régimen del monopensamiento buenista las persigue ahora, al menos en España, donde, en cuanto a la libertad de expresión estamos ante un retroceso más propio de estados dictatoriales que de una democracia madura. Los libros, al igual que cualquier manifestación de carácter creativo o estético, son fundamentales para evaluar cada momento histórico, así como sus diferentes formas, más o menos sutiles, de censura.

Empecemos por Lolita ¡¡¡ Qué barbaridad!!! Un hombre que se solaza en sus fantasías sexuales con una niña y no solo eso, las lleva a cabo. Las relaciones sexuales con menores, por descontado ¡fuera!

Valmont, Las amistades peligrosas… Dos películas, provenientes de la famosa novela epistolar Les Liaisons dangereuse de Pierre Choderlos de Laclos, que ofrece una visión bastante amable de las relaciones de un adulto con menores e incluso de la violación. No veo que se hable en ningún momento de los horrores y las consecuencias físicas y psicológicas que esos encuentros tuvieron para las niñas. A la basura pues, ¡enérgicamente!

En esta sociedad embriagada por el progresismo más superficial, no se tocarán las obras de Karl Marx, Lenin, Trotski, Ernesto Che Guevara o incluso Mao Tse-Tung, sin embargo, no me sorprendería que la Biblia, se prohibiera o arrinconara activamente a medio plazo. No en vano, en España ya estuvo prohibida (hasta el siglo XIX) en cualquier edición distinta del latín o el griego. Eso de leer la palabra de Dios en un idioma inteligible para la gente quedaba para los “herejes” protestantes.

Los que la leemos asiduamente sabemos que el cristianismo habla de amor y hermandad, de no juzgar y menos hacer de policía ética de nadie, sino de uno mismo, pero también sabemos que sus páginas son incapaces de legitimar la moral contemporánea y que el canon de las Escrituras es inequívoco en su presentación de la conducta de gran parte de la población actual como una depravación.

Del Asesinato como una de las Bellas Artes.

Se trata de un ensayo satírico impublicable (¿Apología de la violencia?), sobre el valor estético del asesinato. ¿Recuerdan “La Soga”? No es de extrañar que fuera uno de los libros favoritos de Alfred Hitchcock. Su autor, el británico Thomas de Quincey, califica el asesinato de reprobable, pero defiende que hay que rodearlo de estética e inteligencia. Una obra encantadora donde el autor realmente no postula en favor de la violencia, sino que desarrolla un ejercicio de ingenio, muy de moda en la Inglaterra pre Victoriana.

American Psico, de Bret Easton Ellis.

Cuando estudiaba Estética en la facultad de Arte de la Complutense, un catedrático nos recomendó dos libros a aquellos que nos fascinaba la rama de la filosofía que estudia la esencia y la percepción de la Belleza. Una de ellas fue esta polémica pero indiscutible novela, donde el protagonista es un yuppy narcisista que descuartiza tías buenas después de cenar con ellas en restaurantes carísimos en la sociedad del consumismo hipertrofiado neoyorquino de finales del XX. Créanme, lo de menos es el argumento (la película un horror que nada tiene que ver), si se conoce esta obra maestra; una de las grandes novelas de la literatura estadounidense, sin duda. 576 páginas de brillantísima prosa que se leerán en dos días

El guardián entre el centeno

El tono adolescente y antinatural para J. D. Salinger en esta novela me resulta interesante y hay que reconocer que te encariñas con el personaje, que no puede ser más tierno e impúdico en su neurótica búsqueda de un mundo mejor. Dan ganas de tejerle una mantita y taparle con ella. Sin embargo, con las lentes de lo políticamente correcto, el libro normaliza el delito, la discriminación, el abuso, la homofobia y la violencia juvenil en general y hacia la mujer en particular. Por lo demás, no me parece un libro recomendable si uno tiene más de 20 años. Hay libros que no se deben leer después de los 30, como hay muchos libros que no se deben leer antes. (Yo me leí varios hits de la literatura universal siendo virgen y tengo que volverlos a leer, seguro que no me enteré de la misa la mitad).

El libro de la selva

George Orwell, cuyo pensamiento estaba en las antípodas del de Kipling, le dedicó un ensayo en el que afirmaba: “Kipling es moralmente insensible y estéticamente asqueroso; su punto de vista no puede ser ni aceptado ni perdonado. No obstante, la elegancia de sus escritos solo es comparable con la de Shakespeare”. A pesar de las versiones edulcoradas de Disney, el carácter racista de “El libro de la Selva” es incuestionable y el pequeño Mowgli representa al hombre blanco colonizador que tiende a enseñorearse de todos los animales, por supuesto inferiores a él. El premio nobel defiende en toda su obra la supremacía del hombre blanco y su paternalismo hacia las demás razas “pueriles, aunque nobles”. No obstante, leámosla, dejemos nuestros remilgos evolucionados a un lado, entendamos la historia, el momento y el lugar en que se educó el autor, y disfrutemos de su elegantísima prosa, antes de que sea tarde.