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Mabel Lozano: «El morbo no deja ningún poso»

Mabel Lozano
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Cuando conocí a Mabel Lozano aún era modelo, actriz, presentadora y todo el mundo comentaba que debía tener algún ascendente asiático por lo rasgado de sus ojos oscuros y vivaces. Sin embargo, ella, toledana de pura cepa, reivindicaba su patria chica con esa pasión que ahora ha multiplicado para poner al servicio de una buena causa. Bueno, ahora no, hace diez años. Fue entonces cuando colgó los tacones y decidió mirar desde detrás de la cámara. La dirección es un camino natural para muchos actores pero en su caso fue, además, la herramienta con la que comprometerse y luchar contra los gigantes. Algo de Quijote tiene esta mujer de sonrisa permanente, que diez años después de varios trabajos documentales como «Voces», contra la trata de mujeres y pionero en nuestro país, «Escúchame», un corto con 25 premios internacionales, «Entre colegas», rodado en un instituto por encargo de la fundación Lydia Cacho o las campañas de la Policía, de APRAMP y de Corazón Azul. Acaba de terminar una película documental sobre la trata en Perú, Colombia, Paraguay , Argentina y España, que verá la luz el próximo septiembre bajo el título «Chicas nuevas 24 horas». Diez años de lucha personal contra la trata que empezó aquel día que «conocí a una mujer víctima del mal negocio... Es que al final no es un número, es una mujer como tú. Y hay piel de verdad. Y te cuenta su historia real y no das crédito...». A Mabel le importan las personas que esconden las grandes cifras.

Por ellas, a las que casi nadie ve, trabaja con una delicadeza extrema: «Es que esto despierta mucho morbo. Y abordarlo desde el amarillismo es lo más fácil, pero eso es revictimizar a las mujeres. Lo difícil es quitar el morbo y poner el foco en la violación de derechos humanos. Yo he contado este asunto desde todos los puntos de vista: las víctimas, el cliente... Ahora quiero mostrarlo como el negocio que es. Por eso hago un paralelismo entre cualquier

negocio normal con el de la trata. ¿Qué es lo que hay que hacer en cualquier negocio? Coger la mejor materia prima, trasladarla, publicitarla, venderla... Y si el producto te sale malo, desecharlo, por supuesto.» Me sorprende que Mabel haya sido capaz de resistirse al morbo que tan inmediata respuesta provoca... «Porque es una respuesta fi cticia. Hay tanto horror en los telediarios que estamos insensibilizados. El ver cuántas veces violaban a la chica no deja huella, no deja nada... Y yo pretendo generar una reflexión, contar que esto está ocurriendo aquí y ahora –porque no es sólo transnacional o extracomunitario, también ocurre aquí, en España–, y enseñar que, gracias a que incentivamos la demanda, el negocio es muy lucrativo para muchos actores».

Tanto como para perder la esperanza y pensar que lo intente quien lo intente, incluida Mabel Lozano, no habrá quien pueda rescatar a esas mujeres y niñas esclavas de la trata. «Un amigo mío me dice ‘‘Mabel, tú tiras cubos al océano cuando haces estos trabajos...’’ Y bueno, no sé si lo son, pero espero que no. Espero conseguir que la solución no está sólo en la Justicia, sino también en los Cuerpos de Seguridad del Estado, y en los ciudadanos. Que se sepa que tiene que haber una acción integral contra la trata de mujeres con fines de explotación sexual y que los gobiernos reconozcan que se dedica muchísimo dinero a combatir las armas y el narcotráfi co y muy poco a la trata de seres humanos. Que tomen medidas». Mabel está decidida a sensibilizar a la sociedad, a abrirle los ojos y enseñarle que más del 80 por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución en España son víctimas de

trata y explotación sexual y que son mujeres invisibles. «Mujeres sin voz, desnudas de derechos, excluidas socialmente y sin posibilidades de denunciar que están amenazadas, porque quien las captó fue su madre, su primo o su hermano y sus hijos están en peligro. ¿Tú denunciarías si tus hijos estuvieran en peligro? Yo nunca.

¿Cómo van a hacerlo ellas...? ¿Se lo van a decir a un cliente sabiendo que su deuda aumenta cada día y que si no la pagan –no consiguen pagarla jamás– ponen en riesgo a sus familias?» Le pregunto que cuántas salen de eso y me habla de 35.000 mujeres que han sido identifi cadas como víctimas de trata y de algunas –muy pocas– que, con muchísimo apoyo, consiguieron salir. «Pero yo nunca hablo de cifras, Marta.

Hablo de Ramona, de María, de Yandi –la protagonista de su película–..., con que una sola lo logre, mi trabajo habrá servido para algo». Con esa voluntad, Mabel no sólo ha hecho la película, sino que, además, ha puesto en marcha la web www.chicasnuevas24horas.com, interactiva en el mundo entero y la exposición del mismo nombre, que se exhibe en la Fundación Cepain, en la antigua estación de ferrocarril de Beniajan, Murcia. Le pregunto si en su tarea está también defender la legalización de la prostitución y me mira como si fuera una extraterrestre «¿cómo se va a legalizar una actividad sin dignidad y contraria a los derechos humanos? ¡Sería facilitarles el asunto a los proxenetas! En los países como Irlanda, donde se ha legalizado, la trata se ha triplicado. En Suecia, que no es legal y se ha optado por penalizar al cliente y al proxeneta, pero nunca a la mujer, ha disminuido.

¿Acaso alguien piensa en legalizar la venta de órganos para regularla? Hay cosas que no se pueden legalizar ni reconocer. Para eso está la defensa de los derechos humanos». Mabel habla fuerte y defi ende fuerte, pero sé que se ha roto muchas veces: «Me rompo todos los días. Yo escucho a Yandí y

me pongo a llorar porque veo a mi hija. La veo en las niñas de allí y en las de Apramp, aquí. Niñas sin salidas y con una vida durísima... Por eso me cuesta dormirme todos los días. Y me rompo. Claro. Cómo no voy a romperme...».

Personal e intransferible

Mabel Lozano nació en Toledo en 1967. Está casada, tiene dos hijos, se siente orgullosa de su familia, no se arrepiente de nada, perdona, olvida cada vez más, se ríe de casi todo y llora de impotencia: «De esos cubos de agua que lanzo al océano». A una isla desierta se llevaría a su familia. Le gusta el vino, comer mucho y de todo. No tiene manías y fuma más de lo que le gustaría. Sueña mucho con Yandí : «Sueño que está en un colegio como mi hija y que es feliz... Que me mira feliz a sus 15 años... Y tal vez lo sueño porque sé que no lo tiene fácil y porque si algún día logra salir de la prostitución y la esclavitud es posible que hasta su propia familia la rechace...» Dice que ya es mayor, que «como el mayor éxito es vivir la vida, me gusta vivirla» y que si volviera a nacer «sería lo que soy».