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¿Podremos acariciarnos?

Lomana bajando por las escaleras de su casa para acudir a un desfile
Lomana bajando por las escaleras de su casa para acudir a un desfilelarazon

Amor, te quiero muchísimo, me encantaría darte un beso y acariciarte, pero antes tienes que firmar un documento consintiendo expresamente una relación íntima. Esta es una de las medidas de este presidente que nadie ha elegido y que forma parte de otra sarta de disparates que en nada benefician a los intereses de la nación. Quieren arrinconar la enseñanza concertada, eliminar el diésel poniendo a miles de trabajadores en la calle, crear impuestos para sociedades y tecnológicas, imponer su ideario como asignatura quitando la religión, y, lo peor, echarse en brazos de los que aborrecen España, con los que pactó para conseguir poner sus posaderas en Moncloa, el único objetivo de su vida. El país, los ciudadanos y el Congreso le importan un comino.

El señor Sánchez impone sus medidas disparatadas saltándose todas las normas y con solo 84 diputados. Objetivo: cargarse España y volver a odios ancestrales. El desprecio que hemos sentido los españoles por parte de este presidente advenedizo ha sido muy fuerte cuando hemos visto cómo recibía a una persona que él mismo definió como enemigo de España, criticando sus impresentables actitudes xenófobas. Fue una reunión bochornosa con un individuo con lazo amarillo que hace unos años, cuando no tenía responsabilidades políticas, escribió que los españoles éramos «bestias, víboras y hienas», y que padecen «una tara en su ADN».

Vergonzoso encuentro

En cualquier país europeo sería intolerable utilizar este lenguaje. Este vergonzoso encuentro solo se debe al ansia de Sánchez por permanecer unos meses más en esa residencia oficial y por cuyos jardines se paseaba con el impresentable huésped, merced al cual ha podido instalarse ahí. Los ciudadanos le pagamos esa confortable vida con nuestros impuestos para que él se dedique a humillarnos con este tipo de actuaciones. Imagino la tristeza al contemplar esta mamarrachada de los millones de catalanes que son y se sienten españoles, viendo claudicar al presidente del ejecutivo ante el líder del movimiento secesionista, que pretende arrebatarles su nacionalidad y su patria. Terrible sensación de desamparo, supongo. Ante este caos, el clan Pujol aprovecha la coyuntura para pactar sus respectivas penas con la fiscalía anticorrupción. Lo tremendo del socialismo es que pretende cambiar al ser humano con la injerencia del estado en su economía, en su libido, en los medios, y hasta hurgar en su cocina. También tiene la cantinela de subir los impuestos a los ricos, que son un intangible porque aquí los únicos que pagan la factura es la clase media.

Otro tema que me tiene mosqueada es ese de «hay que juzgar los delitos del franquismo». ¿Y los de los republicanos? ¿Los que se cargaron a cientos de inocentes en Paracuellos? ¿Los que incendiaron en la noche con alevosía la casa de mis abuelos con todos dentro, incluidos niños? Mis abuelos, que nada tenían que ver en esa guerra, ya que habían venido a pasar el verano desde La Habana, donde vivían, a su pueblo de origen, en la montaña de León, de dónde mi abuelo materno salió un día a buscar mejor fortuna. ¿De qué memoria histórica estamos hablando? De una memoria revisionista que el PSOE considera rentable. Estamos viviendo un momento bochornoso que no se puede consentir en un país moderno. Mis próximas crónicas espero centrarlas en la felicidad de los mejores veranos de nuestras vidas y olvidarnos, al menos por un mes, de esta pesadilla.