Marbella

La otra prisión de Isabel Pantoja

Isabel Pantoja
Isabel Pantojalarazon

Vive prácticamente aislada en su finca, Cantora. Una soledad en buena medida buscada, ya que su paso por la cárcel la ha convertido en una mujer fría y desconfiada, según personas de su entorno.

Triste y sola. Isabel Pantoja, que vive encerrada en una jaula de oro, Cantora, no recibe la visita de nadie. Quiere y busca la soledad como compañera de viaje y no permite que le recuerden oscuros episodios del pasado, como fue su paso por la cárcel de Alcalá de Guadaíra. Ese es un tema tabú y prohibido si no se quiere provocar el enojo de la tonadillera. En la localidad gaditana de Medina Sidonia, cercana a la finca de la viuda del malogrado Paquirri, conocen bien la situación personal que está viviendo, y sufriendo, la artista. José M., uno de sus antiguos empleados, la define como «una mujer un tanto huraña, poco sociable y prepotente, que tiene muy pocos amigos. Entre los vecinos no extraña su soledad porque son muchos los cadáveres que ha ido dejando en el camino. Isabel no se fía de nadie y solamente muestra una pizca de sensibilidad ante la precaria salud de su madre, doña Ana. Su núcleo fuerte lo integran su inseparable hermano Agustín y su sobrina Anabel. Solo ellos cuentan con su total confianza. A lo largo de los años –prosigue José M.– se fue distanciando de grandes e incondicionales amigos, como los periodistas Luis Rollán y Chelo García Cortés, el presentador José Manuel Parada, sus amigas. Las Mellis, Raquel Bollo y las cantantes María del Monte y Charo Reina. Y parte de la culpa de ese distanciamiento la tiene Agustín, siempre muy desconfiado, que monopoliza todo lo que sucede alrededor de su hermana».

Amanece en Cantora. Isabel Pantoja se abruma por sus problemas económicos y personales. Tiene poco trabajo y muchos gastos. De ella dependen bastantes personas: familia y empleados. En su paseo matinal por la finca, cada vez menos extenso, tiene tiempo de darle vueltas a la cabeza. Se lamenta de la mala relación con su hija adoptiva, de la escasa acogida de su vuelta a los escenarios y del retraso de la serie biográfica, presentada hace unos meses en París, con la que confía poder recuperarse económicamente. Pero, además, aunque le gusta la soledad, siente la falta de amistades de confianza y le duele su fracaso en el terreno sentimental. Si bien con Chabelita la relación es nula, no ocurre lo mismo con su hijo Kiko, con el que es más fluida. Está orgullosa del reciente cambio físico experimentado por el DJ tras su operación de reducción de estómago. La salud de su hijo le preocupaba y se muestra feliz de que por fin haya tomado la decisión de adelgazar. Sin embargo, hay algo que le entristece y es las pocas veces que recibe la visita de sus nietos.

Un vecino próximo a Cantora, Ángel P., es de los pocos afortunados en ver a la artista cada vez que sale de la finca, ya que tiene que atravesar una carretera en la que se encuentra la casa de este hombre. Pero tampoco él guarda un buen recuerdo de la cantante. «No me extraña que esté sola porque es una mujer demasiado fría. No conoce el término medio: o haces exactamente lo que ella quiere o te aleja de su lado para siempre. Me han contado que desde su salida de prisión tiene el carácter muy agriado y que las rencillas familiares la están matando. Además, ella, que lo tuvo todo, vive ahora una vida que le cuesta aceptar. Alejada del cariño de sus seres queridos y con el incondicional apoyo de sus fans. Le gustaría que todo fuera distinto», afirma.

Su último concierto en Las Palmas de Gran Canaria se vio empañado por el fallecimiento en la cola de entrada al recinto de una de sus grandes admiradoras, Rosa Dalia, conocida como «La Pantoja de Canarias». Una de las personas que presenció su muerte comentó: «Esta artista pone un circo y le crecen los enanos. Es muy gafe». Además, en el momento de los agradecimientos desde el escenario, Pantoja no escondió la tensa relación que se vive en su familia al dedicar unas cariñosas palabras a su hermano, su madre, su sobrina y a sus nietos, sin hacer ninguna mención a sus hijos.

Entradas sin vender

Por otra parte, todavía tiene pendiente los conciertos que tuvo que suspender el año pasado en Puerto Rico y Miami y que ya tienen nuevas fechas. El 11 de febrero en el James Knight Center de Miami y el 18 en el Coliseo de Puerto Rico. Ella, acostumbrada a colgar el cartel de «sold out», ahora se las ve y se las desea para lograrlo. De hecho, a un mes de estos espectáculos aún quedan más de la mitad de las entradas sin vender. En su periplo latinoamericano contará con el apoyo de su inseparable sobrina, pero no de Chabelita, como ocurrió hace un año cuando actuó en Perú, ciudad natal de la joven. Además, vuelven a un primer plano los enemigos del pasado. Mayte Zaldívar, a la que su marido, el ex alcalde de Marbella, Julián Muñoz, abandonó por Pantoja, sigue firme en su odio contra quien le arrebató al padre de sus hijas: «No podré perdonarle nunca lo que hizo, no quiero saber nada de esa señora. Soy una víctima de su soberbia, su avaricia y de su querer ser más que nadie».

A la cantante lo que realmente le gustaría sería instalar su residencia en México, donde continúa siendo muy querida y tiene toda una legión de seguidores. Según una persona de su entorno, «ella cuenta que allí la tratan mejor que en España. Podría llevar una vida completamente normal, sin el acoso de los paparazzi. Y aunque echaría de menos a los suyos, ganaría en sosiego y tranquilidad».

Ya estuvo tentada de trasladarse allí cuando aún vivía su gran amigo Juan Gabriel, pero su muerte, además de haber sido un duro golpe, trastocó todos sus planes de futuro. «El divo de Juárez» le había buscado casa y se ofreció para conseguirle actuaciones por toda Iberoamérica. Pantoja, tras cumplir la pena carcelaria, imaginaba en México el resurgir de la estrella que siempre ha sido y la recuperación a lo grande del tiempo perdido. Hoy, el gran impedimento para cumplir ese sueño es la falta de contratos y, sobre todo, que no puede alejarse de su madre. Tampoco soportaría perder el contacto con sus nietos, a los que adora. Se siente abuela por encima de madre y disfruta mucho las pocas veces que la visitan. Ahí se transforma y la mujer fría se convierte en una persona entrañable y cariñosa.