La Columna de Carla de La Lá
Divorciarse con amor y humor
Desgraciadamente para la mayoría del género humano es más fácil dominar a los demás que dominarse a uno mismo
Yo, como saben, puedo presumir de tener unos exmaridos maravillosos, intachables, caballeros y gentiles…. Unos exmaridos que ni la Preysler, unos exmaridos que ya ya… Otra cosa, no, pero tengo los mejores exmaridos que una mujer pueda desear. En honor a ellos y a todos los preciosos días en su presencia y en su ausencia, dedico esta columna sobre el divorciarse, el divorciarse bonito, ¿eh? Por muy chalado que suene.
¡No se preocupen! Ya sé que son ustedes felicísimos en sus relaciones de pareja, rebosantes de conciencia plena, control, salud, belleza y mucho sexo variado y efectivo, pero si por un casual, un día que espero nunca llegue, sienten la indominable necesidad de “dar boleto” a sus santísimos, recuerden esta columna mía y echen mano de ella con toda libertad.
Según el padre de mis hijos, gran psiquiatra, dada la condición miserable y débil de cualquier representante del género humano, el destino de la convivencia entre dos seres que inicialmente se sentían atraídos en uno por el otro es el aborrecimiento.
_Todo el mundo le tiene manía a su pareja, digan lo que digan_dice (y mientras lo dice se muere de la risa)
_Todo el mundo no… también existe el amor…
_No es incompatible.
Tanto si son ustedes los que deciden saltar del barco, como si les empujan, recuerden que el protocolo se inventó para evitarnos sufrir las miserias de nuestros congéneres y de paso permitirles a ellos esquivar las nuestras. El buen estilo de una persona habla inequívocamente de su entendimiento y su sensibilidad…
La descortesía es un absurdo propio de personas obtusas e irracionales. Las buenas maneras son ficticias, gratuitas y agradables como los billetes del Monopoly; ahorrar en esta clase de divisa no es ruin ¡es majadero y loco!; por el contrario, regalarla es talento y entendimiento.
Está claro que el divorcio acarrea un duelo severo, no solo para el expulsado sino para el que deja. Los expertos afirman que el divorcio es el evento más doloroso en la vida de un ser humano, después de la muerte de un hijo. Dicho esto, y para no caer en la desesperación, lo fundamental es perdonar. ¿Cómo? _dirán algunos. Sí, ¡perdonar! Si alguien les hiere conscientemente o creen haber sido heridos de ese modo (no se crean todo lo que piensan) permanezcan tranquilos, dignos e incluso sonrían, diviértanse, contemporicen. ¿Qué cómo van a perdonar a ese (o esa) HdP?_ Muy fácil. Analicen sus circunstancias, como el minerólogo que estudia las características de una gema desapasionadamente, pónganse sus zapatos, piensen en todo el daño que ustedes (que todos) han hecho tantas veces con o sin conocimiento… La rabia bajará.
En una persona sensata no cabe odio ni rencor, sólo perdón, ternura (un precioso indicador de cacumen, igual que el humor) y comprensión. Desdramaticen, no sean histéricos, ni afectados, ni cursis. No se tomen nada personal. La vida es una batalla, pero el enemigo no está en las demás personas.
La rabia y la ira denotan poca tolerancia, poca paciencia y poca humildad, pero algo mucho más importante, falta de dominio propio… Desgraciadamente para la mayoría del género humano es más fácil dominar a los demás que dominarse a uno mismo.
En esto del amor, queridos amigos, es importante recordarse que nadie es responsable de la felicidad del otro. De modo que, por tentador que parezca, no se indignen, es lo más ridículo que puede hacer una persona mayor de 5 años.
“- No quiero pensión alimenticia, puedes quedarte con todo. Sólo quiero ser libre - ¿No deberíamos discutirlo? - Lo hemos discutido ya cincuenta veces, Es inútil. - ¿Por qué? - No lo sé, no soporto el matrimonio. No te encuentro nada divertido, no me siento atraída hacia ti, no me interesas físicamente. ¡Ah! Por lo que más quieras, Alan, no lo tomes como cosa personal. - No lo tomaré como cosa personal, simplemente me mataré y listo.”
“Sueños de un seductor frustrado” W. Allen
Siempre he creído que el amor dura para siempre. El verdadero Amor, ese sentimiento de hondura y apego en una pareja, no termina nunca. Otra cosa son las relaciones, las relaciones son las que no duran, las que funcionan habitualmente fatal, por la dureza de nuestro egocentrismo, por nuestra ingratitud, nuestra falta de autocrítica y nuestra estupidez. El amor perdura, estoy segura, en cambio, ¡tranquilidad! la tristeza tiene los días contados.
Una vez perdonado con inteligencia y madurez todo lo perdonable y lo que nos parezca que no lo es, hay que pasar a la gestión de la tristeza.
Hay un tiempo de llorar y un tiempo de reír, tiempo de lamentarse y tiempo de bailar… como podemos leer en el Eclesiastés, uno de los libros más lúcidos e instructivos que todos tenemos en casa. El padecimiento, aunque a priori no es lo más deseable, tiene su utilidad porque nos educa, nos hace crecer intelectual y moralmente, nos hace más compasivos y nos obliga a detenernos y meditar acerca de lo que previsiblemente hemos hecho o estamos haciendo mal. Y bueno, que todo lo que reste un poco de imbecilidad sea bienvenido.
En cuanto a su manejo, uno de los primeros pasos consiste en la aceptación madura y honesta de los acontecimientos que no se pueden cambiar. Lo que alimenta el sufrimiento o la ansiedad es precisamente huir de ellos, rechazarlos, temerles. Al sufrimiento hay que abrirle la puerta de casa de par en par y recibirle con seguridad y un coctel, sin aspavientos, como anfitriones de mundo que somos.
Para terminar, pasemos a lo verdaderamente importante, las aflicciones enguapan. ¿Y qué me dicen de esos antiestéticos kilos de más y esas lorzas que aparecen cuando habitamos la zona de confort? la zona de confort le pone a uno espantoso. ¿Puede haber algo más dramático? Yo creo que no.
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